Un déficit democrático

L.M. Esplugas | Una reciente derrota futbolística por la mínima no parecía justificar que el principal periódico suizo (en lengua alemana) “cargase” contra España días más tarde, publicando una colaboración crítica de un profesor alemán acerca de la política española. El artículo comenzaba con un serio interrogante sobre la actualidad nacional: ¿va España camino de convertirse en un “Estado fallido”? Estos términos son comunes en ciencia política. El autor los generalizaba a todo el país aprovechando el comentario reciente de un político conocido, Iñigo Errejón, que se refería solamente a la Comunidad de Madrid.

El autor, Prof. Friedrich Leopold Sell, que quizá es poco conocido internacionalmente, es catedrático de Economía en la Universidad Bundeswehr de Munich, una universidad poco conocida también, porque responde a una iniciativa de Helmut Schmidt de crear dos universidades con el objetivo específico de impulsar el nivel académico de los miembros de las fuerzas armadas alemanas. No estamos hablando por tanto de ninguna figura internacional del mundo universitario alemán o de alguno de sus magníficos centros de investigación económica. Pero muchos considerarán inexplicable que reciba cobertura de un medio tan prestigioso, si bien el Neue Zürcher Zeitung, en definitiva, se había limitado a publicar una colaboración de terceros que no marcaba línea editorial. Una columna del NYTimes firmada por Paul Krugman, o por Martin Wolf en el Financial Times, no hubieran levantado una polvareda parecida.

¿De qué estamos hablando?
Es importante hacerse esta pregunta, porque hablar o escribir de un país como infeliz titular de un estado fallido no debe hacerse sin una base de hechos suficientemente argumentada. Existe coincidencia en afirmar, en términos muy generales, que un país es un estado fallido cuando no detenta el monopolio en el uso de la fuerza sobre la totalidad de su territorio ni es capaz de gestionar las estructuras administrativas necesarias para cubrir necesidades básicas de la población. Algunos países africanos se clasifican automáticamente en esta categoría, Somalia es un triste ejemplo.

PUEDE LEER EL ARTÍCULO COMPLETO EN LA REVISTA CONSEJEROS