Incentivos fiscales a la inversión

Ricardo Jiménez (Harmon) | Las empresas realizan inversiones buscando obtener una rentabilidad superior a su coste de financiación y adecuada al riesgo que asumen. La importancia de la inversión empresarial va más allá de la obtención de beneficios para la compañía. Es un factor fundamental que determina al crecimiento de la economía, el aumento de la productividad, la generación de conocimiento y la transformación de las sociedades. La inversión en capital productivo ha sido fundamental en los grandes cambios de los dos últimos siglos, como el desarrollo del ferrocarril en el diecinueve o la electrificación en el siglo veinte. Los miles de millones invertidos por operadores privados en el desarrollo de banda ancha en Internet, permitió absorber el enorme incremento en el tráfico de datos fruto de la pandemia.

Las decisiones de si invertir o no, donde y cuanto se invierte está afectada por numerosos motivos; normalmente, más importantes que los impuestos, como la propia bondad industrial per se de los proyectos. En proyectos de rentabilidad parecida, la fiscalidad de la inversión puede decidir si ir adelante o no con un proyecto, ya que afecta a la caja libre que va a generar la posible inversión.

Cuando se habla de fiscalidad, la atención se suele centrar en el tipo del impuesto sociedades más que en cómo se determina la base impositiva sobre la que se aplican los impuestos. Sin embargo, tanto el tipo del impuesto como el cálculo de la base son determinantes para calcular la tasa fiscal efectiva del proyecto. Esta tasa efectiva afecta directamente a la caja que el proyecto puede generar o no y al acceso y coste de la financiación.

En los últimos años se ha producido a nivel mundial y especialmente en los países de la OCDE una rebaja generalizada de los tipos impositivos del impuesto de sociedades. Estas rebajas han venido acompañadas de recortes de numerosas subvenciones a la inversión. Estos recortes han permitido que los ingresos fiscales de los Estados por impuesto de sociedades no sufrieran caídas a pesar de los menores tipos impositivos.

La limitación de los incentivos a la inversión perjudica a los sectores que son más intensivos en capital y provoca el cambio de la economía de un país hacia sectores con industrias que necesitan menos inversión. Estos incentivos son claves para financiar, por ejemplo, las inversiones necesarias para hacer frente al cambio climático. En este ámbito, Estados Unidos aprobó un paquete de medidas incentivadoras de tal calibre que muchas compañías europeas están dirigiendo sus inversiones a dicho país.

Las inversiones de capital no son tratadas en la contabilidad como un gasto más de la compañía. Normalmente no se permite deducir de los ingresos el total del gasto anual incurrido como inversión en maquinaria, edificios, o intangibles. Los distintos paises aplican normas de amortización que fijan los años en que se amortiza la inversión realizada.

 Al final del periodo de amortización, cinco, diez o treinta años incluso, las compañías se han deducido como gasto el valor nominal de la inversión inicial. Lógicamente no tiene el mismo valor el dinero gastado hoy que la deducción nominal veinte años después. Se generan unos resultados que no recogen el total de gastos incurridos y en consecuencia unos mayores beneficios ficticios por los que se pagan más impuestos. Las compañías que invierten pierden todo el valor del dinero en el tiempo.

Este efecto se acentúa con mayores periodos de depreciación o entornos inflacionistas. Las decisiones de los gobiernos sobre el tratamiento de la amortización de las diferentes inversiones pueden distorsionar el coste de los distitnos proyectos y cambiar el perfil de la economía con una evidente pérdida de productividad.

En los paises de la OCDE, como media, las compañías pueden recuperar el 85,2% de sus inversiones en maquinaria, el 79,6% en intangibles y solo un 50% de la inversión en edificios. En esta clasificación elaborada por Tax Foundation, la organización independiente líder en análisis fiscal en Estados Unidos, España ocupa una de las últimas posiciones, la 31 sobre los 37 paises analizados. La importancia que tienen estos incentivos lo refleja el hecho de que Reino Unido, con motivo de la pandemia del Covid y para impulsar la inversión, permitió una deducción del 130% de las cantidades invertidas anualmente.

En un momento en que asistimos al ruido político y mediático motivado por la decisión de una empresa española de cambiar su sede fiscal y cotizar en Estados Unidos, convendría revisar las causas de la pérdida de productividad de la economía española, que se estima ha caído un 14,7% en las dos últimas décadas, ampliándose la brecha que separa el PIB per cápita de España respecto a la eurozona. La caída de productividad es un problema que afecta a toda la economía de la eurozona, con especial incidencia en España, frente a la ganancia obtenida en Estados Unidos, cuyo nivel de renta por habitante es un 34% superior.

Estamos asistiendo a un continuo éxodo de compañías europeas hacia Estados Unidos. Linde, compañía de gas e ingeniería alemana con más de 33.000 millones en ventas, ha anunciado que abandona la bolsa de Frankfurt para cotizar solo en Nueva York. El grupo irlandés CRH, la mayor compañía de materiales de construcción del mundo con una capitalización superior a los 30.000 millones de libras también ha anunciado que abandona la bolsa de Londres rumbo a Nueva York. La compañía inglesa de fabricación de chips informáticos Arm, con sede en Cambridge, también ha anunciado su intención de cotizar al otro lado del Atlántico. Se especula que Shell, compañía anglo-holandesa, y uno de las mayores compañías petrolíferas del mundo, está estudiando la misma posibilidad.

Todas las compañías buscan mayor liquidez, mayores múltiplos, aprovechar la densidad de sus mercados financieros y aumentar su valor en bolsa, para alegría de sus accionistas. Buscan aumentar sus ventas y resultados aprovechando los potentes planes de inversión e incentivos que se van a producir en aquel país. El apoyo de los inversores a estas decisiones ha sido unánime. La cotización de CRH subió un 9% con motivo del anuncio y Ferrovial cerró la semana de su anuncio de que quiere cotizar en más mercados que en el español un 5% por encima. La agenda de los empresarios es claramente distinta a la de los políticos.