Fondos con inteligencia artificial… y de la otra

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | “Los teóricos predijeron una inteligencia artificial refinada, guiada por principios bien concebidos; inteligencia con un aprendizaje de consulta de miles, de millones de dilemas morales. Tal inteligencia podría enseñarnos cómo ser, y cómo ser buenos. Los humanos éramos éticamente defectuosos: incoherentes, emocionalmente lábiles, proclives a la parcialidad, a los errores de cognición…”. Esta cita nos habla de un futuro que ya está aquí, en los fondos que apuestan por la inteligencia artificial, pero también en los que gestionan de un modo natural… pero inteligente.

El texto entrecomillado procede de una interesante novela, “Máquinas como yo”, publicada por el británico Ian McEwan en 2019. La obra construye una atractiva distopía, pero no ambientada en el futuro, que es lo habitual, sino en un pasado ya algo remoto: unos años ochenta del siglo XX en los que el Reino Unido habría perdido la guerra de las Malvinas en vez de ganarla, pero en los que ya existirían internet, la conducción autónoma de vehículos, la robótica, la inteligencia artificial avanzada y otros logros tecnológicos propios del siglo XXI. ¿Cómo era posible que hace cuarenta años se alcanzaran estos hitos? Pues porque la novela se asienta en la ficción de que seguiría vivo el famoso Alan Turing, uno de los mayores cerebros de la Historia (no se pierdan la gran película sobre su vida “The Imitation Game”, titulada “Descifrando Enigma” para su versión en español). El libro de McEwan parte de la base de que Turing no se hubiera suicidado en los años cincuenta, por lo que durante el pasado siglo habría sido el gran impulsor de tecnologías que, sin él, tardarían tres o cuatro décadas más en llegar (como efectivamente sucedió en el mundo real).

La novela se centra sobre todo en el debate ético en torno a la inteligencia artificial si, gracias a ella, se llegara al desarrollo de robots mucho más inteligentes que los humanos y, por supuesto, capaces de adoptar decisiones éticas y morales que, en ocasiones, dejarían descolocados a sus propios creadores. De hecho, uno de los protagonistas de la novela es un robot que comienza a tomar decisiones por sí mismo y acaba enfrentado a su propietario.

No sabemos si la inteligencia artificial llegará tan lejos y no vamos a entrar en los dilemas éticos que plantea. Pero lo cierto es que ya está aquí y que el inversor puede acceder a ella a través de fondos de inversión especializados. Es, además, una de las temáticas más recomendadas este año. Como damos por descontado que invertir en bonos es una mala idea (hasta Warren Buffett acaba de hablar de sus “patéticos retornos”) y que habrá escasa rentabilidad fuera de las Bolsas, la cuestión ahora es decidir qué sectores bursátiles serán los nuevos ganadores.

Ya hablé en esta columna, hace un par de semanas, de una de estas temáticas vencedoras: las infraestructuras (que están incluso bajo algo tan aparentemente intangible y ya imprescindible como eso que llamamos la nube). Otra es sin duda la inteligencia artificial, a quien numerosos gestores de fondos consideran no ya una de las apuestas ganadoras del año, sino incluso del siglo.

La clave para entender la pujanza y el potencial de la inteligencia artificial radica en que constituye quizás la tecnología más transversal. Es decir, sirve para todo: para incrementar las capacidades de aprendizaje automático de los algoritmos, para manejar el inmenso flujo de datos de la nube y la potencia de cálculo de cualquier empresa, sea cual sea su tamaño y sector… Tiene un destacado potencial en todos los sectores, alguno de ellos tan relevante –ahora y frente a próximas e inevitables pandemias–, como el sanitario: la investigación de nuevas vacunas y medicamentos, la prevención, el diagnóstico y tratamiento de enfermedades, la detección de nuevas epidemias… En todos esos ámbitos, la inteligencia artificial será una herramienta básica para proteger nuestra salud durante las próximas décadas.

Las previsiones del crecimiento del mercado de la inteligencia artificial, quizás precisamente por su carácter transversal, son diversas y también complejas. He leído análisis que hablan de que generará más de 15.000 millones de dólares en la próxima década; otros estudios estiman que alcanzará los 45.200 millones en un horizonte tan próximo como 2026, los que supondría un crecimiento medio anual superior al 44 por ciento desde los 4.900 millones estimados el verano pasado (datos del Instituto ReportLinker).

Ya hay varios fondos en el mercado especializados en inteligencia artificial y/o en empresas que la utilizan de un modo intensivo para mejorar sus resultados en los más diversos sectores. Parece evidente que, pese al reciente frenazo de los valores tecnológicos y el temor suscitado por el mercado de bonos (no se asusten, no va a volver la inflación y los bancos centrales van a seguir manteniendo bajos los tipos), la Bolsa continúa siendo la apuesta imbatible y más inteligente, sobre todo si también lo es el gestor capaz de manejar activamente su cartera. Y si además de contar con la inteligencia natural de los mejores gestores activos, contamos con el chispazo de la inteligencia artificial, mejor que mejor.