Michaël Nizard & Nabil Milali (Edmond de Rothschild AM) | Aunque aún no todos los estados norteamericanos han dado su veredicto, los resultados a estas alturas dejan pocas dudas sobre la identidad del 47º presidente de la historia de Estados Unidos, que será efectivamente D. Trump, como ya han anunciado varias agencias de prensa norteamericanas. Tiene suficiente ventaja en los estados clave para asegurarse la mayoría de 270 escaños en el Colegio Electoral, gracias a sus decisivas victorias en Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte. D. Trump se benefició en particular de la crisis de confianza de los estadounidenses en la situación económica del país, ya que más del 50% indicó que era su principal preocupación, según los sondeos a pie de urna.
Los republicanos también se han asegurado el control del Senado, lo que facilitará el nombramiento de jueces federales y jefes de agencias gubernamentales, incluido posiblemente el sucesor de J. Powell al frente de la Fed en 2026. Por otra parte, aún es demasiado pronto para identificar al partido ganador en la Cámara de Representantes, ya que los candidatos demócratas muestran hasta ahora una mayor resistencia que los resultados de K. Harris en sus respectivos estados. La incertidumbre podría durar varios días si la mayoría se decide por el resultado de las elecciones en el Oeste (California, Arizona), ya que algunos estados aceptan los votos por correo que llegan hasta 4 días después de las elecciones. Dada la importancia crucial de esta cuestión para la aplicación de la agenda de Trump, es probable que los inversores esperen los resultados antes de aumentar sus posiciones en los mercados financieros. El control de las dos cámaras del Congreso determinará el futuro de su reforma fiscal, que prevé reducir el tipo del impuesto de sociedades del 21% al 15%, y cuya anticipación explica en gran medida la subida de los mercados de renta variable estadounidenses en la actualidad. Sin embargo, Donald Trump debería al menos prorrogar más allá de 2025 los recortes fiscales para hogares y empresas acordados en 2017.
En este momento quedan dos escenarios sobre la mesa:
1) Presidencia y Senado republicanos, pero Cámara de Representantes demócrata.
2) Control republicano total de las tres cámaras.
En el primer caso concreto de un Congreso dividido, y a falta de una reforma fiscal ambiciosa, es probable que las esperanzas de un apoyo adicional a la economía estadounidense con las que cuentan algunos inversores se desvanezcan y frenen el impulso alcista de los mercados de renta variable. Esto será tanto más acusado cuanto que Trump centrará entonces toda su atención en los demás aspectos de su programa, que probablemente alimentarán aún más las presiones inflacionistas.
En términos más generales, la inflación ya está luchando por volver al objetivo de la Fed, y podría incluso acelerarse bajo la presidencia de Trump. Aunque los inversores vigilan de cerca el riesgo de aranceles, el aspecto más inflacionista del programa de D. Trump es su deseo de retirar a millones de trabajadores inmigrantes del mercado laboral, que ya está bajo presión. La relación entre puestos de trabajo abiertos y trabajadores desempleados sigue siendo superior a 1, y es probable que vuelva a aumentar si se aplica esta política, lo que contribuirá a sostener los aumentos salariales y, por tanto, la inflación subyacente. D. La guerra comercial de Trump contra China (impuesto del 60% sobre todos los productos) y el resto del mundo (impuesto universal del 10% sobre todos los productos) también es probable que alimente una nueva ola de inflación. Históricamente, los aranceles siempre han provocado subidas de precios en los productos afectados, incluso durante el episodio 2018-2019, con la diferencia de que la economía estadounidense tiene ahora una capacidad mucho mayor para generar inflación.
Es probable que todos estos factores pongan en tela de juicio el éxito de la Fed en el control de la inflación, y podrían llevarla a ralentizar su actual relajación monetaria. Es poco probable que el banco central estadounidense tenga en cuenta las cuestiones políticas en su reunión del 7 de noviembre, ya que prefiere esperar hasta tener más claras las prioridades económicas del vencedor, por lo que procederá a un recorte de 25 pb de su tipo de interés oficial. Sin embargo, a medida que se aclare el impacto inflacionista del programa de Trump, la Fed podría abandonar parcialmente el recorte de 100 pb anticipado en su último informe. No obstante, debemos permanecer atentos al riesgo que corre la independencia de la Fed, dado el deseo declarado de Trump de interferir en la toma de decisiones de la institución, aunque será difícil que ponga en entredicho la presidencia de J. Powell antes de que finalice su mandato en 2026.
Este importante ajuste de la política monetaria de la Fed sólo fue parcialmente anticipado por los mercados financieros, y su incorporación seguirá alimentando la volatilidad de los tipos soberanos, tanto a través del componente de inflación como del de tipos reales. Mientras que los mercados de renta variable estadounidenses podrán contar con que los efectos positivos de la reforma fiscal sobre los beneficios seguirán subiendo en caso de un Congreso republicano -al menos a corto plazo-, el impacto será más ambiguo en caso de reparto de poderes. Por otra parte, es probable que el resto del mercado de renta variable internacional siga bajo presión en ambos casos, en particular los europeos ante el riesgo de barreras arancelarias. Por otra parte, el espectro de una guerra comercial debería apoyar al dólar frente a todas las divisas, al igual que la revalorización de la Fed.
Por consiguiente, estamos reduciendo nuestras inversiones en la zona mundial de los mercados emergentes, al tiempo que mantenemos una visión más constructiva de China, donde la coordinación de los estímulos fiscales, presupuestarios y monetarios podría apoyar a esta zona. También mantenemos nuestra postura neutral sobre los mercados de renta variable, en un periodo marcado por el aumento de la volatilidad de los tipos de interés y la geopolítica. Por último, la tendencia bajista del petróleo debería acelerarse, debilitada por la determinación del nuevo presidente de los Estados Unidos de aumentar la producción petrolera estadounidense. El impacto no será directo, ya que los productores estadounidenses siguen guiándose principalmente por su objetivo de generar mayores rendimientos para los accionistas, pero la supresión de las normas medioambientales y de las autorizaciones para perforar en terrenos federales debería tener un efecto marginal al alza de la producción. Esto podría precipitar aún más una caída de los precios del petróleo, ya que la OPEP podría optar por tomar represalias con una guerra de volúmenes para evitar perder más cuota de mercado.