Cómo crear carteras resilientes mediante la gestión del riesgo

Miguel Uceda Welzia

Miguel Uceda (Director de Inversiones de Welzia Management) | La resiliencia es la capacidad de adaptarse a situaciones adversas con actitud positiva y constructiva. Este término, muy utilizado en el ámbito de la psicología y el coaching personal y  profesional, está también comenzando a aplicarse a otros campos, como el financiero. Hoy podemos hablar de carteras resilientes, como aquellas que tienen la capacidad de adaptarse a escenarios de mercado convulsos, con elevada incertidumbre y caídas, manteniendo una volatilidad controlada y una rentabilidad positiva ajustada al riesgo.

En ejercicios como el actual, incorporar un componente de “antifragilidad” a las carteras ha sido complicado. Estamos viendo cómo la correlación entre la renta fija y la renta variable es realmente elevada; lo que, sumado al hecho de que prácticamente ningún activo (a excepción del dólar) ha logrado descorrelacionar las carteras, hace que la gestión patrimonial sea verdaderamente un reto. 

Por citar un ejemplo, la típica cartera modelo americana ‘60/40’, que suele tener asignado el 60% de su capital en renta variable y el 40% en renta fija, tiene la peor performance de las últimas cuatro décadas, con una rentabilidad incluso peor que el fatídico año 2008. Esto es, además, especialmente complejo en aquellas carteras con un sesgo más conservador, donde vemos caídas de rentabilidades anuales cercanas al doble dígito, ya que tanto la renta fija como la renta variable se han movido a la baja de forma conjunta.

La pregunta que se hacen los inversores es si a partir de ahora estas carteras funcionarán, especialmente en un entorno inflacionista y recesivo que generará una mayor volatilidad, como el que nos espera en 2023. La respuesta no es sencilla, estas carteras tradicionalmente tienen poca rotación de activos y margen de maniobra, pero la clave está en la flexibilidad, resiliencia y capacidad de adaptación, ya que el futuro puede ser muy diferente al pasado.

Metodología aplicada

En coyunturas de mercado como la actual, de extrema incertidumbre, es donde la gestión se pone de manifiesto. En Welzia entendemos la gestión del riesgo como la parte integral y esencial del proceso de inversión. Y en ello centramos nuestra estrategia desde el nacimiento de la gestora, en el año 2013, tanto con nuestros fondos de inversión como con las carteras de los clientes. Esta gestión tiene un doble componente: cualitativo y cuantitativo

Por el lado cualitativo, los comités de asignación de activos (Asset Allocation) se nutren de las visiones de nuestros gestores y de analistas económicos y estrategas de primer nivel, algo que nos permite identificar cuál puede ser la posible evolución de los activos en los distintos ciclos económicos en los que nos movemos, y hacer una previsión de las rentabilidades y riesgos potenciales para los diferentes activos que monitorizamos. 

Por citar algunos ejemplos, este primer sesgo cualitativo nos permitió identificar el cambio de tendencia de los bancos centrales y reducir duración en la renta fija, incrementar peso en bonos ligados a inflación, bonos flotantes, etc. Otro ejemplo es la negativa a utilizar criptodivisas o activos relacionados, al considerar que no era un activo válido por no estar respaldado por fundamentales. 

Por otro lado, en nuestra gestión integramos una serie de controles cuantitativos de riesgo a nivel diario y semanal que permiten modular su exposición a cada uno de los activos de forma individualizada. Esta gestión cuantitativa se aplica principalmente en el fondo Welzia Ahorro 5, creado específicamente para perfiles conservadores, que invierte como máximo el 30% en renta variable, y se sitúa entre el 10% de los mejores fondos de la categoría. Actualmente cuenta con un patrimonio superior a 100 millones de euros y 5 estrellas Morningstar a 3 años.

Esta metodología de inversión dota al fondo de una elevada capacidad de adaptación, pudiendo reducir o aumentar su exposición a un activo en cuestión de días; lo que se traduce en una volatilidad más reducida y un control de la máxima pérdida esperada, que permite lograr una cartera resiliente. 

De nada sirve acertar en la asignación estratégica de activos si luego, tácticamente, una mala decisión puede perjudicar a la cartera. El ejemplo paradigmático de evolución de este sistema fue la crisis del COVID-19 vivida en 2020, cuando la cartera terminó invertida completamente en liquidez, evitando la mayor parte de las fuertes caídas del mes de marzo.

También la inteligencia artificial aporta un gran valor en este proceso de gestión de carteras resilientes. A través de un algoritmo de control del riesgo es posible combinar decenas de indicadores económicos y de mercado que terminan agrupándose en un único indicador de riesgo, una única variable, que trata de predecir si el mercado es atractivo para asumir riesgo o si, por el contrario, hay que cambiar a una asignación de activos más conservadora. 

La monitorización y control de la exposición al riesgo de las carteras se ha vuelto más importante que nunca en los últimos años por la aparición de una serie de factores exógenos al mercado financiero, como la pandemia, los cuellos de botella en las cadenas de suministro o la guerra en Ucrania; unos riesgos que generan incertidumbre y la vez son muy difíciles de cuantificar. 

Para tratar de esquivar en la medida de lo posible los efectos negativos de estos factores exógenos, la clave está en construir carteras bien diversificadas, globales y flexibles, evitando la concentración en compañías, sectores e incluso zonas geográficas concretas. Y también es importante aprovechar las oportunidades tácticas a través del uso de derivados que logren una mitigación de riesgos. Se trata de reducir las probabilidades de sorpresas con impacto negativo en las inversiones. 

Acertar en la toma de decisiones

Por último, si hablamos de riesgos, también hay que hablar de oportunidades. Una correcta gestión del riesgo también implica el contacto estrecho con el cliente y un correcto asesoramiento patrimonial. Muchas veces, el mayor riesgo de las inversiones no está en las carteras, sino en las decisiones erróneas que toman los inversores en momentos de euforia o pánico de los mercados. 

El Behavioural Finance, o las finanzas conductuales, es una corriente de la economía financiera que estudia cómo afecta la psicología a la toma de decisiones financieras. Su objetivo es tratar de entender cómo actúan los individuos en los mercados y parametrizar este comportamiento, mostrándolo de forma agregada. 

A través de este análisis sabemos que el pequeño inversor es más propenso a decidirse a invertir tras años de rally bursátil y de vender en los momentos de mayores caídas del mercado. Todos, llegado el momento, nos podemos precipitar o tomar decisiones viscerales, que son más propensas en situaciones de tensión. Pero el profesional sabe reducir estas situaciones y aprovechar los momentos de pánico para comprar, la euforia para vender, y la volatilidad para usarla en su favor, lo que genera en el largo plazo mejores retornos con menor riesgo, construyendo de este modo carteras resilientes en el largo plazo.