La pesada losa de la deuda global podría exceder los 277 Bill. $ en 2020; muchas economías emergentes podrían enfrentarse a otra década perdida

Intermoney | En los nueve primeros meses del año, de acuerdo con el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF por sus siglas en inglés) que representa una suerte de asociación bancaria internacional, la deuda a escala global ha aumentado en 15 billones $ y, seguramente, exceda los 277 billones $ en 2020.

De forma que al término del presente año la deuda mundial ascendería al 365% del PIB frente al 320% con el que acababa 2019, a la sombra de las elevadas cifras en los países desarrollados que sólo son posibles debido a que nadie duda del papel de prestamista de última instancia de sus bancos centrales. De hecho, en lo transcurrido de año hasta el 3tr20, el IIF estima que la deuda de las economías avanzadas aumentó en 50 puntos hasta situarse en el 432% del PIB. No obstante, dicho incremento no se distribuía de forma homogénea y la mitad era explicado por EEUU donde el total de la deuda se situaba en 80 billones $ frente a los 71 billones $ de finales de 2019.

El otro gran país que protagonizaba el fortísimo incremento de la deuda era China debido al incremento de las cargas de las empresas no financieras, lo cual hacía que el total de la deuda emergente aumentase hasta 76 billones $ en el 3tr20. Una situación que contrastaba con el descenso de la deuda en dólares del conjunto de los emergentes una vez excluidas las cifras chinas, si bien esto no suponía una noticia tan positiva ya que la depreciación de las divisas de muchos emergentes era clave para explicar que la cuantía de sus obligaciones traducidas a billetes verdes descendiese. 


La carga de la deuda en China casi es secundaria cuando este país consiguió financiarse a tipos negativos en euros la semana pasada y, además, el dinamismo de su crecimiento y la fortaleza de su sistema institucional, incluido el banco central, minimizan cualquier escenario de riesgo. De forma que lo que nos preocupa son el resto de emergentes cuya situación es más complicada y ayuda a explicar que se proyecte el incremento de la deuda del mundo emergente en 26 puntos en 2020 hasta acabar el ejercicio en cifras próximas al 250% del PIB. 


De momento, Ecuador y Argentina ya han protagonizado importantes restructuraciones de la deuda este año y, en el segundo caso, sus problemas están lejos de acabar. Los analistas apuntan que las reservas internacionales de Argentina se encuentran próximas a cero y esto obligará al refuerzo de los controles de capitales (próximas a 39 mm. $ en términos brutos), pero también a permitir una mayor depreciación del peso argentino cuya senda deterioro es imparable y se intercambia por máximos históricos de 80,36 unidades por dólar. La pregunta es hasta dónde podía caer el peso argentino y la respuesta es mucho más, si tenemos en cuenta que en el mercado negro se cotiza por cerca de 160 unidades por dólar y existe una escasa confianza en las políticas económicas gubernamentales. De momento, la salida fácil de la monetización de la deuda sólo agrandaría unos problemas visibles en las tasas de inflación algo inferiores al 40% a. 


Los problemas no se dan sólo en Latinoamérica, dado que la lista de países en desarrollo que afrontaba tensiones en su deuda pasaba a ser conformada oficialmente por Zambia que suma la sexta nación en desarrollo que impaga o reestructura su deuda en 2020. Por desgracia, Zambia era el primer país africano en oficializar sus problemas, pero no será el último. El impago de Zambia es el adelanto de la confirmación del importante deterioro de las finanzas públicas que está por llegar. Antes de la crisis del COVID-19, el 40% de los países del África subsahariana estaban en riesgo de sufrir una situación de estrés de su deuda. 


El problema es que sin bancos centrales creíbles que respalden a estas naciones, la solución sólo pasa por las quitas de sus acreedores, ni siquiera por la moratoria en los pagos. Mientras tanto, resulta clave que los países emergentes y en desarrollo con problemas de deuda se cuiden mucho de caer en el error de su monetización, dado que catapultaría la inflación, o de no poner bajo control las obligaciones adquiridas. A la postre, elevados niveles de deuda sólo conllevarían un deterioro de las finanzas que llevaría aparejado la aparición de países y empresas zombies. De momento, el servicio de la deuda pública en los países emergentes se esperar que alcance el 10% de los ingresos gubernamentales en 2020 y que supere holgadamente el 8% en los próximos años, lo cual es acorde con una situación de insostenibilidad. 


Muchos países emergentes y en vías de desarrollo, sin el apoyo de sus países acreedores en forma de quitas, están abocados a otra década perdida como la experimentada en los años ochenta. La apuesta decidida por la reducción de la deuda castigaría de forma decisiva al crecimiento, pero también lo haría en el medio plazo el hecho de no hacerlo, al tiempo que la monetización de la deuda daría forma a tasas de inflación todavía más insostenibles. 


Los grandes protagonistas de este triste escenario lo serán muchos países del África subsahariana, a pesar de que hace poco más de una década las acciones del FMI y el Banco Mundial permitieron que unos 30 países africanos de bajo ingreso redujesen de forma drástica la carga de su deuda. Desde entonces, el peso de su deuda se ha duplicado hasta rondar el 57% del PIB y, en este caso, dicha cifra no debe interpretarse desde la perspectiva de un país desarrollado. De hecho, la situación de impago de Zambia rápidamente se puede extender a Ghana y Angola; lista a la que fuera del continente africano se puede sumar Sri Lanka y Líbanos, entre otros países.

Por el momento, a lo largo del mundo, se han identificado a 73 países tildados de naciones en desarrollo o pobres que podrían beneficiarse de las moratorias de pago ofrecidas por los países del G-20. Sin embargo, sólo 46 países habrían solicitado las moratorias hasta mediados de 2021 y lo habrían hecho por un importe de 5,7 mm. $, cuando desde el Banco Mundial se cuantificó en 11,5 mm. $ el importe total que podría estar sujeto a moratorias. La cuestión, desafortunadamente, no se soluciona con moratorias o reconfiguración de los periodos de pago como quieren China o EEUU, además del conjunto del G-20, sino en una reducción estructural de la carga de la deuda.

La palabra quita se ha convertido en un término tabú, en especial, para China que se ha convertido en un actor clave entre los acreedores de las naciones más desfavorecidas. Por ejemplo, la falta de claridad de las obligaciones de Zambia con esta nación asiática se está convirtiendo en un obstáculo clave para el resto de los acreedores. En total, de acuerdo con la Universidad Johns Hopkins, China ha prestado 143 mm. $ mediante sus bancos, empresas y facilidades gubernamentales a los países de África entre el año 2000 y 2007. De hecho, un tercio de los 30,5 mm. $ que deben afrontar los países subsaharianos de bajo ingreso en forma de pago de servicio de la deuda en 2021 viene explicada por acreedores oficiales de China y otro 10% por el Banco de Desarrollo de China. 


En conjunto, China es el gran acreedor de África y, en especial, de países que afrontan importantes problemas de deuda, tales como Yibuti, Etiopía, Kenia, Angola y la ya mencionada Zambia. Luego, sin una posición constructiva de los chinos, resulta complicado dar una solución real a los problemas de deuda muchas naciones pobres e incluso emergentes. Sin embargo, los chinos no renuncian a cobrar y, en el mejor de los casos plantearán el canje de su deuda por activos, tal y como ocurrió en 2017 cuando se hicieron con un puerto de Sri Lanka. 


En el caso concreto de muchas naciones africanas, el gran problema estriba en que necesitan quitas, pero también el refuerzo de la financiación a medio plazo para no coartar sus posibilidades de desarrollo. En concreto, el FMI estima necesario proveer de 410 mm. $ a África durante los próximos 3 años para cerrar su brecha de financiación externa. Luego, los problemas de muchas naciones pobres ejemplificados por los países africanos no se resuelven con moratorias y esto lo saben en el Banco Mundial. De hecho, el máximo responsable de la entidad alerta que, de no darse un apoyo decisivo que suponga un alivio estructural de la carga de la deuda, nos veremos abocados a un aumento de la pobreza y la repetición de los impagos desordenados de los años ochenta en muchas naciones de bajo ingreso. 


Luego, podemos asistir a una reedición de la década pérdida que afectó a muchas naciones latinoamericanas a finales del siglo pasado, lo cual se tradujo en déficits de crecimiento y aumento de la pobreza. Los errores del pasado pueden repetirse, aunque esta vez liderados por China que posee el 63% de la deuda bilateral por valor de 178 mm. $ que atesoraban en 2019 los países en vías de desarrollo con el G-20. El problema, una vez más, es que los acreedores acabarán dando prioridad a sus cobros e impondrán inmediatamente una consolidación fiscal que pasará factura al crecimiento de muchos países que se encuentran en una situación complicada. 


La carga de la deuda no sólo supondrá una pesada losa para el futuro de muchos países en desarrollo, también para otras muchas naciones. Entre el 3tr20 y finales de 2021, los países emergentes deberán hacer frente a pagos de deuda por valor de 7 billones $ y, de estos, el 15% son en dólares. Además, entre 2016 y el pasado trimestre, la deuda global aumentó en 52 billones $ frente al repunte de 6 billones $ que se dio entre 2012 y 2016. En otras palabras, en todos los ámbitos vivimos en un mundo inundado de deuda y esto supone un importante riesgo que no debemos pasar por alto.