¿Fondos de renta fija? Sí, pero buscando calidad y corto plazo

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | En el segundo trimestre del año pasado proliferaron los análisis que recomendaban un retorno a los fondos de renta fija, congelados por la covid y por la persistente política de tipos cero o incluso negativos. Ya dudé entonces de estas recomendaciones, habida cuenta de que la guerra de Putin estaba recalentando la inflación, lo cual dificultaba que los fondos de bonos lograran rentabilidades superiores al IPC. De hecho, el mercado de renta fija acabó sufriendo el año pasado uno de los peores ejercicios de la historia. Pese a ello (o quizás en parte por ello), la renta fija vuelve ahora al centro de los consejos para 2023 y quizás sea el momento de dar espacio en las carteras a los fondos de bonos, pero eligiendo con cuidado.

Lo primero que se me ocurre al hablar de fondos de renta fija es: absténganse de los que ostentan la etiqueta de “garantizados”. El año pasado se registraron en la Comisión Nacional del Mercado de Valores quince fondos garantizados, un nivel que no se veía desde 2019. Y dos de cada tres ligan su promesa de rentabilidad a la renta fija, en la creencia de que los bonos registrarán un resurgimiento gracias a que se frenarán la inflación y las subidas de tipos. Muchas entidades apuestan además por los garantizados para ofrecérselos a los clientes que, asustados por los últimos sobresaltos de los mercados, quieren volver a los depósitos a plazo.

Igual que semana pasada comenté que no considero a los depósitos a plazo una alternativa a los fondos de inversión –entre otros motivos por su iliquidez y por las bajas rentabilidades que ofrecen, incapaces de acercarse siquiera a la inflación–, debo decir ahora lo mismo de los garantizados. Con el agravante de que le piden al inversor inmovilizar el dinero en ellos durante tres o cuatro años, lo cual supone atarse a unos magros rendimientos (condicionados además a que la renta fija se comporte efectivamente muy bien) y renunciar a liquidez que podríamos destinar a fondos más rentables: si efectivamente se enfría la inflación y los bancos centrales dejan de subir sus tipos, esto beneficiara a la renta fija pero aún más a la renta variable, que puede lograr un 2023 muy positivo tras un 2022 para olvidar.

Pero si las Bolsas fueron mal en 2022, el mercado de renta fija fue aún peor, con uno de los ejercicios más nefastos que se recuerdan. Es otra de las razones para confiar en la recuperación de los bonos este año. Esto daría margen de revalorización a los fondos de renta fija. Pero hay que elegir con cuidado y siguiendo, sobre todo, dos premisas: busque fondos que inviertan en renta fija a corto plazo y con la mejor calificación posible (la llamada “investment grade”). Mucho cuidado, por tanto, con los fondos “high yield”, los que invierten en bonos de mayor riesgo, por más que ahora prometan rentabilidades próximas e incluso superiores a la inflación esperada. Tengan en cuenta que las quiebras empresariales (e incluso de los Estados) suelen llegar con un poco de retraso respecto al ciclo económico, por lo que una recesión ahora, como la que se percibe en Gran Bretaña, Alemania e incluso Estados Unidos, puede provocar una oleada de quiebras en los próximos meses, con efectos nocivos sobre los bonos emitidos por esas empresas en dificultades por culpa del enfriamiento económico.

Por tanto, si decide diversificar algo su cartera con nuevas aportaciones a fondos de renta fija, céntrese en los de corto plazo y especializados en bonos de máxima calidad. Así logrará una cierta protección contra la inflación (aunque en ningún caso sus rentabilidades podrán batirla) y, además, al contrario que con los garantizados, tendrá disponible su dinero para trasladarlo desde los fondos de bonos a los de renta variable a poco que la recuperación de los mercados bursátiles muestre mayor consistencia.