Los fondos emergentes, sumergidos por Putin

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Los fondos especializados en mercados emergentes avisan con su nombre de su principal lastre: al concentrarse en mercados potencialmente rentables porque emergen, llevan implícito el riesgo de que también pueden hacer todo lo contrario, es decir, sumergirse, como los amenazantes submarinos nucleares rusos que ahora surcan el mar de Barents, entre el Atlántico y el Ártico. Y Putin, en su hitleriano estilo de arrasarlo todo a su paso, también torpedea las perspectivas de muchos de estos fondos emergentes.

“A lo largo de los años había enfocado las inversiones principalmente en el activismo accionista. En Rusia, eso significaba desafiar la corrupción de los oligarcas, el grupo de veinte hombre más o menos de los que se sabía que habían robado el 39 por ciento del país tras la caída del comunismo y que se habían convertido en multimillonarios casi de la noche a la mañana”. Lo cuenta Bill Browder en su libro “Notificación Roja”, que lleva el adecuado subtítulo de “El enemigo nº 1 de Putin”. Browder fue el impulsor, en 1997, del Hermitage Capital, catalogado en el año 2000 como el mejor fondo de emergentes del mundo y con el que, como él mismo cuenta, “habíamos generado unos rendimientos del 1.500 por ciento a los inversores que se habían mantenido con nosotros desde que lanzamos el fondo en 1996”. Pero la fiesta de rentabilidad se terminó en 2007, cuando la oligarquía rusa decidió que no podía soportar a un gestor como Browder, que les hacía frente. Putin se volvió contra el gestor, que fue expulsado de Rusia y cuyo abogado fue arrestado y finalmente asesinado en una celda de aislamiento. Toda una historia de intriga que Browder cuenta en su libro. No se lo pierdan… sobre todo ahora.

Lo que le pasó a Bill Browder (quien, paradojas de la Historia, es nieto de unos de los fundadores del Partido Comunista… de los Estados Unidos) es un ejemplo de lo que ha pasado en la Rusia de Putin durante las dos últimas décadas, desde que la caída del Muro de Berlín en 1989 convirtió todo aquello en el Salvaje Este, el mercado emergente por antonomasia que no sólo nunca ha terminado de emerger, sino que ahora se sumerge en la paranoica guerra desatada por su dictador. Pobres rusos: siglos machacados por los zares, más de siete décadas sometidos a los bolcheviques y dos decenios más bajo el yugo de Putin y de los oligarcas que sujetan su trono. Los mismos que, según estudios citados por el premio Nobel Paul Krugman (“El País”, 27 de febrero), tienen en el extranjero fortunas ocultas equivalentes al 85% por ciento del PIB de Rusia… Y no olviden que el PIB ruso equivale al español, una cifra claramente insuficiente para un territorio de la dimensión, población y riquezas naturales del país de Putin. Parece obvio que si los oligarcas (y el propio Putin) no hubieran robado tanto, el PIB ruso sería por lo menos el doble del oficial.

Esta es una maldición común a muchos mercados emergentes, especialmente a los sometidos a regímenes autocráticos que sustentan su riqueza en las materias primas energéticas o agrícolas y en su corrupto control por élites afines al régimen. Tengan en cuenta que un dictador que tenga materias primas en su país no necesita para nada a su población: extraer petróleo y gas es una actividad poco intensiva en mano de obra, por lo que el sátrapa de turno no necesita trabajadores, ni tampoco consumidores, pues exporta casi todo lo que saca de la tierra… Y si no le hacen falta ni trabajadores ni consumidores, mucho menos le hacen falta votantes ni, por supuesto, oposición. La misma historia se repite en Rusia, Venezuela y otros emergentes que nunca acaban de emerger, enfangados en el chapapote de la corrupción y la anulación de la democracia.

Aunque algunas economías emergentes latinoamericanas, exportadoras de hidrocarburos y de materias primas agrícolas, pueden sacar partido a lo que ocurre ahora en Ucrania, la locura de Putin ha dejado claros los riesgos de invertir en cualquier tipo de fondo emergente (quizás sólo se libren los asiáticos, ya veremos), sobre todo en los centrados en la propia Rusia, en sus vecinos de la Europa del Este y hasta en Turquía (otra eterna promesa emergente que nunca acaba de emerger del todo).

El efecto inmediato ya se ha visto en un “pequeño detalle” de orden práctico: ¿cómo fijar el valor liquidativo de fondos que tengan acciones rusas cuando la Bolsa de Moscú está cerrada y mientras el rublo cae en picado? Ante la imposibilidad de hacerlo, grandes gestoras internacionales han suspendido temporalmente sus fondos en Rusia y en la Europa emergente. También hay muchos fondos emergentes globales que tienen cierto porcentaje de acciones rusas, lo mismo que otros de renta fija, donde ahora se ha secado absolutamente la liquidez de los bonos rusos, cuando además suben sus tipos (el de diez años ya está en el 15%, mientras que el banco central ruso ha más que duplicado su tipo oficial, para situarlo en el 20%… por ahora). Y todo ello, al tiempo que las calificaciones crediticias de cualquier activo emitido en Rusia caen en picado, a los niveles más bajos de los bonos basura.

Por fortuna, los inversores españoles en fondos tienen una exposición muy escasa a los productos especializados en Rusia y en la Europa emergente, aunque es mucho mayor a los emergentes en general. En consecuencia, tomen nota: emergentes, quizás sí, pero en porcentajes muy moderados en carteras de fondos bien diversificadas, y sin perder de vista que todo lo que emerge se puede sumergir cuando sátrapas como Putin o tantos otros dan rienda suelta a su locura.