Divide y perderás

Pablo Pardo (Washington) | Contrariamente a lo que cabría esperar, el cultivo y producción de bananas en Estados Unidos está relativamente extendido por el país. El límite norte de distribución de esa planta se encuentra en lugares tan al Norte como la isla de Long Island, en Nueva York, y en terrenos de clima continental tan extremado como el norte de Kansas aunque, comprensiblemente, la mayor parte de la producción de esa fruta se sitúa en el estado de Hawai (el único, con Louisiana, donde la pandemia no parece hoy descontrolada).

La referencia botánica al plátano es necesaria en un contexto político en el que Estados Unidos ha confirmado, por derecho propio y sin paliativos, su incursión en el selecto club de las repúblicas bananeras. La catástrofe que ha seguido a las elecciones, con el presidente, Donald Trump negándose a admitir la derrota electoral y con la práctica totalidad del Partido Republicano apoyándole. ha sido la confirmación de que EEUU es casi un país en vías de desarrollo pero sin malaria. En el pasado, Estados Unidos solía invadir periódicamente las repúblicas bananeras, y nada hace pensar que a Trump y a su gabinete no les agradaría poder invadir su propio país, como ya trataron de hacer en junio para reprimir las protestas populares en varias ciudades el país.

‘Banana republic’

Con Estados Unidos en una situación política de subdesarrollo, la gestión de la economía en estos dos meses y medio que se prometen largos hasta que Trump deje la Casa Blanca (o sea legalmente considerado un “asaltante de un inmueble del Estado”, más simplemente, un ‘okupa’), pasa a depender de la Reserva Federal, una organización que, en principio, está fuera de las disputas políticas. El banco central estadounidense es independiente del Gobierno y, en teoría, no ve su acción limitada por quién está en la Casa Blanca. Aunque, dada la persistente debilidad del sistema institucional estadounidense, eso no está claro.

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