Thomas Lehr (FlossBach Von Storch) | Una y otra vez leemos que las acciones europeas superan al mercado estadounidense. Entonces, ¿por qué no confiar toda una cartera a Europa? Basta comprobar la realidad para arrojar luz al respecto.
El regreso triunfal de las acciones europeas marcó la agenda en medio financieros, más aún cuando el mercado estadounidense mostraba debilidad. El viejo continente vence al mayor, más importante y más líquido mercado bursátil del mundo. Una «buena historia» que, sin duda, llama la atención.
Al grano: a finales de junio, el índice europeo Stoxx 600 se situaba, desde principios de año, un 3% por delante de su homólogo estadounidense, el S&P 500. En su punto máximo, la ventaja de rendimiento llegó casi al 14%. Irónicamente, esto ocurrió el 18 de marzo, el día en que el Bundestag alemán aprobó un fondo especial para infraestructuras de 500.000 millones de euros.
No obstante, esta ventaja se ha ido reduciendo de forma constante desde entonces. Esto no es un asunto menor, dadas las siguientes consideraciones:
- La supuesta pérdida de atractivo del mercado financiero estadounidense
- La disminución de la fiabilidad de EE. UU. como socio y aliada
- La creciente incertidumbre como lugar de inversión en EE. UU. suelen citarse como razones para el mejor desempeño de las acciones europeas. De ahí surgirían oportunidades para Europa, que solo tendría que tomar su destino en sus propias manos (y supuestamente lo hará).
Sin detenernos evaluar esas tesis, cabe señalar que, a lo largo del año, todas han ganado relevancia en los mercados. No obstante, desde mediados de marzo ya no se observa una outperformance europea respecto a EEUU. Al contrario: las acciones estadounidenses han vuelto a rendir claramente mejor que sus homólogas europeas (véanse gráficos 1 y 2).


¿Por qué arrancaron tan bien los índices europeos en primavera?
Desde nuestro punto de vista, hubo dos razones principales: Al inicio de cada año suele regir el lema «año nuevo, nuevas oportunidades». La idea de que el mercado bursátil europeo tiene potencial de recuperación es, desde hace años, uno de los calls clásicos de comienzos de año. No es la primera vez que, por este motivo, los índices europeos empiezan el año con ventaja. Este año (y aquí llegamos al segundo motivo) también ayudó DeepSeek. A partir de la tercera semana de enero, se abrió la brecha. Cuando la corrección de las tecnológicas gana fuerza (los Magnificent 7 pierden alrededor del 20% entre el 18 de febrero y el 10 de marzo), el Stoxx 600 cae mucho menos. Lógico: el tema de los aranceles tuvo poco que ver.
Tras esa primera ola bajista en EE. UU., ambos índices (Stoxx 600 y S&P 500) avanzaron casi en paralelo hasta finales de mayo. Solo el 7 de abril se cerró momentáneamente la brecha. La venta masiva final en EE. UU. al cierre del 4 de abril (un viernes) llegó a Europa el lunes siguiente. Desde principios de junio, el S&P 500 ha subido más de un 6%, mientras que el Stoxx 600 ha retrocedido ligeramente. El hecho de que las acciones europeas siguieran siendo una mejor inversión para los estadounidenses después de marzo se debió exclusivamente al efecto de las divisas (véase gráfico 2).
¿Y qué pasa con las ganancias?
Volvamos a la expectativa de que los beneficios de las empresas europeas podrían despegar o al menos recibir un fuerte impulso. Justamente eso sería necesario para que el mercado bursátil europeo mantuviera un rendimiento sólido a largo plazo.
Tampoco se trata de una esperanza nueva. Un vistazo a los últimos 17 años muestra un balance más bien desalentador.
En los años posteriores a la crisis financiera de 2008 y antes de la pandemia de 2020, los analistas esperaban a principios de cada año un crecimiento de beneficios de bajo doble dígito, tanto para Europa como para EEUU. En la práctica, los beneficios en EEUU. crecieron cerca de un 10% de media, mientras que en Europa los analistas se volvían cada vez más escépticos a lo largo del año. Al final, el incremento promedio de beneficios de las empresas europeas apenas superó el cero (véase gráfico «Una mirada atrás»).
Luego llegaron las distorsiones por la pandemia, con fuertes caídas de beneficios y la recuperación posterior, impulsada también por las altas tasas de inflación. Desde la segunda mitad de 2022, el patrón de 2008–2019 se ha repetido: las mejoras en beneficios de las empresas europeas se han situado en torno a un solo dígito muy bajo. Esto también aplica a los últimos meses. Tras la outperformance de principios de año, la historia parece repetirse de nuevo.

¿Qué conclusión podemos sacar entonces?
Una narrativa por sí sola no basta para sostener una tendencia bursátil duradera. Quien considere que las acciones europeas son, en general, más atractivas que las estadounidenses, no debería fijarse únicamente en el nivel de valoración.
Mucho más relevante será si el crecimiento de beneficios, hasta ahora más bien anémico, de muchas empresas europeas recibe finalmente un fuerte impulso. Si eso llegará a ocurrir, está por verse. Hasta ahora, ha sido necesario tener mucha paciencia. Pero, como bien se dice, la esperanza es lo último que se pierde…



