EEUU destina 3,3 bill.€ a la lucha contra los efectos de la pandemia; la UE no ha desembolsado aun ni los 750.000 M€ 

Pablo Pardo (Washington) | ¿Y si resulta que vamos a salir de la recesión del Covid-19 demasiado deprisa? En Europa eso suena a chiste, desde luego, gracias al desastre organizado por la Comisión Europea con la compra de las vacunas, y a la insistencia de los países del norte de la UE de que no hay que comprometer fondos para la reactivación de los vagos del sur (como ya escribió en 2010 ‘Bild’, el periódico más leído de Alemania, “Grecia, pero también España y Portugal, tienen que comprender que el trabajo duro – lo que significa un ahorro férreo – viene antes de la siesta”). Pero no es ése el caso de Estados Unidos. Al otro lado del Océano Atlántico, la campaña de vacunas va mucho más deprisa, y los poderes públicos no han sido timoratos a la hora de gastar para estimular la economía. 

Los resultados son evidentes. A día de hoy, aproximadamente uno de cada ocho estadounidenses está plenamente vacunado, es decir, ha recibido sus dos inyecciones. El presidente Joe Biden espera que en dos meses todos los ciudadanos que así lo deseen tengan acceso a vacunas. A su vez, el número de estadounidenses que está dispuesto a vacunarse ha crecido del 60% al 69%. Eso permite vaticinar que ese país alcanzará la ‘inmunidad colectiva’ – que se da cuando en torno al 70% de la población está vacunada– en julio. 

A eso se suma el enorme gasto público lanzado parta combatir la recesión causada por el Covid-19. Con el paquete de estímulo aprobado la semana pasada, son ya 4 millones de dólares (aproximadamente 3,3 billones de euros) entre aumentos del gasto y recortes de impuestos lo que Washington  ha destinado con carácter inmediato a la lucha contra los efectos económicos del coronavirus, incluyendo hasta un máximo de 3.200 dólares (2.690 euros) por persona, y unas transferencias directas de hasta 300 dólares (252 euros) por menor de 6 años. Es, en buena medida, un ensayo de renta mínima universal que podría, además, hacerse permanente, o cuasi-permanente (es decir, ser renovado todos los años) en el caso de las ayudas a las familias con hijos. Si se compara esa cifra con los 750.000 millones de euros de la UE que aún no han sido desembolsados, la diferencia en la respuesta ante la pandemia de los dos grandes bloques económicos de Occidente es enorme, y no muy favorable a la UE.

Pero estas ayudas masivas, unidas a la relajación monetaria de la Reserva Federal, podrían ser excesivas. Esa idea empezó en diciembre, lanzada por el ex secretario del Tesoro con Bill Clinton y ex jefe del equipo de asesores económicos con Barack Obama Larry Summers, al que pronto se sumó, para sorpresa de muchos, uno de los keynesianos más influyentes del mundo: el ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) Olivier Blanchard. En aquel momento, el debate parecía de orden fundamentalmente académica. De hecho, hubo hasta una discusión – online, por supuesto – entre Summers y el Nobel y santo patrón de los keynesianos del mundo, Paul Krugman, acerca de la existencia o no del peligro de inflación.  

Pero en febrero ya quedó claro que el mercado empezaba a compartir los argumentos de Blanchard y a Summers más que los de Krugman. Los tipos de interés a largo plazo empezaron a subir, la Bolsa comenzó a dar señales bajistas, mientras el dólar se apreciaba y el mercado laboral continuaba reactivándose. La intervención del presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, en el Comité de Banca del Senado el 23 de febrero no ayudó a cambiar la percepción de que Estados Unidos se dirige hacia un periodo de relativa aceleración de la inflación. 

Powell insistió en que “la batalla todavía no está ganada” en referencia a la lucha contra los efectos económicos del coronavirus, e insistió en que la política monetaria no va a cambiar hasta que el país recupere el empleo y mantenga una tasa de inflación superior al objetivo del 2% por un periodo relativamente largo. Es una afirmación lógica, si se tiene en cuenta que el mercado laboral todavía tiene diez millones de empleos menos que hace un año y que, como se ha explicado en otras ocasiones en esta columna, la recesión del Covid-19 está empezando a generar una creciente masa de parados de larga duración cuyo retorno a la actividad va a ser, en el mejor de los casos, difícil. Pero lo que más provocó el interés del mercado fue que el presidente del banco central también dejó claro que la ‘Fed’  no va a ejercer ningún tipo de intervención para mantener la curva de tipos plana. Eso es algo relevante, porque el bono a diez años ha pasado de dar un cupón del 0,92% al 1,5% en solo dos meses. 

Las razones para la inactividad de la Reserva Federal parecen, a priori, evidentes. A mediados de octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) preveía un crecimiento de Estados Unidos del 3,1% en 2021. A finales de enero, del 5,1%. Un mes más tarde, Goldman Sachs llevaba la cifra al 7%. Ésa sería la cifra más alta de esa economía desde 1984. Aun teniendo en cuenta que se está saliendo de la recesión del Covid, supondría que el PIB de Estados Unidos crecería holgadamente por encima de China. El precio del petróleo se situaba a principio de marzo en su nivel más alto en 14 meses, lo que añadía más leña al fuego.

El hecho de que el mercado reaccione de manera negativa al hecho de que el banco central simplemente reafirme que va a mantener los tipos oficiales en el 0% y a seguir comprando cada mes 120.000 millones de dólares (100.000 millones de euros) en deuda pública y privada hipotecaria es indicativo de las distorsiones creadas por el COvid-19. Unas distorsiones que afectan de manera muy especial a las empresas tecnológicas. El NASDAQ, que está mayoritariamente formado por empresas de ese sector, entró brevemente en terreno de corrección (es decir, cayó más del 10% en relación a su máximo) a principios de marzo, en medio de una carnicería de los títulos de empresas que hasta hace pocas semanas eran las estrellas del mercado. Así, la empresa de videoconferencias Zoom llegó a caer un 23% en solo cuatro días; la de bicicletas estáticas y ‘fitness’ Peloton , un 15% en tres; y la de venta ‘online’ de productos para mascotas Chewy, un 25% en cuatro semanas. 

El hecho de que muchos valores tecnológicos estén sufriendo esta corrección es, en realidad, un buen síntoma. Significa que el mercado está empezando a fijarse en otros sectores que hasta ahora han estado en muchos casos abandonados por los inversores debido al Covid-19. En realidad, el temor a la reflación es algo positivo, porque es un síntoma de la economía está volviendo a la normalidad