Pedro del Pozo (Mutualidad) | A inicios de 2025, se estimaba que los efectos económicos de una -en aquel entonces- posible guerra comercial, y la actitud de los bancos centrales, con relación a las vitales incógnitas de inflación y crecimiento, serían de gran impacto en los mercados.
En cuanto al primero de estos apartados, la guerra comercial, la realidad es que hemos pasado -y seguimos pasando- por distintas fases de intensidad, pero cuyo final se resume en que las mayores restricciones arancelarias van a ser una tónica habitual de las relaciones económicas internacionales, si bien en una medida claramente más moderada que los peores auspicios estimados inicialmente, y que sufrimos especialmente en el “día de la liberación” del pasado abril.
Por lo que respecta al segundo apartado, los bancos centrales, la buena noticia es que durante 2025 no hemos asistido ni a una bajada abrupta del crecimiento -un tema que se puso, en su momento, encima de la mesa, para el caso de la economía estadounidense- ni tampoco a una subida de la inflación, por encima de niveles, digamos, que puedan poner nerviosos a los inversores. Es decir, los bancos centrales no han tenido que acudir “de urgencia” al rescate de la economía, lo cual ha sido una de las principales circunstancias que han permitido que el ejercicio esté resultando más que razonable para los mercados, especialmente para la renta variable.
En todo caso, sí hemos observado una evolución distinta en las actuaciones de los dos principales organismos monetarios, a ambos lados del Atlántico: en el caso de la Eurozona, las cuatro bajadas realizadas fueron rápidas y concentradas en la primera mitad del año. Con ello, el BCE ha llegado al nivel del 2%, que se considera esencialmente como un tipo de equilibrio o, desde luego, muy cercano a él. Con una inflación en niveles apenas superiores al 2% (en España, claramente por encima) y un crecimiento que, aunque de manera muy moderada, parece coger tracción (aquí otra vez, Spain is different, con un crecimiento medio claramente superior…pero desacelerando) la posibilidad de ver nuevos movimientos de tipos, a corto plazo, no parecen especialmente altas. Podríamos decir que hemos llegado al final del camino del ciclo…o casi. Tampoco está de más comentar que el quorum dentro del Banco Central Europeo para tomar estas medidas ha sido muy alto.
Por el contrario, en EE.UU., los acontecimientos han sido, decididamente, mucho más polémicos, menos consensuados y aderezados por las continuas presiones desde la Casa Blanca para acelerar el proceso de relajación monetaria. El problema aquí es que los precios, al contrario que en Europa (recordemos, excepto España) no han bajado de una manera tan clara como en el Viejo Continente. La inflación americana se mantiene en niveles cercanos al 3% en la mayoría de sus medidas más representativas (IPC general y subyacente y deflactor del consumo personal, también general y subyacente). En ese contexto, solo hemos asistido a dos bajadas de tipos, ya en la segunda mitad de año…esperándose con gran probabilidad, a efectos de expectativas del mercado, una tercera y última bajada, hasta la zona del 3.50%/3.75% en la próxima reunión de la FED del 10 de diciembre.
Está muy claro que la Reserva Federal, desde el verano, ha tomado claramente partido por apuntalar el crecimiento de la economía estadounidense, en la disyuntiva entre favorecer la actividad o seguir luchando contra una inflación que, como decimos, no termina de estar completamente embridada. En buena medida, esto tiene justificación por los datos de empleo, claramente a la baja a lo largo del año (veremos si esta tendencia continúa, una vez que vuelvan a publicarse los informes de paro, tras el prolongado cierre de la administración estadounidense). Y, recordemos, el efecto de esta clara toma de partido, unido a las expectativas de crecimiento de beneficios empresariales de la mano de la IA, son los dos principales factores que sostienen las bolsas en máximos.
Por ello, uno de los principales riesgos que podemos contemplar en 2026 es que la inflación americana no muestre nuevos síntomas de contención. Ello podría suponer no solo un fin en el ciclo de bajadas sino, tal vez, un comienzo de un nuevo, aunque moderado, ciclo de subidas. Y eso en un año en el que Jerome Powell termina mandato y estamos pendientes de quién será su sucesor. Tal vez, un candidato más afín a Donald Trump y, por ello, más proclive a políticas monetarias laxas. En todo caso, queda pocas dudas de que si los bancos centrales iban a ser -y lo han sido- importantes para el devenir de los mercados en 2025, también van a seguir siendo protagonistas en este incierto, pero ya inminente, 2026.



