PGE: esenciales para que España comparezca ante las instituciones europeas y los mercados como un país responsable

Joan Tapia (Barcelona) | El futuro inmediato de la economía española va a depender de la evolución de la pandemia –ahora preocupante– y de la disponibilidad de la vacuna.

Hace meses que en esta crónica insistimos en que España no puede seguir sin presupuestos –o sea con los de Cristóbal Montoro del 2018– ni un día mas. Hacer frente a los terribles desafíos del 2021 exige unos presupuestos que permitan incrementar el gasto público y acoger el plan de recuperación de la UE. Y tampoco es posible gobernar con autoridad si se está casi en precario, sin haber tenido una mayoría para, como mínimo, aprobar las cuentas anuales.

Afortunadamente en el momento de escribir esta crónica se da por seguro que el próximo jueves el Congreso de los Diputados rechazará por una amplia mayoría –superior a la de la investidura– las enmiendas a la totalidad de los presupuestos presentadas por Vox, el PP, los seguidores de Puigdemont de JpC y algún otro grupo menor. Será un paso importante para la estabilidad política y para la posibilidad de hacer política económica contra la crisis.

El rechazo a las enmiendas a la totalidad (mas votos en contra que a favor de las enmiendas que se suman todas) es clave porque fue precisamente la pérdida de esta votación a principios del 2019, la que obligó a Pedro Sánchez a disolver las Cortes y convocar elecciones generales. Ahora esto parece que no se repetirá porque ERC y C´s no han presentado enmiendas y por lo tanto es muy improbable que se sumen a las de los grupos que sí lo han hecho. Una vez superada esta votación es probable, aunque desde luego no fácil, que el Gobierno logre aprobar los presupuestos a finales de año o primeros del 2021. Sería esencial para que España comparezca ante las instituciones europeas y los mercados como un país responsable.

Parece que tendremos presupuestos. Vale. Pero, ¿serán los convenientes en este momento? Las cuentas presentan un importante aumento del gasto público, imprescindible para reactivar la economía y afrontar la crisis social. Respecto al gasto, la crítica principal es el aumento lineal del 0,9% del sueldo de los funcionarios cuando los precios están estancados. El Gobernador del Banco de España ha afirmado que sería mejor haber subido el salario a algunos funcionarios (por ejemplo, el personal sanitario) y haberlo congelado al resto. La crítica tiene lógica económica, pero la política (y los presupuestos son política) tiene otros condicionantes. En especial para un gobierno de coalición de izquierdas, sin demasiada unidad interna y sin mayoría parlamentaria, que se debe enfrentar a una dura oposición de derechas presta a la demagogia. Y hay muchos empleados públicos.

El gasto público crece, como debe ser, y además amparado por los fondos europeos. Las grandes críticas se centran pues en que los ingresos están inflados por una previsión optimista del crecimiento y que por lo tanto el déficit y el incremento de la deuda pública serán mayores a los previstos. Puede ser, pero la realidad es que nadie es capaz de prever certeramente el crecimiento del año próximo que estará en función del binomio pandemia-vacuna. Además, una hipotética desviación al alza del déficit del 2021 no sería tan grave en el actual contexto, cuando los tipos de interés son bajos o negativos (Alemania, por ejemplo, aumenta sus ingresos públicos endeudándose), y cuando el BCE está dispuesto a financiar porque el enemigo a batir es el hundimiento de la economía.

A medio plazo habrá que controlar y reducir el déficit, pero no es el problema de hoy. También se critica que no se reduzcan impuestos (Alemania ha bajado el IVA temporalmente) y que incluso haya algunas subidas. La realidad es que el incremento fiscal es pequeño –alguno como el del diésel morirá a manos de C´s y/o del PNV–, pero es cierto que obedecen mas a criterios políticos que a la conveniencia actual. Aunque, por otra parte, no es muy coherente alarmarse por la posible desviación del déficit y exigir que bajen los impuestos como se hace en medios del PP. España no es Alemania y a medio plazo la reconducción del déficit exigirá también más (y bien estudiada) presión fiscal. El crecimiento y las posibles limitaciones del gasto no serán suficientes. Y el Gobierno debe saber que el dogmatismo sobre impuestos directos (supuestamente siempre progresistas) e indirectos (reaccionarios), no sería la óptima forma de encararlo.

Es posible que, desde el punto de vista económico, los presupuestos sean bastante mejorables. Pero tenemos el Gobierno que tenemos, del PSOE con Podemos, y teniendo en cuenta este punto de arranque las cuentas del 2021 –en medio de la gran incertidumbre mundial– están muy lejos de ser los peores posibles.

¿Un gobierno PSOE-C´s, que tras las elecciones de abril del 20 hubiera dispuesto de mayoría absoluta, habría podido hacer unos presupuestos mejores y menos ideológicos? Posible, pero C´s se negó en redondo a ese pacto por el que tampoco el PSOE –al menos los manifestantes de Ferraz (“con Rivera no”) de la noche electoral– estaba muy inclinado. Pero sí, si usted es un liberal pragmático, Rivera se equivocó muy mucho. Él ya lo ha pagado y C´s lucha ahora por sobrevivir.

¿Hubiera sido mejor un presupuesto pactado con el PP? Quizás, pero sin necesidad de analizar posibles culpas, lo cierto es que la realidad política española no lo ha permitido. Aunque Cristobal Montoro, en unas recientes declaraciones a El Mundo, parecía lamentar que la actual dirección del PP haya cerrado todas las puertas en un momento de crisis tan excepcional.

Pero la realidad es la realidad. Tenemos un gobierno PSOE-Podemos, no hay otra mayoría (real, no numérica) posible y con estos bueyes tenemos que arar. Y será mejor tener presupuestos que enfrentarnos al 2021 en pleno marasmo político. Por otra parte, la realidad europea hará que las cesiones al populismo izquierdista no puedan ir demasiado lejos y Calviño y Escrivá son una garantía.

Mejor presupuestos con riesgos que sumar una crisis política y la convocatoria de elecciones a las crisis sanitaria y económica que ya sufrimos. Eso si que sería letal para la economía. Porque, entre otras cosas, nada asegura que el resultado final fuera muy distinto del actual. Como ya pasó en noviembre del año pasado respecto a las elecciones de abril, cuando Sánchez aún decía que ni él ni los españoles podrían dormir tranquilos si había ministros de Podemos.

Sería positivo que los presupuestos se aprobaran con una mayoría en la que estuviera C´s, el PNV y, a ser posible, ERC. Los tabús habrían sido derrotados. Pero el futuro próximo de la economía española dependerá de la evolución de la pandemia (en este momento preocupante) y de la efectividad de la vacuna que se acaba de anunciar y que ha tirado al alza a las bolsas, sobre todo al Ibex porque nuestra economía es más dependiente del turismo y consecuentemente las mayores alzas inmediatas han sido las de IAG (Iberia) y Meliá.

La economía española tuvo un rebote espectacular el pasado verano pese a que la temporada turística fue mala. El tejido empresarial español –con el sostén de los créditos ICO y de los ertes– ha demostrado resiliencia y capacidad de rebote. Ahora estamos en un momento negativo, la segunda ola de la pandemia en la que lo esencial es evitar otro confinamiento domiciliario, pero también ante la esperanza de una vacuna efectiva y operativa antes de la Semana Santa. El futuro es incierto, pero con presupuestos mejor que sin ellos.