Una semana perfectamente prescindible y distintas visiones del 2024

Juan_Carlos_Ureta

Juan Carlos Ureta (Renta 4) | La semana final del año no daba mucho de sí y se limitaba a continuar y confirmar el largo impulso dado a las Bolsas por la Fed, cuando decidió girar completamente su posición en su reunión del pasado 13 de diciembre, eliminando de su mensaje el tono «duro» (hawkish) y cambiándolo por un discurso suave (dovish) muy del gusto de los mercados. Ese impulso sigue vivo y ha seguido moviendo a los inversores en las sesiones finales del año, aunque ha ido perdiendo fuerza. 

Hemos vivido así una última semana de 2023 con pocas variaciones (S&P +0,3%, Dow Jones +0,8%, Nasdaq +0,1%, Nikkei +0,9%, Ibex-0,1% y Eurostoxx, completamente plano) y con pocos mensajes o datos mínimamente relevantes. Una semana, en definitiva, perfectamente prescindible, en la que finalmente el S&P, a diferencia del Dow Jones y del Nasdaq, que sí lo han hecho, no ha sido capaz de romper su récord histórico de todos los tiempos, ni el de cierre ni el intradiario. El récord de cierre sigue, por el momento, en los  4.796,5 puntos, a los que finalizó la sesión del 3 de enero de 2022, y el récord intradiario sigue en los 4.818,6 puntos, que alcanzó en algunos momentos de la sesión del 4 de enero de 2022. Es destacable que ambos récords se consiguieron justo antes de iniciarse la fuerte corrección del 2022, que llevó al S&P a caer por debajo de los 4.000 puntos, para luego subir este año, de nuevo, casi a máximos históricos contra todo pronóstico. 

Algunas Bolsas europeas también han logrado en el 2023 alcanzar su récord histórico de todos los tiempos, como el Dax, con sus 17.003 puntos de cierre del 14 de diciembre, o el CAC, con sus 7.653 puntos de cierre también del 14 de diciembre. El inesperado rally de fin de año ha puesto así la guinda a un año que empezó con la euforia por la inteligencia artificial y los llamados «siete magníficos». Un rally que parecía llegar a su fin con la crisis de la banca regional americana y de Credit Suisse en marzo y que, luego de nuevo, parecía apagarse en agosto bajo la amenaza del «higher for longer» pronunciada por Jerome Powell en Jackson Hole, pero que ha revivido con una fuerza impresionante al girar la posición de la Fed claramente hacia una bajada de tipos en el 2024, y fue ampliándose más allá de las grandes tecnológicas y extendiéndose incluso a las «small caps», con el Russell 2000 acabando el año con una subida del 15%.

Este cambiante y, en cierto modo, caprichoso 2023 nos deja visiones muy diferentes para el 2024, aunque en general, a diferencia de hace un año, el tono positivo predomina en todas ellas. Visiones que afectan a la Bolsa y a los bonos, unos bonos que han tenido un rally sin precedentes este fin de año, tras las pérdidas históricas sufridas en 2022.

La visión más optimista sería pensar que la economía global no sólo se aleja definitivamente de la amenaza de recesión, sino que además vuelve a un crecimiento sólido impulsado al unísono por la inversión en transformación energética y digital y por el consumo. A la vez, la Fed bajaría tipos y los demás Bancos Centrales la seguirían. Esta visión es muy alcista tanto para los bonos como para la Bolsa, con objetivos para el S&P que van desde los 5.500 puntos hasta los 6.000 puntos. Edward Yardeni, que es uno de los que pronostican el S&P 6000, llama a ese escenario los «roaring twenties», los «felices años veinte».

Una segunda visión es que las Bolsas subirán, porque en un año electoral en la mayor parte del globo, el gasto publico subirá y sostendrá el consumo y el crecimiento, pero al coste de que las nuevas emisiones de deuda para mantener el gasto harán subir los tipos de largo plazo, incluso aunque la Fed baje algo los tipos de corto plazo. Quienes opinan así, ven también el S&P en niveles de 5.500/6.000 pero no ven un mercado alcista de bonos, al revés, ven el tipo del bono del Tesoro americano a diez años (T-Bond) de nuevo por encima del 5%, lo cual implica un mercado de bonos bajista.

Somos partidarios de una tercera visión, más equilibrada. Pensamos que la economía inició en 2022 un profundo proceso de transformación y ajuste, y que ese proceso va a seguir en el 2024 y también en el 2025. En ese proceso, el 2022 fue el año del «shock», al percibir los mercados la magnitud de los ajustes a realizar, y 2023 ha sido el año del «rally de alivio», al entender los inversores que el escenario de gran depresión o recesión profunda es evitable y que no estamos ni en los treinta ni en los setenta del pasado siglo. Es decir, ni en la Gran Depresión ni en la estanflación. En el 2024, tras el shock y el alivio, toca una fase de asentamiento de las cotizaciones y de las valoraciones, lo cual exige de los inversores una cierta dosis de realismo, entendiendo que aterrizaje suave no equivale ni mucho menos a despegue inmediato.

Por eso, pensamos que en el 2024 el crecimiento económico será pobre, pero no se caerá en una recesión, gracias al doble impulso del gasto público (elecciones) y de las inversiones en energía y tecnología. No pensamos que la Fed vaya a activar de nuevo la expansión de balance (QE), salvo auténtica catástrofe en la economía y, si realmente los tipos bajan desde el 5,25% al 4,5% o incluso al 4%, no vemos que eso implique un gran impulso monetario. La consecuencia para los mercados serían Bolsas laterales, ligeramente alcistas o ligeramente bajistas, pero con muchas divergencias entre compañías, igual que ha pasado en 2022 y en 2023. Los mercados de bonos estarían algo tensionados, al ampliarse las primas de riesgo en los bonos soberanos o en el crédito de menor calidad, más afectados por la desaceleración del crecimiento. En un escenario de crecimiento pobre es inevitable que asomen problemas en algunos segmentos del mercado de bonos.

Es un escenario que podemos llamar «desinflación ordenada» con aterrizaje suave seguido de bajo crecimiento prolongado, y con la incógnita de hasta dónde va a bajar la inflación.

El año 2023 ha terminado con lo que en EE. UU. llaman «sugar rally», un subidón provocado, una vez más, por el combustible (azúcar) de la Fed. Es bastante probable que ese «sugar rally» continúe los primeros días del nuevo año, pero, con un entorno geopolítico complicado, un crecimiento incierto y una inflación dudosa, no se ven elementos que puedan dar sostenibilidad a las subidas, salvo que pensemos que la Fed rompe la ortodoxia y vuelve a la expansión monetaria (QE) o salvo que creamos que la innovación disruptiva está alumbrando una economía perfecta. Habrá que ir viendo los datos y, de momento, esta semana el primer gran test será el viernes con la publicación del informe de empleo de diciembre en EE. UU.

Todo es posible pero, más allá del eventual rally de principio de año (recordemos que 2022 también empezó con el S&P batiendo su récord histórico en las primeras sesiones), creemos que es más prudente pensar en un año bursátil más bien mediocre, en términos generales, pero que, sin embargo, dará mucho  juego a quienes sepan elegir bien los activos de la cartera. 

No habrá drama, pero tampoco «bull market», y quien sepa posicionarse bien ganará mucho dinero, aunque los índices no suban demasiado o incluso bajen un poco.