Intermoney | Los movimientos de divisas ahora centran parte de nuestra atención. Después de que la Fed esgrimiese un tono moderado en su última reunión y de que conociésemos unas cifras de nóminas de abril más bajas, queda por ver si los datos de IPC pueden contribuir a que dólar modere frente a algunos de sus pares. Desde IM ya hemos avisado que los cambios que haya en el IPC de abril no serán lo suficientemente relevantes como para descontar un punto de vista más favorable hacia los recortes.
La realidad es que el billete verde ha corregido a la baja con respecto al euro y la libra esterlina, pero no frente al yen, por lo que el cruce se está acercando a su máximo reciente. Esto es un recordatorio de que las intervenciones cambiarias no funcionan. Si Japón quiere impulsar el yen, necesita dejar que aumente el rendimiento del JGB a 10 años, aunque haya riesgos de una crisis fiscal. La idea del BoJ pasa por ir reduciendo las compras de bonos soberanos, generando un menor apoyo y aliviando la presión sobre el debilitado yen.
Por lo pronto, el lunes el BoJ compraba una cantidad menor de bonos, lo que aceleraba la especulación sobre el ritmo de normalización de su política monetaria. Su próxima operación de compra de bonos será el viernes, por lo habrá que estar atentos a los movimientos que se produzcan. De hecho, la clave de las acciones del banco japonés está en ciertos detalles. Por ejemplo, la última subasta del Tesoro nipón en bonos a 5 años era interesante. Este tramo rara vez causa repercusión en los mercados por los precios ajustados y el sólido respaldo, pero el
martes se percibían un menor apetito de los inversores, mientras que el rendimiento era mayor.
Parece que hay una cierta cautela del mercado a comprar bonos por temor a que el BoJ reduzca el monto de adquisición nuevamente el viernes. Los rendimientos a cinco años del JGB están en su nivel más alto en muchos años, pero aún por debajo del 0,64%, lo que se considera el umbral clave alcanzado en 2011. El rendimiento de la deuda soberana a 20 años aumentaba en 3,6 p.b hasta el 1,759% después de tocar el 1,77%, el nivel más alto desde 2013, mientras que el rendimiento a 30 años alcanzó su nivel más alto desde al menos 2011 situándose en lo 2,04%, mientras que el rendimiento del papel a 10 años llegaba a crecer hasta 0,965%, si bien moderaba
luego a 0,951%.
Por el momento, el banco japonés ha empezado a recortar las compras en los tramos comprendidos entre el 5 y el 10 años, pero no sería sorprendente que lo hiciese extensible al rango 3-5 años. En caso de que el BoJ apunte a los rendimientos a corto y medio plazo, se podría ver una recuperación del yen porque de esa manera impactará más en los tipos de cambio. Si bien los mayores rendimientos de los bonos pueden respaldar la divisa al aumentar su atractivo para los inversores japoneses, somos escépticos sobre si el BoJ permitirá que los rendimientos suban de manera brusca.
El problema que tiene que manejar el Banco de Japón es que, por el momento, la Reserva Federal necesita más información para ponerse manos a la obra con la reducción de los tipos de interés. La Fed tiene dudas y el vicepresidente del banco, Philip Jefferson, advertía de que puntos de vista divergente generarán confusión sobre el curso de las políticas. “El potencial de malas interpretaciones es especialmente grave cuando muchos formuladores de políticas hablan al mismo tiempo y no están de acuerdo entre sí”. Las palabras de Jefferson son muy interesantes porque el mensaje y la palabra son también otras herramientas de política monetaria y más considerando que las expectativas de precios en la encueta de la Fed de Nueva York aumentaban visiblemente a causa del repunte en la de los precios inmobiliarios.
La encuesta apuntaba a que los precios aumentarán a un ritmo anual del 3,26% durante el próximo año, tras haber rondado el 3% durante los últimos cuatro meses, tratándose de la cifra más alta desde noviembre. El crecimiento previsto para los precios de la vivienda aumentaba a un ritmo similar, el más rápido desde julio de 2022. Aunque no sólo se correspondía con las partidas de la vivienda, sino que la subida era generalizada y afectaba a partidas como los alimentos, la gasolina y los gastos médicos. Esto respalda a la encuesta de consumidores de la Universidad de Michigan, la cual mostraba que las expectativas de inflación para el próximo año habían crecido a principios de mayo a un máximo de seis meses (3,5% frente 3,2% est.). Volviendo al informe de la Fed, respecto a un horizonte temporal superior, la inflación a tres años vista se moderará hasta el 2,8%, frente al 2,9% del mes anterior. La inflación a cinco años vista se situó en el 2,8%, frente al 2,6% de marzo.
El dato de IPC será muy importante para ver si estas expectativas están justificadas. Atento al indicador estarán las autoridades niponas, ya citadas, y las chinas. En el caso de China, si se da un informe de inflación suave, la caída del dólar frente al yuan que ocasionaría facilitaría al Banco Popular de China la implementación de una flexibilización de políticas, lo que parece estar atrasado. El resultado más complejo es una elevada cifra de precios que impulsaría el valor del dólar. Para el PBoCh ver una apreciación del billete verde hará que sea más difícil flexibilizar la política sin socavar el yuan, que ya está bajo presión por las salidas de capital.
Los aranceles también jugarán un papel importante en los movimientos del yuan. Si bien en la apertura de esta semana ya comentábamos que la Administración Biden elevará los aranceles a algunas de las exportaciones chinas, a comienzos de semana conocíamos más en detalle los sectores afectados, así como la cuantía de algunas de las nuevas tarifas. Respecto al vehículo eléctrico chino, el arancel total aumentará al 102,5%, cuadruplicándose desde el 27,5%, aunque si bien es cierto, en la práctica tendrá poca repercusión dado el poco acceso al mercado estadounidense de estos modelos.
Hasta el punto de que, según datos de la Asociación China de Turismos Geely (bajo su marca Polestar) fue el único fabricante de automóviles chino que exportó a Estados Unidos con 2.217 coches. Más perniciosos pueden ser los efectos sobre el aumento en las tarifas a las baterías. Por otro lado, en lo concerniente al sector energético, también pensamos que no será muy significativo ya que las empresas solares chinas ya exportan principalmente a los Estados Unidos desde el extranjero sobre todo desde el sudeste asiático, evitando restricciones similares.
Esto es un problema para los fabricantes americanos, dado que el coste de fabricar un panel en China es un 60% más barato que en Estados Unidos y es por eso que más del 80% de la fabricación de paneles solares se realiza en el gigante asiático. Eso sí, hasta la fecha, el mercado es pequeño para China y las exportaciones a Estados Unidos están sujetas a aranceles desde hace más de una década.
También comentamos que anteriormente se habían aprobado nuevos aranceles a las exportaciones de metales. Las tarifas al acero y al aluminio aumentarán al 25% en algunos productos que tienen una tasa del 7,5% o que directamente no estaban sujetos a impuestos hasta ahora. En cambio, la estrategia que Trump ha defendido estos días pasar no por gravar ciertos sectores estratégicos sino por hacerlo de manera genérica, advirtiendo sobre imponer aranceles del 60% o más a todas las importaciones chinas. Como vemos, la diferencia entre uno
y otro está en que las medidas de Biden tienen menos que ver con aplastar segmentos del mercado que con evitar un aumento anticipado en las importaciones. Y es que ya hemos dicho que la cuota de vehículos chinos es casi inexistente, mientras que los envíos de paneles solares terminados a EE.UU. se situaron en 13,15 mill. de $ en 2023, sólo el 0,03% de las exportaciones chinas de paneles solares.