Miguel Navascués | Para hacer frente a las consecuencias del confinamiento, es necesario que el estado se endeude y cubra necesidades que antes no existían. Me refiero al aumento del paro, el aumento del cierre de empresas que deseamos vuelvan a abrir cuanto antes, la severa caída de la producción que debe restituirse a su tendencia anterior lo antes posible; en fin la normalización lo antes posible del funcionamiento de los canales dañados de las empresas y su relación con las demás, y con sus clientes… el aumento de la deuda pública se justifica porque el sector privado no tiene capacidad financiera propia para afrontar el incierto tiempo que van a durar los daños.
El Estado se puede endeudar en mejores condiciones, a más plazo y menos tipo de interés, que la empresa y las familias privadas. El problema no es por sí ese aumento de la deuda, sino la confianza de los más acreedores en que se pagará, cuestión esencial que tienen algunos estados, pero no precisamente nosotros.
Nosotros somos un apéndice de un sistema monetario raro, que por primera vez en la historia la emisión de moneda no depende de un Estado propietario del banco central, sino de un BCE del que son propietarios los 23 países integrados en el euro, cada uno de ellos con su cuota de capital calculada principalmente por el PIB de cada uno. Esta fragmentación política hace más difícil que el BCE tenga la capacidad de la FED, o del Banco de Japón, o de Australia, para ser respaldado por el Gobierno en determinados casos de crisis.
Por lo tanto, la confianza en las distintas deudas emitidas por los estado miembros será diversa, y el mercado exigirá un tipo de interés tanto más alto cuanto menos confiable sea el país emisor.
En otras palabras, España siempre tendrá un prima de riesgo en el interés que habrá de pagar por emitir superior al país más confiable. Ese es el problema que se encontró Draghi al llegar en 2012 y que despunta ahora. A esto hay que la seriedad de Gobierno que gestiona la deuda. Y este gobierno nuestro es conocido ya por los ahorradores por ser despilfarrador y desorientado en sus objetivos de gasto, amén de sus objetivos políticos que no oculta.
A Italia le paso otro tanto, ya paga una prima de riesgo del 2,5% por sus no ocultas intenciones de salirse del euro si no le hacen los más favores que pide. La desconfianza que suscita el gobierno afecta a todos los aspectos la ayuda que pueda prestar Europa y el BCE a los países miembros, pues la subida del diferencial de interés entre distintas deudas exigiría que el BCE comprara más deuda italiana, por ejemplo, que alemana. Esto ha sido puesto en cuestión por la sentencia del Tribunal Constitucional alemán dictada esta semana, que no pone en cuestión la labor de política monetaria del BCE, sino el aspecto precisamente de las proporciones entre países a la hora de comprar deuda y otros aspectos. Otro problema a echar en la cuenta de un BCE con tantos estados.