Activismo y ‘Engagement’ llaman a la puerta también en España

Fernando Rodríguez | El desarrollo de un activismo más o menos exigente y la regularidad en las relaciones de los inversores institucionales con las compañías cotizadas son dos tendencias globales que se imponen crecientemente en España, según se puso de manifiesto en el webinar de expertos “Activism at the gate” promovido por la Asociación Española de Relaciones con los Inversores (AERI) con la colaboración de la firma de inteligencia de mercado CMi2i.
España no es el violento mercado norteamericano de capitales que describía “Barbarian at the Gate” –el libro clásico de 1989 que narraba la entrada hostil del fondo KKR en RJR Nabisco-,  pero sí presenta, con sus especificidades locales, los rasgos que definen el activismo accionarial a nivel global. “Hasta ahora, habíamos visto a los sindicatos y algunos empleados o accionistas particulares intervenir en las juntas interpelando sobre los regalos,  el dividendo o la marcha de la acción, pero no consideramos esto como activismo”, explicó Juan Prieto, fundador y director general de Corporance –del Grupo Proxinvest-, que es el primer proxy advisor de capital español y emite cada año decenas de opiniones sobre propuestas de compañías cotizadas españolas  a sus juntas de accionistas. Prieto estimó que “las cosas van aumentando en términos de activismo en nuestro país y los inversores extranjeros, que actúan muy globalmente, comienzan a ver el español como un mercado senior. Lo que nos diferencia es que los inversores institucionales españoles son menos activos, pero los temas globales y la nueva legislación de inversión  a largo plazo en nuestro país van a apretar a los gestores” de fondos, en la medida en que deben publicar información sobre su política de relación con las compañías en las que invierten una vez aprobada y en vigor la transposición de la directiva SRDII, de fomento de la inversión a largo plazo.
AENA es una de las primeras cotizadas españolas en experimentar el activismo beligerante de un accionista, ya que tuvo que formalizar un Plan Climático por las exigencias del fondo británico activista TCI (The Children Investment). Su Director Financiero, Emilio Rotondo, se mostró positivo respecto a la utilidad de tener accionistas activos o activistas y argumentó que TCI está en el capital desde el salto al parqué de esta  en 2018 y que su presencia “es muy positiva porque da al Consejo una buena visión y un `feed-back´ sobre lo que quiere el mercado. La idea de la compañía y la del inversor son compatibles.”
Abundado en esta idea de la colaboración, Manuel Isaza, Director Investment Stewarship de BlackRock –primer inversor extranjero institucional en la bolsa española con posiciones por valor de 19.000 millones de euros- distinguió entre “un `engagement´ activo con la compañía”, que es lo que esta firma dice desarrollar como política general, y un activismo más agresivo. “Identificamos a las compañías los temas claves en los que estamos interesados y les damos a conocer si sus actuaciones están alineadas con nuestras expectativas, con ánimo de que se enfoquen a mejorar”, explicó Isaza. En especial, en aspectos relacionados con ESG, que, dijo, son los que les “demandan” sus clientes. “No tomamos decisiones que no estén relacionadas con la información pública que emiten las compañías”, aclaró este directivo de BlackRock.
Mark Simms, Chief Executive Officer de CMi2i, dijo, con el general acuerdo del resto de ponentes, que “el `engagement´ es la mejor estrategia contra el activismo” y aconsejó elaborar una especie de mapa de riesgos para “identificar las debilidades y fortalezas” de las compañías y sus políticas y actuaciones en relación con la “base de accionistas” y si esta las “apoyaba, estaba en contra o no se conocía su posición”.