El amoniaco y el hidrógeno verdes, aliados en los fondos de energías renovables

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa, Director de GESTORES | El hidrógeno verde, una de las energías renovables del futuro, es vital para que la producción de amoniaco (imprescindible para multitud de industrias) deje de ser contaminante y se sume también a los esfuerzos por descarbonizar el planeta. Así como hemos visto el florecimiento de los fondos de inversión centrados en el hidrógeno, pronto habrá que ver si estos productos, u otros nuevos, también incorporan en sus carteras a empresas especializadas en el amoniaco verde.

En esta misma columna del 7 de enero (casi dos meses antes del comienzo de la invasión de Ucrania) ya se habló de la creciente importancia del hidrógeno verde, el obtenido mediante la utilización de las energías renovables. Y, lo mismo que en la edición número cinco de la revista GESTORES (de abril del año pasado), repasamos el creciente número de fondos de inversión que apostaban por el hidrógeno verde, lanzados por gestoras como Renta 4, Ibercaja Gestión o CPR AM (filial de Amundi).

El hidrógeno verde (el obtenido a partir de electrolisis o de gases biológicos) promete ser una de las energías limpias del futuro por sus ventajas como combustible limpio para motores de combustión (ya hay coches y autobuses movidos por hidrógeno, aunque lógicamente la red de suministro en estaciones de servicio aún es escasa), como fuente de energía para pilas de combustible y para usos domésticos e industriales, sin olvidar su potencial en aeronáutica, con el desarrollo de aviones que surquen los cielos con un impacto contaminante igual a cero. Y pronto tendremos en España el primer ferrocarril impulsado por esta nueva energía

Pero el hidrógeno verde puede ser también importante para producir amoniaco. El amoniaco, masivamente utilizado en multitud de industrias y para producir fertilizantes (un sector llamado a reconvertirse por culpa del cambio climático y su impacto en las cosechas), es hasta ahora un producto cuya fabricación es muy contaminante. De ahí que se lo denomine “amoniaco gris”. Pero puede ganar la etiqueta de verde si también es de ese color el hidrógeno utilizado para su producción. De ahí que, de un modo indirecto, el amoniaco verde será impulsado por las masivas inversiones previstas, por ejemplo, en Europa para animar la producción de hidrógeno verde: el objetivo de la Unión Europea es que el hidrógeno verde suponga el 14 por ciento del reparto energético europeo en el año 2030, frente a sólo el 2 por ciento actual. Para ello, será precisa una fortísima inversión público-privada, que se estima en 470.000 millones de euros si extendemos el cálculo hasta 2050. Cuando lanzó su fondo especializado en hidrógeno verde, la gestora Amundi estimó que en ese mismo 2050 el hidrógeno supondrá ya el 17% de la demanda energética global y contribuirá a reducir en un tercio la emisión de gases de efecto invernadero.

Todas estas cifras ganan aún más relevancia con los nocivos efectos de la guerra de Putin sobre el precio del gas. La electricidad de origen eólico y solar (la necesaria para producir hidrógeno y, por ende, amoniaco verdes) tiene costes cada vez más competitivos que la generada por carbón o centrales térmicas de gas, cuyo coste ha sobrecalentado el sátrapa de Moscú.

Por si esto fuera poco, el hidrógeno verde también se puede transportar por gasoductos (con las necesarias modificaciones técnicas de las instalaciones), lo cual eleva los puntos de esta energía frente al propio gas y debería estimular la famosa conexión entre la Península Ibérica y el resto de Europa a través de los Pirineos, pese a las reticencias del gobierno galo.

Además, tenemos muy cerca, al otro lado del Mediterráneo, dos estados, Marruecos y Egipto, con gran potencial de producción de hidrógeno verde. El país de las pirámides ya ha lanzado todo un plan estratégico nacional para potenciar el desarrollo de esta nueva fuente de energía en la zona económica del canal de Suez, que además es una importantísimo nudo de comunicaciones para facilitar su transporte (véase “El País” del 21 de agosto). Y hay empresas europeas, como la noruega Scatec, implicadas en ese proyecto, ligado, por supuesto, a la industria de los fertilizantes, precisamente por el potencial del hidrógeno verde para producir amoniaco del mismo color.

Todo esto refuerza la idea que repito para diversificar: más que apostar por productos especializados en materias primas y energías tradicionales (sometidas a fuerte volatilidad geopolítica y al necesario cambio producido por la emergencia climática), el inversor en fondos debe tener en su cartera energías renovables y productos de futuro, como el hidrógeno verde y el amoniaco verde, que también ganará presencia en los fondos de inversión especializados en la agricultura del mañana.