Renta variable británica post-Brexit: ¿Por qué aislarse en una isla menguante?

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Valoraciones bajas tras la escasa recuperación desde mínimos, acuerdo aparente en el Brexit, vacunación acelerada… Las recomendaciones positivas sobre la Bolsa británica son casi tan frecuentes estos días como las polémicas que rodean a su rancia (y al parecer racista) monarquía. No faltan fondos de inversión especializados en la renta variable del Reino (cada vez menos) Unido. Pero, ¿por qué aislar nuestra inversión en esas islas de la Menguante Bretaña, cuando es posible diversificar en fondos de bolsa europea y, por supuesto, global?

Cierto, la Bolsa británica se ha recuperado mucho menos desde marzo del año pasado, cuando la crisis vírica hundió todos los índices: ha subido apenas un 3 por ciento en los últimos doce meses, frente a casi el 30 por ciento de escalada del S&P 500. Cierto también que, con o sin Brexit, sigue habiendo grandes empresas británicas cotizadas que pueden haber tocado fondo y están a valoraciones atractivas. Algunas de ellas, relacionadas con sectores que, como el energético o el consumo, pueden beneficiarse de la recuperación económica en ciernes. Cierto también que el ritmo de vacunación acelerado en las islas augura que quizás consigan la ansiada “inmunidad de rebaño” antes que algunos de sus vecinos del otro lado del Canal de la Mancha.

Pero no es tan cierto que el acuerdo comercial en torno al Brexit abra un escenario más despejado. De eso nada: ahí están los recientes incumplimientos británicos de lo acordado; la vigilancia y desconfianza de la Unión Europea (que aplaza la ratificación del acuerdo y amenaza con sanciones contra el Reino Unidos mientras el gobierno de Boris Johnson siga pasándose por “la pérfida Albión” el tema de la frontera irlandesa); una Escocia que avanza a marchas forzadas hacia un nuevo referéndum para, esta vez sí, quedarse en la Unión Europea (como Londres prometió, y no cumplió, para lograr el no en la anterior consulta) y, sobre todo, las tensiones en Irlanda del Norte.

Este último punto es especialmente crítico: no sólo está en el centro de los incumplimientos británicos de lo pactado con Europa, sino que ya comienza a generar tensiones políticas y sociales que quizás podrían degenerar en los enfrentamientos violentos de aquellos años terribles de sangre y plomo. Ojalá no se llegue a tanto. Pero no olvidemos que la ansiada paz entre independistas y unionistas, la que puso fin a las décadas de conflicto norirlandés, fue firmada por ambas partes… ¡con la Unión Europea, es decir, con Bruselas, no con Londres! Y que Londres quiere ahora jugar con la frontera norirlandesa a su antojo, sin respetar lo pactado con Europa.

Todo esto, en un contexto de grave crisis económica en el Reino Unido, provocada por la Covid pero acentuada sin duda por el Brexit. La economía de las islas ha caído más que la media de la Unión Europea e incluso más que países lastrados por un turismo asesinado por la pandemia. Justo tras firmarse el frágil acuerdo para el Brexit, las exportaciones británicas a la Unión Europea registraron en enero un desplome récord del 41 por ciento, el tiempo que el PIB de las islas retrocedía un 2,9 por ciento frente a diciembre. Y la City de Londres (pese a ser un inmenso lavadero del dinero negro que llega de Rusia y los paraísos fiscales británicos) cada vez es menos importante en el escenario financiero mundial: la capitalización total del índice británico FTSE 100 es de apenas 2,7 billones de dólares, frente a los más de 2 billones de Apple o la petrolera saudí Aramco, los 1,64 billones de Microsoft o los 1,56 de Amazon. La Bolsa de Londres ya no es la principal de Europa, desbancada en enero por la de Amsterdam, donde se movió un volumen cuatro veces superior al de la City. Amsterdan lidera además las salidas a Bolsa en Europa (un cetro que antes tenían Londres) y cada vez se hincha más, sobre todo desde que, a partir de 2018, un creciente número de empresas británicas comenzó a saltar el Canal de la Mancha para migrar hacia la cercana –y, sobre todo, comunitaria– plaza holandesa. No olvidemos que el sector financiero aporta aproximadamente el 10 por ciento del PIB británico, por lo que la decadencia de la City se puede convertir en otro serio problema que se sume a la pandemia y al fallido Brexit.

Ya sabemos que además Holanda tiene bastante de paraíso fiscal, mientras que los británicos se alejan de ese sueño. En algún momento se temió que el Reino Unido se convirtiera en un nuevo macro destino fiscal, en una Singapur pegada a Europa, pero la pandemia y la consiguiente crisis alejan esa posibilidad: de hecho, el déficit público aprieta y, para combatirlo, Londres acaba de anunciar que subirá su impuesto de sociedades nada menos que seis puntos porcentuales, del 19 al 25 por ciento. No lo hará hasta 2023, pero queda claro que a Londres le va a ser difícil competir fiscalmente para atraer empresas foráneas, o para evitar la fuga de las propias hacia el continente, ya que los empresarios siguen huyendo de la estupidez del Brexit.

Si, pese a todo, a usted le gusta la renta variable británica, adelante. Quizás la City lo haga bien este año, aunque no creo que mejor que sus vecinas del otro lado del Canal o que las estadounidenses o las asiáticas. El Brexit encierra a los británicos en la estrechez de sus fronteras, agrava la caída del PIB causada por la pandemia, amenaza con tensiones independentistas y provoca la fuga de empresas y capitales. ¿Quiere ser usted, con su dinero, quien acuda al rescate al invertir en esas islas inciertas? ¿Por qué, si hay un ancho mundo donde operar a través de fondos de inversión diversificados internacionalmente? Si hasta los gibraltareños están deseando depender cada vez menos de su metrópoli para intentar mantenerse unidos a esa Unión Europea de la que nunca quisieron salir…

Y, por favor, no tomen esto como una proclama nacionalista, sino europeísta. Fueron los “brexiters” quienes, con sus mentiras y su rancio ensueño imperial y racista, recurrieron obscenamente al nacionalismo, tan decimonónico y retrógrado como todos. Lástima que arrastraran a la mitad de los británicos que querían seguir en Europa… y a muchos que se dejaron engañar para ser ahora más pobres.