El plan quinquenal 2026-2030 de China prevé alcanzar el PIB per cápita de “una economía moderadamente desarrollada”

Intermoney | En el foco de estas tensiones también se encuentra China, en la medida en que EEUU también sopesa nuevas restricciones a las exportaciones que prohibirían la compra de una amplia gama de software crítico. Aunque en esta ocasión no es el asunto más relevante, ya que para ver los pilares clave de la planificación del Politburó, como analizábamos a principios de la semana, los principales objetivos pasan por seguir la Gran Transición. Específicamente, se planea seguir desarrollando la alta calidad, lograr avances en la autosuficiencia tecnológica eliminando lazos de dependencia con potencias occidentales, y a su vez, profundizar las reformas y mejorar la calidad de vida de la población, entre otros objetivos.

En concreto se citaban cinco áreas: manufactura, calidad, aeroespacial, transporte e internet. Campos avanzados como semiconductores e inteligencia artificial ya están siendo la prioridad actualmente. El problema al que se enfrentan es que actualmente el ciclo de producción tiene una cadena de valor global que ha limitado el acceso chino a maquinaria de producción altamente especializada. Por eso, el objetivo de aquí a 2030 es seguir desarrollando estos sectores a nivel interno, tratando de reducir la exposición a otras economías que pueden derivar trabas y limitaciones por motivos geopolíticos. Aunque son conscientes de que el modelo no puede cambiar de la noche a la mañana, por lo que se señaló la necesidad de mantener un nivel razonable de manufactura mientras transita hacia un sistema moderno de industria tecnológica avanzada.

Ese cambio debería apoyar la mejora en el nivel de vida y alcanzar el objetivo fijado en el plan de que el PIB per cápita alcance el nivel de una “economía moderadamente desarrollada” lo que haría obligatorio mantener un crecimiento del 4-5% anual en la próxima década. Si se consigue, eso repercutiría en el fortalecimiento del consumo interno y expandir la inversión, alejando el crecimiento de su dependencia de las exportaciones y la inversión impulsada por la deuda. En este sentido, el gasto de los hogares representó solo alrededor del 40% del PIB el año pasado, cifras muy alejadas de las economías occidentales. Pero más allá de la cifra, preocupa la tendencia, dado que el dato apenas ha cambiado desde 2019 y el desafío es más grande si se añade a la ecuación el envejecimiento de la población, junto con el exceso de capacidad que sostiene a la economía en territorio deflacionario. En cuanto a estos objetivos, vimos pocos detalles, lo que era más o menos esperado.

Una estrategia que no se destaca en los planes pero que es de sobra visible es la de posicionar a China como actor estratégico clave en el sistema financiero mundial. El gigante asiático está aprovechando su posición como el mayor acreedor del mundo para ampliar el uso del yuan. Un acuerdo que otorga financiación más barata a los países deudores y a China le sirve para amplificar la demanda de su divisa y a su vez margen para una política monetaria más laxa. Esta misma semana Etiopía anunció que iba a buscar la conversión de parte de los 5.400 M$ que debe a Pekín en préstamos denominados en yuanes. A nivel mundial, en lo que llevamos de año ya se
han emitido 68.000 M$ de yuanes en deuda y préstamos, una cifra que duplica al total de 2024 y añadiendo a países como Hungría, Kazajistán e Indonesia. Si bien estas cifras siguen siendo marginales, no nos extrañaría ver a más países (buena parte de los africanos están a la espera) alcanzando este tipo de acuerdos.