La Filomena de los fondos de renta fija en 2021

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES)  | El mercado de renta fija vive desde hace tiempo una nueva era glacial. Buscar rentabilidad en los fondos de esta categoría es casi tan difícil como circular por un país congelado por Filomena. Pero incluso entre el hielo de los tipos de interés bajo cero se atisban algunas previsiones moderadamente positivas para los fondos de renta fija y para los mixtos de bonos y acciones.

Como ya he comentado varias veces, las mejores previsiones de rentabilidad para el año nuevo se concentran en la renta variable, sobre todo ahora que el íncubo rubiteñido ha sido definitivamente expulsado de la Casa Blanca y cuando parece que, quizás a finales de 2021, la vacuna nos comience a sacar por fin del túnel de la pandemia.

Pero ningún inversor a medio y largo plazo puede dejar de lado a la renta fija. De hecho, la teoría clásica indica que ésta debe proporcionar los cimientos de cualquier cartera de inversión equilibrada. En muchas de estas carteras y en los fondos mixtos, los bonos del Estado aportan cierto grado estabilidad ante cualquier súbito desplome de la renta variable, incluso en momentos en que los propios mercados de renta fija se tensan, como ocurrió en marzo del año pasado por culpa del primer terremoto vírico. Pero los grandes bancos centrales salieron al rescate para garantizar la liquidez de los mercados de deuda y la renta fija pudo respirar.

Pero una cosa es que los Estados y sus bancos centrales garanticen que el mercado de bonos no se va a hundir, y otra cosa muy diferente es esperar de él rendimientos espectaculares. Poner dinero en bonos del Tesoro con tipos bajo cero –como los que ofrecen el español a diez años desde el 10 de diciembre y los de otros países occidentales desde mucho antes– tampoco constituye un cimiento muy sólido, pues equivale a pagar para que el Estado nos devuelva, en el plazo determinado, menos dinero del que le prestamos. Pero lo cierto es que los bancos centrales de los grandes países desarrollados prácticamente han duplicado el tamaño de sus balances desde que estalló la crisis pandémica, por lo que hay dinero de sobra en el mercado, los inversores devoran ávidos las emisiones de bonos públicos y eso garantiza que la Filomena de los tipos bajo o cerca de cero va a durar muchísimo más que la meteorológica. La deuda total del sector público y privado alcanza el 280% del PIB mundial, según estimaciones de JP Morgan. Y para que se pueda financiar y refinanciar esta deuda, es imprescindible que los tipos permanezcan pegados al suelo durante muchísimo tiempo y que los bancos centrales, liderados por la Reserva Federal americana y el Banco Central Europeo, mantenga abierto el grifo de la liquidez.

Esto dificulta que los fondos de renta fija basados en deuda pública occidental obtengan rendimientos razonables o siquiera suficientes para superar una inflación, pese a que esta tiene escasas posibilidades de despegar hasta que las economías, superada la pandemia, vuelvan a tirar con fuerza. El gestor de fondos de renta fija debe buscar rentabilidades mediante la diversificación en otro tipo de bonos.

Como ocurre con la renta variable, todo lo que lleve la etiqueta ASG (la deuda emitida por empresas comprometidas con el medio ambiente, los asuntos sociales y el buen gobierno corporativo) tiene ventaja en la renta fija. Pero habrá que apostar también por otros bonos con mayores rendimientos, aunque también más riesgo, que los de las grandes compañías y los de los Tesoros europeos y americanos.

En esta línea, la llegada de Biden a la Casa Blanca sin duda relajará las tensiones entre China y Estados Unidos, lo cual beneficiará también al resto de países asiáticos y a buena parte de los emergentes. De ahí que la renta fija de estos estados emergentes goce también de perspectivas razonables, al ofrecer tipos más altos y un riesgo mayor, pero ahora más controlado y no pendiente de cualquier nueva locura como a las que nos tenía acostumbrados ese anti sistema llamado Donald Trump.

Esta vuelta a la normalidad en las relaciones internacionales, unida a las perspectivas de recuperación económica ligada al éxito de las vacunas (que quizás no notemos hasta principios de 2022, con la ansiada inmunidad de rebaño), alienta una mejora de los pronósticos en torno a la deuda emitida por empresas. Pero los gestores tendrán que ser muy selectivos: los bonos privados de alto rendimiento, los famosos “high yield” en terminología anglosajona, son ahora más atractivos si los emiten compañías con auténtico potencial que pueden beneficiarse con rapidez de una recuperación mundial del PIB y del comercio. También ahí los gestores de fondos de renta fija tienen el desafío de apostar por una gestión activa que sepa seleccionar bonos de la calidad y la duración adecuadas, como una buena vía para construir carteras que sirvan para complementar los objetivos de medio y largo plazo de los inversores.

Porque aunque, como todo el mundo espera, la rentabilidad está ahora, como casi siempre, en la renta variable, nunca debe faltar una cierta proporción de renta fija. Los fondos mixtos más flexibles y de gestión más activa pueden aportar este contrapeso a la renta variable necesario en todas las carteras, a condición de que el gestor sea muy dinámico también en sus apuestas de renta fija. Ya no vale limitarse a comprar bonos del Tesoro y sentarse a esperar un rendimiento seguro pero, en los próximos años, congelado en niveles minúsculos, en muchos casos apenas suficientes para cubrir el coste de las comisiones del fondo, pero incapaces de ofrecer rendimiento alguno al partícipe.