Tecnológicas, economía y burbuja ‘cripto’ ¿baño de realismo o cisne negro?

Juan_Carlos_Ureta

Juan Carlos Ureta (Renta 4) | Es difícil encontrar una semana más interesante y llena de contenido que la que acabamos de vivir en las Bolsas y en los mercados financieros en general. Una semana que nos ha servido para confirmar algunas reflexiones previas, pero que a la vez deja abiertas cuestiones de fondo, que solo el tiempo podrá resolver.

Empezando por las reflexiones, los datos publicados en la semana han servido, en primer lugar, para constatar que estamos en una economía diferente, con una velocidad de ajuste asombrosamente rápida y en la que conviven, de forma simultánea, una elevada inflación y una intensa desaceleración del crecimiento. 

Los datos de la balanza comercial china de abril publicados el pasado lunes, que muestran una caída de las importaciones, mueven a algunos a pensar que el crecimiento del PIB chino podría incluso ser negativo este segundo trimestre, quedando en el conjunto del año por debajo del 4%, como consecuencia de los confinamientos. La desaceleración de la economía china se uniría de esta forma a la de la economía norteamericana cuyo PIB fue negativo en el primer trimestre y a la de la europea, que tuvo una subida casi simbólica hasta marzo. A la vez en EE.UU. se ha confirmado una elevada inflación en abril, el 8,3%, bajando muy poco respecto a marzo y manteniéndose todavía por encima del 8%. Peor es el dato de precios industriales (PPI) en abril, que se publicó el pasado jueves y que está en el 11%. 

El temido escenario de estanflación no es por tanto descartable, teniendo en cuenta que la inflación de precios industriales suele ser un indicador adelantado de la inflación de consumo, y teniendo en cuenta que la guerra de Ucrania se prolonga más de lo previsto. La incógnita es si es posible que la desaceleración corrija a la baja de forma brusca la inflación, dado que estamos en una economía en la que, como decíamos antes, la velocidad de ajuste es tan rápida. La respuesta convencional sería que no, porque, una vez que se ha desatado, la inflación es difícil de contener. El ejemplo clásico es la pasta de dientes, que una vez ha salido del tubo es difícil que vuelva a entrar. Pero en la economía post Covid no tenemos una respuesta segura, porque funciona de forma algo diferente y las transmisiones de los impulsos son muy inmediatas. No cabe por tanto descartar que la desaceleración global ayude a la FED a controlar la inflación. Tal vez eso es lo que nos está diciendo la caída del tipo largo del T bond que el pasado viernes cerró en 2,92%.

Una segunda reflexión o constatación que nos deja la semana es el pinchazo de la burbuja del mundo «cripto», que ha tenido su momento emblemático en el desplome de un 99% de la criptomoneda Terra/Luna, una moneda que se presentaba como estable («stablecoin») , es decir como respaldada por el dólar, pero que, a diferencia de otras criptomonedas «estables», no tenía un soporte directo en un depósito en dólares sino un soporte en complejos algoritmos que, aparentemente vinculaban su valor al dólar.

Sin entrar en los misteriosos arcanos del algoritmo que utiliza Terra/Luna lo que es claro, a la vista de lo sucedido, es que la protección del valor funcionaba solo si la confianza en el algoritmo se mantenía, en un modelo muy similar al de todos los modelos apalancados, que funcionan muy bien cuando todo sube pero no cuando la confianza desaparece y el círculo virtuoso de las compras se convierte en un círculo infernal e imparable de ventas, que se retroalimenta a sí mismo, dando lugar a una espiral bajista y finalmente a una pérdida completa si no hay un valor real subyacente. Veremos si funcionan o no los intentos del fundador de Terra/Luna, Do Kwon, para revivir esta compleja moneda algorítmica o si, como en el famoso grabado de Goya, el sueño de la razón ha acabado una vez más engendrando monstruos,

Como ya hemos dicho en varias ocasiones, en nuestra opinión la tecnología blockchain y el mundo cripto encierran un gran valor potencial y han llegado para quedarse. Pero en medio del océano de liquidez creado por la FED y otros Bancos Centrales para combatir la pandemia, las criptomonedas y otros activos cripto derivaron en auténticas aberraciones, y es bueno que ahora se corrijan. Lo que está sucediendo en el mundo cripto se parece mucho a lo que sucedió en 1999 y 2000 con las «punto com». Igual que pasó entonces, una tecnología novedosa (internet en aquel momento, blockchain ahora) posibilitaba nuevos modelos de negocio y nuevos mercados, y a partir de ahí, en parte gracias a la fascinación que provoca todo lo que no entendemos, se ha producido el abuso y la mala utilización de esa tecnología dando lugar a fenómenos especulativos muchas veces cercanos al fraude. Lo que cabía esperar era una utilización correcta de esa tecnología para generar soluciones a problemas reales, pero la realidad ha sido otra.

La tercera reflexión de la semana pasada es que continúa la debilidad bursátil de las grandes compañías tecnológicas. Nos referimos a los Apple, Microsoft, Amazon, Google, Facebook, Netflix o Tesla, compañías que parecían hasta hace poco destinadas a comerse el mundo y que ahora sufren caídas día tras día. El Nasdaq sigue teniendo un comportamiento comparativo peor, y esta última semana ha vuelto a caer un 2,8% frente al 2,4% del S&P y al 2,1% del Dow Jones. Por su lado el Eurostoxx subió un 2% en la semana y el Shanghai Composite un 2,7%.

De nuevo aquí puede ser interesante la comparación con el pinchazo de la burbuja de las punto com, ya que también en aquel momento algunas grandes tecnológicas subieron como la espuma para luego caer. Las acciones de Cisco alcanzaron sus máximos en enero de 2000 en niveles cercanos a 80 dólares y nunca han vuelto a recuperar ese nivel. El viernes cerraron en 49,5 dólares. Lo mismo le pasa a Intel, su cotización marcó máximos históricos a inicios de 2000 en 66 dólares y cerró el pasado viernes en 43,6 dólares, sin haber logrado nunca alcanzar aquellos máximos históricos. Pero también hay ejemplos de empresas que cayeron cuando pinchó la burbuja, pero luego han sido capaces de crear mucho valor y subir hasta la estratosfera. Las acciones Amazon, por ejemplo, en 1999 subieron a niveles cercanos a 100 dólares y luego tras pinchar la burbuja punto com llegó a caer por debajo de 10 dólares, perdiendo el 90%, para luego catapultarse casi sin respiro hasta los 2.261 dólares por acción a los que cerraron el pasado viernes (el máximo histórico lo hicieron en abril 2021 cerca de 3.500 dólares). La historia de creación de valor continuó tras el pinchazo de la burbuja, y en algunos casos se multiplicó.

El común denominador de estas situaciones, lo que está en la raíz de la inflación, de la desaceleración, del pinchazo del mundo cripto y de la corrección bursátil de las grandes tecnológicas es el dinero barato. Una década y media larga de «easy money» ha dejado burbujas y desajustes y ahora toca corregirlos. 

Por eso es tan importante que la FED haga bien su trabajo de normalizar la política monetaria, una misión casi imposible porque el punto de partida, tras catorce años de expansión monetaria cuantitativa, complica aún más las cosas. Por eso pensamos que vamos a ver una normalización diferente que conduce a una normalización limitada. Está claro es que el mundo del «whatever it takes», el mundo de la barra libre de liquidez y de los tipos de interés nominales negativos ha terminado, pero también debemos pensar que quitar la asistencia financiera a la economía es, sencillamente, imposible.

De nuevo, como ya sucediera en el 2000 con el pinchazo de la burbuja de las «punto com» o en el 2008 con las hipotecas subprime y la quiebra de Lehman, la sensación es que el exceso de dinero barato conduce a una euforia y a un optimismo completamente artificiales, que acaban provocando auténticas aberraciones financieras. El problema es que esas aberraciones financieras finalmente acaban contaminando a la economía real. Dicho de otra forma, unas políticas monetarias diseñadas para reactivar la economía acaban generando problemas a la economía. 

En las Bolsas sigue flotando la duda de si estamos ante una corrección saludable de los excesos del año pasado o si la corrección anticipa algo más profundo y peor, a saber, una larga etapa oscura de estanflación. La duda, en definitiva, de si estamos viviendo simplemente un baño de realismo que devolverá las cotizaciones. a los niveles razonables de los que nunca deberían haberse apartado, o si lo que está empezando es un «cisne negro», una serie de acontecimientos imprevistos, el último la guerra de Ucrania, que nos conduce a una larga y profunda recesión económica. Nos inclinamos más hacia la primera opción, la de interpretar la caída actual como una corrección o ajuste de los excesos previos, sin que se altere el modelo básico de inversión.

Esta semana, además de las evoluciones de la guerra de Ucrania y de las actas de la última reunión del BCE, hay datos de ventas minoristas de abril en EE.UU. y en China, y se publican los resultados empresariales de primer trimestre de Walmart y de otras grandes cadenas de distribución minorista americanas.

Tras varias semanas consecutivas de caídas en las Bolsas americanas y sobre todo en la tecnológicas, nos inclinaríamos a pensar en una semana tranquila, de consolidación de niveles.