Los ‘Nifty 50’ vuelven a la escena bursátil

Juan_Carlos_Ureta

Juan Carlos Ureta Domingo (Renta 4 ) | Como era previsible, la última semana del año transcurría sin sorpresas, en unas sesiones de trámite, solo animadas por el pequeño intento de fuga alcista que pareció producirse el lunes.

Ese intento no fue a más en las Bolsas europeas (el Eurostoxx ha finalizado la semana subiendo un escaso 0,26% y el Ibex ha bajado un 0,47%), pero en el caso de los tres índices americanos no solo permitió batir nuevos récords históricos el mismo lunes, sino que, además, llevó al Dow Jones y al S&P a finalizar la sesión de cierre anual del 31 de diciembre en máximos históricos de todos los tiempos, con ayuda de una oportuna subida de última hora. Una subida de última hora que algunos justificaron en que las peticiones de subsidio de desempleo semanales fueron 787.000 en lugar de las 828.000 previstas.

Esos récords de fin de año ponen el broche final a un año que termina con la idea de que nada puede ir mal en las Bolsas y que las acciones solo pueden subir (stocks can only go up). Una idea repetida obsesivamente por el «day trader» Dave Portnoy, líder de un activo grupo de operadores cortoplacistas de la plataforma Robin Hood. Portnoy se llama a sí mismo «Davey Day Trader» y se compara con Warren Buffett, a quien dice superar como inversor. Por muy folclórico o incluso ridículo que nos pueda parecer el personaje, y por muy simple que sea su filosofía de inversión, que se reduce a comprar, a poder ser de forma apalancada, un puñado de valores tecnológicos sin prestar demasiada atención a los llamados «fundamentales», lo cierto es que este año 2020 Portnoy y sus seguidores han ganado muchísimo más dinero que la mayor parte de las instituciones de inversión llenas de sesudos analistas y gestores profesionales.

Y esperan seguir haciéndolo en el 2021, un año el que realmente la sola posibilidad de que algo pueda torcerse en las Bolsas, aunque sea solo un poquito, pase lo que pase, sería la auténtica gran sorpresa, el «cisne negro». A esta especie de dogma de fe (stocks can only go up) se ha llegado tras una década de esfuerzos de los Bancos Centrales para conseguir la estabilidad perfecta en los mercados financieros, una década cuyo colofón ha sido el 2020. Ni la pandemia global, ni el cierre sincronizado de la economía, ni la ruptura de las cadenas globales de producción, ni la realidad cada vez más visible de una amenaza de disrupción darwinista en casi todos los sectores de la economía real han podido hacer sombra a la idea simple pero muy efectiva de Dave Portnoy de que «las acciones solo pueden subir».

Esa idea es aún más potente si hablamos de las grandes tecnológicas, llamadas a dominar la sociedad en el mundo post Covid. Las cinco grandes (Apple, Amazon, Microsoft, Alphabet y Facebook) a las que ahora habría que añadir Tesla, y las chinas Tencent y Alibaba. Esas ocho compañías suman siete trillones americanos (millones de millones) de dólares de valor en Bolsa, incluso después del desplome de Alibaba por sus problemas con los supervisores chinos, es decir, valen el doble que las cincuenta empresas del Eurostoxx.

En los años setenta del pasado siglo en EE.UU. se puso de moda la idea de invertir en las grandes compañías americanas, nombres entonces míticos como Polaroid, Coca Cola o Walt Disney, que en algunos casos no han podido sobrevivir al paso del tiempo. Esas cincuenta grandes compañías, a las que se llamó «Nifty 50», movían los índices bursátiles y Burton Malkiel en su famoso libro «Un paseo aleatorio por Wall Street» dijo que la mejor filosofía de inversión era comprar las «Nifty 50» e ir luego al campo de golf a relajarse y esperar con tranquilidad. Como se decía entonces, había que «comprar y nunca vender». Esas grandes compañías cotizaban con elevados múltiplos, como ahora, y completamente desconectadas de sus fundamentales, pero llegado un cierto punto dejaron de subir y cayeron durante varios años.

En el 2020 no han sido cincuenta sino más bien seis valores (los cinco grandes ya citados más Netflix) los que justifican más del 70% de las ganancias del S&P. Baste pensar que los cinco grandes representan más del 20% del valor del S&P y que Apple ha subido un 80% en el 2020, y Amazon un 76% frente al 16% de subida del S&P. Si quitásemos esas seis compañías del índice, es decir, si hiciésemos un S&P 494 la subida del índice sería mucho menor.

Ese nivel de concentración de las subidas, que se ve también reflejado en el espectacular avance del Nasdaq (+43,6% en el año) refleja la economía en «K» de la que venimos hablando y es una de las pocas sombras que nos deja el 2020 en lo que a las Bolsas se refiere. Una sombra, por otro lado, bastante relativa, ya que el verdadero motor de las subidas de las Bolsas es la firme decisión de los Bancos Centrales, como antes decíamos, de garantizar la estabilidad de los mercados financieros, decisión que tanto Jerome Powell en su discurso del 26 de agosto en Jackson Hole como Christine Lagarde en sus numerosas comparecencias recientes han elevado a la categoría de compromiso formal con los inversores.

Gracias al renovado «put» de los Bancos Centrales, apoyado en la brutal represión financiera que suponen los tipos de interés nominales o reales negativos (bonos por casi veinte trillones (billones de billones) de dólares cotizan ya en tipo nominal negativo) los inversores, como el Sigfrido de las óperas de Wagner que no sentía el miedo, no tienen la más mínima sensación de riesgo, y al final, en la economía del siglo XXI, el mecanismo que funciona es que las expectativas y las actitudes positivas se traducen en crecimiento económico, y por tanto, volviendo a Davey Day Trader, las acciones solo pueden subir.

Eso nos lleva al relevo de sectores y de geografías, y a la expectativa de que 2021 sea el año de los valores sensibles a la reapertura de las economías tras la vacunación masiva (algo ya hemos visto en algunos momentos en las aerolíneas y las hoteleras) y sea además el año de Europa, tras la nueva brecha abierta entre el Eurostoxx y el S&P de más de veinte puntos porcentuales en favor de este último en el 2020.

¿Qué podría ir mal en el 2021? Podría volver la inflación, ciertamente, pero es difícil en el actual entorno deflacionista de fondo. Podría ocurrir que las economías no respondan a los estímulos, y, pese a las vacunas, se queden estancadas. Podría suceder, finalmente, que los mercados financieros se vuelvan escépticos y dejen de responder con entusiasmo a las nuevas inyecciones monetarias y fiscales. Son tres escenarios muy improbables a corto plazo, pero no imposibles sobre todo en el medio plazo.

A más corto plazo, en EE.UU. este martes se verá qué partido domina el Senado, tras el resultado de las elecciones en Georgia, con dos senadores en juego. Si los demócratas al final se imponen, la llamada «ola azul» prevalecerá y se romperá la confortable situación actual para Wall Street, en la que un Senado republicano puede moderar las subidas de impuestos y las políticas intervencionistas de los demócratas. La expectativa es que los dos asientos sean para los republicanos, pero los demócratas están muy cerca en las encuestas.

Se publican también en EE.UU. los ISM de manufacturas y servicios de diciembre, así como el informe de empleo de diciembre, que esta vez no genera grandes expectativas en cuanto a nuevos empleos. Y por supuesto siguen las vacunaciones y la promesa de que, aunque la economía recupere la normalidad, los tipos de interés seguirán a cero, bajo el nuevo paradigma monetario.

Sigfrido se ha apoderado de las Bolsas, y la sensación de riesgo no existe, como lo demuestra el hecho de que bitcoin haya alcanzado casi los 35.000 dólares este fin de semana. Con las vacunaciones masivas en marcha y los Bancos Centrales atentos ante cualquier mínima caída, lo normal es que las Bolsas inicien el 2021 en el mismo tono alegre y confiado con el que han terminado el 2020.