La noción de que los tipos por sí solos justifican valoraciones más altas es errónea

James Athey (Aberdeen Standard Investments) | Hay muchas, muchas razones para cuestionar la sostenibilidad del rally que está experimentando la renta variable. En primer lugar, las valoraciones.

La historia sugiere que si se compran acciones a las valoraciones vigentes se tiene un alto grado de certeza de que el rendimiento a largo plazo será bajo o negativo tanto en términos nominales como reales. Las valoraciones no importan a corto plazo, pero a largo plazo son lo único que importa. La noción de que los tipos por sí solos justifican valoraciones más altas es errónea. No ha importado ni en Europa ni en Japón durante muchos años y en su lugar es, creo, una mera justificación a posteriori para un mercado impulsado puramente por un sentimiento maníaco y narraciones esperanzadoras. Si los tipos son bajos es porque las perspectivas de crecimiento son débiles, por lo que no hay justificación para unos múltiplos más altos, salvo como una métrica simplista de valoración de activos cruzados frente a los bonos. El problema es que los bonos tienen cupones fijos y baja volatilidad. Las acciones no tienen ninguna de las dos cosas, lo que hace que esa comparación simplista sea ingenua.

Las ganancias en sí mismas son una razón para ser cautelosos. Los datos del Bureau of Economic Analysiso muestran que la rentabilidad de las empresas en Estados Unidos se ha movido de forma lateral desde 2012 y, de hecho, ha disminuido desde 2014. En cambio, lo que hemos observado es que las ganancias están siendo calculadas a través de ajustes pro forma y canjes de deuda por acciones, ya que las empresas han emitido deuda para recomprar acciones. Esto ha sido genial para los paquetes de pago de la alta dirección, pero a expensas de cargar a las empresas con la deuda y vaciar la capacidad productiva

Por último, la perspectiva económica en sí misma. El periodo de reapertura económica mecánica ya ha pasado, pero debajo de este ruido cíclico se encuentra un problema estructural. La economía era débil, desequilibrada y frágil mucho antes de que hubiéramos oído hablar de la Covid. El exceso de dependencia de la deuda, una enorme brecha en la desigualdad, la concentración de la industria y una política monetaria cada vez más experimental y perjudicial ya habían hecho que la economía fuera frágil e ineficiente. Desde marzo, todo lo que ha sucedido es que se ha acumulado más deuda para enmascarar los impactos de la Covid.  En algún momento hay que pagar al gaitero.