Cuando mi fondo invierta en bitcoins… cambiaré de fondo

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Por un bitcoin se pagaban 22 dólares en 2013. No hace mucho se han llegado a pagar 48.000 dólares. Esto significa que la cotización de la criptomoneda se ha multiplicado por más de 2.181 en unos siete años. Pero el director de inversiones de una gestora acaba de decir que el bitcoin podría llegar a los 600.000 dólares, casi medio millón de euros. Parece fácil: bastaría con que su precio actual se multiplicara sólo por 12,5 veces. ¿Sorprende que algunos fondos de inversión digan que van a invertir en criptomonedas? A mí no me sorprende: me aterra.

Al parecer, ahora mismo con un bitcoin podría usted comprarse un Tesla (Musk ha anunciado que aceptará los pagos en esta criptomoneda). Pero si llega a esos 600.000 dólares, le daría para un buen piso en el centro de Madrid o Barcelona (cuyo precio seguro que no se multiplica por más de 2.182, como ha hecho el bitcoin en siete años).

¿A qué espera? Cómprese ya un bitcoin. Sólo uno. Le costará más que un buen coche, o incluso que un estudio en la playa… pero piense en lo que ganará. ¿O no?

La mayor gestora de fondos del mundo comunicó en enero a la SEC (la comisión de valores de Estados Unidos) que dos de sus fondos invertirán en futuros del bitcoin. Según una encuesta reciente de Evertas, el 26 por ciento de los inversores institucionales (fondos de inversión y de pensiones, seguros, “family offices”…) espera aumentar de un modo drástico su exposición a criptodivisas.

Tipos lenguaraces e influyentes como Elon Musk (que un día carga contra su propia Tesla, otro apoya la falsa revolución de los pequeños inversores agrupados en Reddit, otro anima al bitcoin y al siguiente a una criptomoneda emergente, el dogecoin) se dedican a calentar o enfriar el mercado según lo que se les ocurra por bajo la ducha. Con sus comentarios para calentar el dogecoin (que, paradójicamente, se lanzó en 2013 como una especie de burla o parodia de las nacientes monedas digitales), Musk ha conseguido convertirlo, hace escasos días, en la octava cripto más cotizada del mundo. Pero pocas sesiones después anunció que Tesla ha invertido 1.500 millones de dólares en bitcoin y que aceptará pronto que le paguen los coches en esa criptomoneda.

La pregunta es si comenzará a pagar también en bitcoin los sueldos de sus empleados, los impuestos, las contribuciones sociales, etc. De momento, logró que el bitcoin escalara en un par de días desde los 40.000 a los 48.000 dólares. Supongo que los reguladores ya estarán investigando si Musk y sus empresas tienen demasiado dinero en bitcoin que quieren rápidamente blanquear en dólares (en muchos más dólares que antes) quizás para retocar sus delicados balances y cuentas de resultados. No olvidemos que Tesla subió un 700 por ciento en Bolsa el año pasado, pero no por vender coches eléctricos (eso ya lo hacen todas las grandes marcas, seguro que mejores que los de Musk), sino por vender ilusiones.

Lo cierto es que la fuerte subida del bitcoin en los últimos tiempos parece alimentada no sólo por especuladores individuales y por gente con curiosos intereses como Elon Musk, sino también por dinero institucional (y yo añadiría que por grandes sumas de dinero negro de la delincuencia internacional). Hasta el punto de que un tal Scott Minerd, director de Inversiones de la gestora de inversión Guggenheim Partners, acaba de afirmar que el bitcoin podría subir hasta los 600.000 dólares a largo plazo ¿Qué considera Minerd largo plazo? ¿Siete años como los que han multiplicado por 2.181 el precio del bitcoin entre 2013 y principios de 2021? ¿O el doble de tiempo, o la mitad? Con las incertidumbres presentes sobre los mercados (sobre todo por la pandemia), el concepto de largo plazo se ha estrechado bastante. Pero si se cumple la previsión, con un bitcoin podrían comprarse diez o doce Teslas, porque además seguro que el precio de estos coches baja ante la creciente competencia de grandes marcas en la fabricación de automóviles eléctricos.

No sé a qué esperan los países para cambiar sus reservas de oro y de divisas por bitcoin. Conseguirían escasas criptomonedas, pero recuperarían 12,5 veces más cuando las vendieran dentro de equis años… si hubiera nuevos primos dispuestos a cambiárselas por dólares o por euros, o quizás más inversores institucionales dispuestos a deshacerse de sus posiciones en renta variable y renta fija para convertir sus dólares y euros en bitcoin, dogecoins, ethereum, litecoin o PPcoin (les juro que esta también existe, no es una moneda para repartir en sobres entre políticos)… o cualquier otro “chunguicoin” que le guste a Elon Musk. Y suponiendo que el propio Musk no comience a aceptar cualquier otra criptomoneda diferente del bitcoin para comprarse un coche. ¿Aceptará algún día billetes del Monopoly?

Sigo sin entender para qué valen el bitcoin, y las criptomonedas en general, salvo para especular a lo loco. Ni siquiera tengo claro cómo “se fabrican”, ni quién o cómo mueve sus cotizaciones. Tampoco nadie se atreve a decir cuánto “dinero” hay en criptomonedas. ¿Es posible que algún día alguien le dé a un botón y haga, por ejemplo, un split, y divida cada bitcoin por dos o por tres? ¿Será ese complejo sistema digital capaz de multiplicar de pronto por diez la oferta de bitcoin, o por cien, o por mil, lo cual sin duda impactaría en la cotización de la monedilla? Sólo sé que las criptomonedas son absolutamente artificiales y que además se reproducen como setas, lo cual indica que debe ser relativamente sencillo que nuevos seres anónimos (como el supuesto creador del bitcoin) generen en cualquier momento nuevas critomonedas, aunque creo que ya hay más de 7.000, que parecerían suficientes para colmar la lívido de los especuladores febriles de toda la Vía Láctea y sus alrededores.

Que nadie me hable de libertad de mercado, de salir de la tutela o “dictadura” de los bancos centrales, etcétera… para caer en la de un sistema opaco de “mineros” y otras cripto-especies que se dedican a alimentar a la bestia sin control alguno. Que tampoco me hablen de utilidad práctica: yo ya tengo divisas digitales en la cartera, en el móvil y en el ordenador, porque a golpe de click (o de tarjetas de débito y crédito) puedo hacer todo tipo de operaciones con mis euros. Sólo pago en monedas o billetes pequeños el periódico y la barra de pan. ¿Cómo voy a atreverme a vender algo y recibir a cambio un solitario bitcoin pensando que quien me ha dado el “equivalente” a 48.000 dólares (39.500 euros) por, por ejemplo, una plaza de garaje en mi barrio, incluido un coche de segunda mano dentro, a lo mejor mañana revende la plaza y el automóvil usado por otro bitcoin que ya vale 10.000 dólares más? Y si en vez de vender mi bitcoin por 58.000 dólares, voy y me lo quedo, ¿cómo convenzo a mi provedor de internet o al supermercado para que me cobren a partir de ahora en fracciones de céntimos de bitcoin, en criptocalderilla, con lo cual tendría línea y suministros gratis durante años y años, o hasta la eternidad si el bitcoin llega a 600.000 dólares? ¿Aceptarán también Hacienda o la Seguridad Social que durante años les pague en centimos de criptomoneda?

De momento, me quedo con lo que dice Warren Buffett: “Las criptodivisas básicamente no tienen valor y no producen nada. No se reproducen, no pueden enviarte un cheque, no pueden hacer nada, y lo que esperas es que alguien más venga y te pague más dinero por ellas más tarde, pero entonces esa persona tiene el problema. En términos de valor: cero”.

Así que, ánimo: pague 48.000 o 50.000 o 60.000 dólares por un solitario bitcoin y a lo mejor dentro de unos añitos le dan 600.000, o 20.000, o cien, o veinte… o se los cambian por dogecoins o por “circocoins” o “payasocoins” y le valen al menos para jugar al Monopoly. Yo, mientras tanto, el día en que alguno de los fondos en los que invierto anuncie que comienza a operar con criptomonedas, traspasaré todo el dinero a otra gestora… o volveré a considerar la inversión en ladrillos ante la evidencia de que el sistema financiero mundial está cavando su propia tumba y ya no es posible invertir en nada que no podamos tocar con nuestras propias manos.