¿Qué está pasando de verdad en China?

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Un sorprendente tratado militar entre Estados Unidos, Australia y la Menguante Bretaña; el estallido de una burbuja inmobiliaria que se venía venir pero, pese a ello, ha hecho temblar a los mercados mundiales; persistentes dudas sobre el origen de la pandemia… ¿Qué está pasando de verdad en China? ¿Cómo puede afectar (más aún de lo normal) el futuro del gigante asiático a las carteras de fondos de inversión? 

No piensen en teorías conspiratorias. Pero cuando de pronto se firma un sorprendente e inesperado tratado militar entre dos potencias nucleares y su satélite en las Antípodas, creo que deberíamos preocuparnos no sólo por el hecho de que la Unión Europea no fuera informada. ¿Por qué ahora, por qué tan en secreto? No será sólo por arrebatarle a Francia un goloso contrato de construcción de submarinos nucleares. Y pocos días después de firmarse este tratado, llamado Aukus, Joe Biden se reunió con los líderes de Japón, India y Australia, otra vez con China en el punto de mira. Estados Unidos reactivaba así su acuerdo cuadrilateral de 2007 (el denominado Quad) con el objetivo de reforzar sus alianzas en el Pacífico.

Cierto que los presidentes norteamericano y chino se apresuraron, días después del Aukus, a rebajar la tensión, con sendos discursos conciliadores en Naciones Unidas. Pero, ¿qué está pasando en China que no sepamos, o que no debamos saber?

Está claro que Washington ha perdido en los últimos tiempos en el frente, digamos, ideológico frente a Pekín. El último ejemplo fue la patética y mal planificada retirada USA de Afganistán, mientras (como se comentaba en esta misma columna unos diez días antes de tan triste espectáculo) los gobernantes chinos estrechaban lazos e intercambiaban promesas con sus amigos medievales/talibanes.

En el frente económico y comercial, tampoco Estados Unidos puede apuntarse muchos tantos, ya que la estúpida guerra arancelaria de Trump contra China a la postre parece haber hecho más daño a los propios norteamericanos. Y, encima, siguen las réplicas del terremoto de Evergrande, que quizás no será el último en saltar la Gran Muralla para hacer temblar a ese otro gran muro llamado Wall Street, clave de bóveda de todos los mercados mundiales.

Por no hablar del aún sombrío asunto de pandemia, en el que –aunque EE.UU. y Europa hayan reaccionado con una oleada tecnológica que ha permitido poner varias vacunas sobre la mesa en apenas un año– aún persisten las dudas sobre el origen de todo, sobre posibles nuevos brotes y cepas en China…

La última vez que escribí sobre el gigante asiático, a finales de agosto (antes del pacto con los talibanes, de Evergrande y del Aukus), ya señalé que los inversores en fondos debían ser especialmente cuidadosos con los productos exclusivamente centrados en el mercado chino. Cuando un seísmo como el de Evergrande sacude a todos los mercados, pocos fondos de inversión escapan de sus efectos. Obviamente, aquellos cuyas carteras estén centradas en activos del gigante asiático serán los más afectados, pero toda la renta variable sufre (particularmente la emergente), por no hablar de los fondos de renta fija, sobre todo también la emitida por economías en fases de acelerado crecimiento: ya se sabe que todo lo que emerge con rapidez puede sumergirse de pronto a igual velocidad. 

Revisen, por tanto, si en su cartera hay un exceso de activos chinos o de países emergentes, sean bonos o acciones. Morningstar acaba de publicar un pertinente análisis de los fondos de renta fija emergente más expuestos a la deuda de Evergrande. Ahí verán que algunos de los fondos más afectados apenas tienen un dos o un tres por ciento de su cartera en bonos del monstruo inmobiliario. De todos modos, invertir en renta fija –emergente o no– era ya poco recomendable antes de este estallido.

Respecto a los fondos de renta variable, el consejo de siempre se refuerza: diversificación. Si le gusta Asia, no se meta en un solo mercado, menos aún en el chino, no sólo por Evergrande, sino también porque ya hemos visto que el gobierno de Pekín sigue siendo comunista (o, al menos, está disfrazado de comunista) y persiste en su acoso a grandes empresas, a florecientes magnates del país y, por ende, a los mercados bursátiles (reconozco que lo único que me gusta es su acoso y derribo a las cripto).

Pero tampoco teman un desplome general de las Bolsas por culpa de Evergrande. Han proliferado los análisis que explican que la inmobiliaria china no es Lehman Brothers, entre otros muchos factores porque este banco estaba intoxicado de deuda “subprime” y apenas tenía activos, mientras que Evergrande al menos tiene inmuebles (en los que, por cierto, se podrían alojar las poblaciones completas de dos o tres grandes países europeos). Lo previsible es que asistamos a una voladura por fases, estrictamente vigilada desde Pekín, para que el coloso no se hunda del todo en sus endeudados cimientos de barro.

La deuda de Evergrande es inmensa, 305.000 millones de dólares, pero supone el 0,2% de los préstamos totales de la banca china, que además, al contrario que la occidental, está muy cerrada en sí misma, sin apenas capacidad para contagiar al sistema financiero mundial. Aunque esta crisis sí contagiará al PIB del país, que podría quedarse en un escaso 8% de crecimiento este año, frente a las previsiones iniciales del 8,4%. Y para China todo lo que sea crecer a menos de dos dígitos anuales es un problema. Pero es lo que supone un derrumbe como el de Evergrande para una economía en la que la construcción supone casi el 30% del PIB y en la que la deuda total ha pasado del equivalente al 160% por ciento del PIB en 2008 al 320% por ciento ahora. Con estos mimbres, la OCDE ya ha calculado que un retroceso del 2% en la demanda china en dos años restará medio punto al PIB planetario. Lo cual no es para preocuparse tanto y además ayudará a enfriar los precios de las materias primas (el hierro ya ha caído un 50% en tres meses, habida cuenta de que China se zampa el 75% de la producción mundial).

Pero, pero, pero… volvamos a la pregunta inicial: ¿Pasa en China algo más que no sepamos? La respuesta es: seguro. Aunque, desde luego, tardaremos en descubrirlo. En el escenario menos malo, la reciente apuesta militar de EE.UU. en el Pacífico quizás sólo busque el mismo efecto que Ronald Reagan provocó en su enemigo de entonces, la extinta URSS: que el adversario se desgaste invirtiendo en defensa y descuide otros frentes más importantes. Si es “sólo” eso, tal vez no deberíamos preocuparnos demasiado. Pero cuando el de enfrente es un monstruo de 1.400 millones de habitantes capaz de albergar incógnitas y crisis potenciales tan descomunales como la de Evergrande, seguir diversificando las carteras de fondos vuelve a ser la mejor estrategia defensiva.