El 1T2020 empieza peor de lo previsto y el gobierno se retrasa en la implementación de ayudas directas a las empresas

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Joan Tapia (Barcelona) | La salud de la economía española, inmersa en la crisis mundial generada por la aparición hace ya casi un año del coronavirus, es todo menos buena. No obstante, el tradicional pesimismo español y la fuerte polarización de la derecha (y de sus áreas de influencia) contra el Gobierno Sánchez hace que el retrato que se nos ofrece de la realidad sea, en algunos casos, demasiado negativo. Sirve de poco lamentarlo, pero conviene tenerlo presente si queremos hacer un análisis desapasionado.

A la hora de preparar este artículo he repasado algunos recortes de prensa. Y me he topado (pagina 18 del diario Expansión del 21 de abril pasado) con un gran titular: “El Banco de España teme un desplome del PIB de hasta el 13% y un alza del paro al 21,7%”. Pues bien, con los datos en la mano, resulta que la caída del PIB se quedó en el 11%, una mejora de dos puntos, y que el paro acabó en el 16,3%, nada menos que cinco puntos por debajo de los previsto por el primer servicio de estudios del Estado. Quizás el Banco de España no pudo prever la prórroga de los Erte y sus efectos sobre el mantenimiento del consumo

El Banco de España es una institución sólida, como la mayoría de los bancos centrales europeos, y el dato es terrible porque estamos ante la mayor caída del PIB en muchos años, pero no deja de sorprender que la realidad haya sido –sobretodo en empleo– bastante mejor de lo previsto por los mejores analistas de la coyuntura. 

Y lo mismo ha vuelto a pasar con los datos del cuarto trimestre tras el fuerte rebote (16,4%) del tercero. La mayoría de los servicios de estudios (desde el Banco de España hasta Funcas) afirmaban que el crecimiento volvería a ser negativo mientras que los ministerios económicos apostaban por tasas positivas. Al final se ha visto que Nadia Calviño y Jose Luís Escrivá tenían razón pues el PIB ha aumentado un 0,4% frente a una caída media del 0,7% en la zona euro. En el total del año se ha perdido 622.000 empleos, pero en el último trimestre se volvieron a crear 167.000 puestos de trabajo.

Y explica lo que ha pasado que el sector privado haya destruido en el año 748.000 empleos mientras que el sector público haya generado 125.000 nuevos puestos de trabajo. ¿Inconveniente? ¿Lógico en un momento de gran recesión? En todo caso es lo que es.

Parece pues que el punto álgido del desplome se produjo en el segundo trimestre, que luego en el tercero hubo un fuerte rebote, pese a que la temporada turística fue catastrófica, y que la recuperación perdió mucha fuerza, pero no se truncó, con la segunda ola del coronavirus en los tres meses finales del año. Seguramente porque las restricciones a la movilidad fueron en España menos severas que en otros países europeos.

Pero desgraciadamente que los datos finales del 2020 hayan sido algo mejores de lo temido no es ninguna garantía sobre lo que va a pasar en los primeros meses del corriente año. La creencia de que la rápida implementación de las vacunas disminuiría con bastante rapidez los efectos negativos de la pandemia ha saltado por los aires. Primero porque la tercera ola es mas disruptiva de lo previsto –hasta el momento mas en Alemania, Gran Bretaña y Francia que en España– y también porque la llegada de las vacunas a los países de la UE está siendo más lenta de lo prometido.

Hay pues gran incertidumbre sobre lo que va a pasar en el primer semestre. Sólo una muestra. Las bolsas cayeron con fuerza a finales de enero –pese a la marcha alcista de los últimos meses y al optimismo generado por la llegada de Biden a la Casa Blanca– pero se han vuelto a recuperar en la primera semana de febrero. Esta reacción nerviosa de los mercados no hace sino reflejar la gran incertidumbre sobre las consecuencias de las nuevas cepas y la rapidez de la vacunación. La tendencia de fondo –ahí están las previsiones del FMI y de la Comsión Europea– es a un cauto optimismo respecto a la evolución económica del 2021, pero las primeras semanas han proporcionado varias duchas de agua fría por la virulencia de la tercera ola.

España se ha ido adaptando a vivir con restricciones a la movilidad (menores que en otros países), pero los primeros datos –paro y seguridad social en enero, venta de automóviles y camiones, caída del PMI manufacturero y de servicios por debajo del índice 50 que indica contracción– indican que la tercera ola del coronavirus está teniendo serias consecuencias.

¿Qué pasará en el primer semestre y en el resto del año? No sería nada extraño –en base a los datos de enero y a la evolución de la pandemia– que en el actual trimestre volviéramos a tasas negativas del PIB, a pérdidas de empleo y a un aumento del paro. ¿Qué sucederá más allá? Es difícil de prever. Va a depender del aprovisionamiento de vacunas –la UE ha tenido problemas, pero mucho menores de los que hubiera tenido España en caso de que hubiera negociado en solitario– y del ritmo interno de vacunación. También de lo que pase con la pandemia y con la evolución económica en otros países europeos –que es adonde exportamos mas– y en el resto del mundo. Nuestra economía va a depender mucho de lo que pase en Alemania y Francia.

También de la capacidad del Gobierno para mantener la política de apoyo a la economía –Ertes y créditos ICO– y para implementar ayudas más directas a las empresas. Este trimestre muchas –y mas las pymes y las del sector turístico– no van a tener ya problemas de liquidez sino de solvencia y no parece que el Gobierno esté reaccionando con la agilidad conveniente. La situación hoy es peor que la que se podía imaginar hace dos meses y la implementación de ayudas directas es mucho más urgente. La coyuntura en la segunda mitad del año también va a depender mucho –se teme un segundo año turístico malo– de la celeridad en ejecutar los 27.000 millones de inversiones del plan de recuperación europeo que el Gobierno ha presupuestado para este año.

El primer semestre va a ser peor de lo esperado y sobre el segundo planean demasiados interrogantes, entre ellos el porcentaje de la población que se habrá vacunado a finales de junio o a primeros de otoño. La aprobación de los presupuestos del 2021 ha dado una cierta confianza, pero el Gobierno sigue sin disponer de una mayoría sólida en el Congreso y las sublevaciones de Podemos (aunque sólo sean verbales) a los imperativos de la política económica europea tampoco van animar a los inversores. 

Que en este momento, cuando el BCE está financiando nuestras emisiones de deuda (150.000 millones superiores en el 2020 y 2021 a las previstas antes del coronavirus) y cuando esperamos recibir 140.000 millones de subvenciones y créditos muy blandos de la UE, haya todavía ministros que crean que la política económica española pueda (y deba) salirse del consenso europeo es poco menos que aberrante. Y es además lanzar un mensaje de insolvencia intelectual. No hay discursos ni razonamientos equiparables a los de Pablo Iglesias en ningún país europeo.  

Pero este mal no tiene remedio, al menos a corto. Con este parlamento y con estos partidos, no hay otra posible coalición de Gobierno. Y la repetición de elecciones no sería ninguna garantía de mejora. Las elecciones catalanas del próximo domingo serán importantes. Una sensible mejora de las posiciones del PSC –el partido constitucionalista mejor situado– ayudaría a la normalización de la política catalana. No digamos ya si Salvador Illa presidiera la Generalitat. 

Pedro Sánchez –genio y figura– ha jugado fuerte. Habrá que ver los resultados del día 14 por la noche y las negociaciones para la formación del nuevo ejecutivo catalán. Atentos.