Diogo Gomes (UBS AM Iberia) | Será imposible alcanzar el objetivo de neutralidad en las emisiones (cero neto) si no se cuenta con China. Por lo tanto, los inversores occidentales deben dejar de lado ciertas diferencias ideológicas y tratar de entender la realidad china en su contexto más amplio.
En primer lugar, conviene hacer una analogía. En los últimos años, el concepto de inversión en transición climática ha ganado popularidad. Estas estrategias constan normalmente de dos vertientes de inversión: los proveedores de soluciones y los que deben mejorar. Estos últimos suelen incluir empresas que aún no son sostenibles desde una perspectiva de emisiones netas cero.
Este tipo de inversiones responden a la premisa de que van a mejorar y de que son fundamentales para abandonar los combustibles fósiles. Al fin y al cabo, descarbonizar la cartera no es lo mismo que descarbonizar la economía, y aunque desinvertir puede limpiar la conciencia, es poco probable que ayude a hacer más ecológica la economía global.
El cambio climático representa un riesgo sistémico para los inversores que no puede abordarse únicamente a través de una cartera. Por el contrario, requiere una descarbonización en el mundo real.
Esto significa que todos los países y regiones del mundo tienen que llegar al objetivo de cero emisiones netas.Por lo tanto, los asignadores de capital deben considerar cómo influyen sus decisiones de inversión global en la trayectoria de las emisiones en la economía real, al tiempo que consideran el impacto en sus carteras y en los rendimientos futuros por el éxito o el fracaso de ese viaje. Por supuesto, las empresas y los responsables políticos de China tienen que poner de su parte, pero los inversores deben hablar con su capital, dejar clara su opinión sobre el papel de China en la consecución del objetivo de cero emisiones netas y apoyar el progreso con las decisiones de inversión de sus carteras.
Encontrar el camino a seguir
El presidente chino, Xi Jinping, se ha comprometido a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2060. Sin embargo, lo más importante es que también se ha comprometido a alcanzar un pico máximo de emisiones de CO2 para 2030. A pesar de que sus emisiones han seguido aumentando de forma constante, un informe reciente de Carbon Brief muestra algunos signos alentadores en este frente. Esto subraya la magnitud de los compromisos climáticos a corto plazo que están asumiendo, que pueden no parecer evidentes si se tiene en cuenta el objetivo de 2060. Para conseguirlo, los gobiernos locales se han movilizado para crear estrategias y planes de descarbonización a corto plazo (por ejemplo, mecanismos de mercado basados en precios, bonos verdes) y a largo plazo (por ejemplo, I+D en tecnología climática). Se está avanzando en sectores clave, como el transporte y la energía, así como en sectores difíciles de abandonar, como la industria manufacturera. Los efectos se extienden por los mercados mundiales.
Se habla mucho de la continua dependencia del carbón en el suministro eléctrico de China. Dados los picos de capacidad de carga, los apagones nacionales y la creciente preocupación por la seguridad energética, el país parece estar adoptando un enfoque pragmático para mantener sus luces encendidas. Pero su objetivo a largo plazo de neutralidad en carbono sigue estando claro. El delicado acto de equilibrio vendrá a la hora de cumplir los objetivos intermedios; al fin y al cabo, los puntos de inflexión climáticos y ecológicos hacen oídos sordos a los desafíos internos y a las excusas geopolíticas.
En la mayoría de los casos, las herramientas basadas en el mercado desempeñarían un papel fundamental en la descarbonización. En el caso de China es un poco diferente. Su régimen de comercio de derechos de emisión (ETS por sus siglas en inglés) permanece en estado embrionario, en parte porque al país no le interesan tanto las medidas a corto plazo como los mecanismos de mercado basados en los precios. Las políticas de transición del Estado ya han impulsado a las industrias primarias a invertir en I+D, incluidas las tecnologías de transición que aún no son económicamente viables (es decir, CAC, hidrógeno).
En muchos sentidos, para China la seguridad energética y, por tanto, el desarrollo de tecnologías de descarbonización, tiene prioridad sobre la transición hacia el abandono del carbón. La construcción de centrales de carbón ultra eficientes pretende ayudar al país a alcanzar el pico de emisiones sustituyendo las antiguas, pero el ritmo de sustitución no está siendo lo bastante rápido. Es una estrategia arriesgada, pero el abandono total del carbón no es, por desgracia, una prioridad.
Líder en energías renovables y limpias
Desde un punto de vista más positivo, no es ningún secreto que China es un líder indiscutible en múltiples facetas de la tecnología verde. Y, aunque el razonamiento comercial y geopolítico puede apuntalar algunos de los motivos subyacentes, sigue reflejando un compromiso estratégico de descarbonización.
Su éxito es innegable. Tras hacerse con el 80% de la cadena de suministro de paneles solares y convertirse recientemente en el mayor fabricante mundial de vehículos eléctricos, gran parte del resto del mundo mira con envidia y trata frenéticamente de emular o al menos garantizar una mayor diversificación del suministro mundial de energías renovables. Mientras tanto, en la práctica, China ha exportado la deflación de las energías renovables a otras partes del mundo al reducir los costes de los equipos de “tierras raras”. Los precios de las “tierras raras” cayeron a su nivel más bajo desde finales de 2020 debido a que la débil demanda de las empresas de energía verde y del sector del automóvil se combinó con el aumento de la oferta de China. Sin embargo, aunque la posición mundial de China es dominante, sigue siendo una economía en transición.
Como concluye la Agencia Europea de la Energía (EIA), «será necesario aprovechar adecuadamente el sistema de innovación chino para estimular la amplia gama de tecnologías necesarias en materia de energía con bajas emisiones de carbono». Al comentar el último Plan Quinquenal, añaden: «Los actuales incentivos políticos chinos se adaptan mejor a las tecnologías a gran escala, como el CCUS (captura, uso y almacenamiento de carbono, por sus siglas en inglés) y la biorrefinería, que, a las infraestructuras de red y los productos de consumo, que son los puntos fuertes actuales de China en materia de fabricación».
Financiación para el clima
Una parte importante de la transición hacia la neutralidad es la financiación. Los bonos verdes han experimentado un crecimiento vertiginoso en China, un país que busca consolidarse como líder en financiación climática. De hecho, la Iniciativa de Bonos Climáticos (GBDB) registró 85.400 millones de dólares (575.200 millones de RMB) en su base de datos de bonos verdes, la mayor de todos los países.
«China ha experimentado un crecimiento increíble de la financiación verde en los últimos años, como reflejo de los rápidos avances en energías limpias, transporte con bajas emisiones de carbono y otras áreas», afirma Sean Kidney, de la Iniciativa de Bonos Climáticos. Y añade: «Aún queda mucho por hacer, sobre todo en la transición de los sectores energético e industrial; los bonos verdes y de transición ayudarán a impulsar ese cambio».
Mientras que el cambio de China hacia las empresas públicas (SOEs) se ha hecho notar en la emisión de deuda temática, esperamos que se amplíe a organizaciones públicas y privadas, y que participen inversores tanto nacionales como internacionales. La transición a gran escala de China creará sin duda oportunidades para todo tipo de inversores. Como señala Kidney, aún queda mucho por hacer, ya que la proporción de bonos verdes etiquetados con respecto a la emisión total de deuda de China sigue siendo inferior al 2% en el mercado nacional. Sin embargo, a medida que el mercado se amplíe, también lo hará la diversidad de emisores e inversores.
Certidumbre política y búsqueda de un terreno común
Las tensiones en el ámbito ESG no son ninguna novedad. En Estados Unidos, por ejemplo, la inversión sostenible y ESG se han convertido en una patata caliente que va y viene entre los republicanos conservadores y los demócratas más liberales. Del mismo modo, la brecha ideológica entre Occidente y China es extrema y tiene la capacidad de afectar a la inversión occidental en la transición energética de China.
Parece que necesitamos un terreno común tangible.
No hay día que pase sin que la comunidad de inversores sostenibles (occidentales) reclame un mayor grado de certidumbre política y de compromiso con la neutralidad. Sin embargo, rara vez se percibe un atisbo de autorreflexión o ironía cuando desdeñan la ineficiencia en la toma de decisiones y la parálisis política.
Conviene recordar que alcanzar la neutralidad de carbono es esencial para el crecimiento y la prosperidad a largo plazo de China. Y según el Banco Mundial, el país está bien posicionado para cumplir sus compromisos climáticos y hacer la transición a una economía neutra en carbono sin dejar de hacer crecer su economía. Por tanto, a pesar de todos sus defectos detectados, el modelo político chino tiene la capacidad de movilizarse rápidamente y de trazar un rumbo a largo plazo con un alto grado de certidumbre política.
Tampoco hay que ignorar el lado emprendedor y socialmente consciente de los ciudadanos chinos. Tomemos el ejemplo de la contaminación. Como resultado de la creciente concienciación y frustración con los niveles de contaminación urbana, desde 2014 se ha logrado un rápido descenso de los niveles de partículas gracias a una serie de intervenciones políticas.
De hecho, la aplicación Blue Map App, que permite a los usuarios hacer un seguimiento de la calidad del aire y fue finalista del Premio Earthshot en 2021, es un excelente ejemplo del intrincado bucle de retroalimentación positiva entre la innovación y el compromiso cívico. Como afirma el sitio web oficial de Earthshot, «Blue Map App demuestra el poder de la transparencia y la responsabilidad. También enseña al mundo una lección: que la innovación inteligente, combinada con la participación ciudadana, es una receta para el progreso».
Sin embargo, para algunos occidentales, China y sostenibilidad nunca irán de la mano. Pero, como dice Keyu Jin, «reconocer que el planteamiento chino tiene algo de sensato no significa aprobarlo todo». Y, en palabras del propio Partido, «avanzar con los tiempos» (yu shi ju jin) es fundamental.
El futuro de China, como el de todos, aún no está decidido. Por lo tanto, abordar el riesgo climático para los grandes propietarios de activos (propietarios universales), y para el medio ambiente mundial, requiere que los inversores miren a través de una lente con más matices. Porque si China fracasa, fracasamos todos.