Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | La plaga de los chiringuitos financieros se reactivó con el inicio de la pandemia, hace ya dos años, pero en los últimos tiempos ha ganado cíber-virulencia al retroalimentarse con otro virus: el de las monedas digitales. Mucho cuidado, por tanto, si intentan captarle no sólo desde un sector de alto riesgo y escasamente regulado, como el de las criptodivisas, sino también desde entidades que aprovechan la moda del bitcoin y similares para atrapar al inversor desprevenido.
Damos por sentado que un inversor experimentado, acostumbrado a mover su dinero, por ejemplo, mediante una cartera bien diversificada de fondos de inversión, está más que vacunado contra los chiringuitos financieros que prometen elevadísimas rentabilidades gracias a productos exóticos. Pero incluso el más sabio puede equivocarse. Recuerden el caso de José Borrell, persona inteligente y magníficamente preparada, que en 2016 denunció que una supuesta firma británica de “trading on-line” le había estafado 150.000 euros.
Es muy posible que otros personajes conocidos –y también sobradamente formados– hayan sido víctimas de esta infección que no deja de caer sobre los mercados y los inversores. Cuando la CNMV daba los primeros pasos contra esta plaga de los chiringuitos, a principios de los noventa, recuerdo muy bien que su entonces presidente, Luis Carlos Croissier, se mostraba ya muy comprometido en esta lucha, en la que además colaborábamos intensamente los medios de comunicación y algunos periodistas especializados en dirigirnos al inversor.
Precisamente la CNMV, que durante todos estos años no ha cejado en su lucha contra todas las formas de chiringuitos, ha sido utilizada de señuelo por uno de los últimos descubiertos: numerosos ciudadanos han recibido llamadas de un supuesto “departamento antifraude” de la Comisión que solicitaba datos de información personal para vender bitcoins de una entidad falsamente acusada ante los tribunales. A mediados de febrero, la CNMV se apresuró a comunicar que es “un organismo supervisor que en ningún caso ofrece inversiones y nunca pide a los ahorradores ningún tipo de información o dato personal a través del teléfono”.
¡Faltaría más! ¿Es que a estas alturas algún ahorrador o inversor puede creerse que la mismísima CNMV, el organismo encargado de supervisar los mercados, va a llamarte para ofrecerte un producto de inversión y, además, relacionado con las criptodivisas? Pues, aunque parezca increíble, algunos ahorradores desprevenidos han picado.
Aunque el virus de los chiringuitos es mutante por naturaleza y siempre busca debilidades para infectar al inversor, lo habitual es que se aproveche de los productos más novedosos e “internacionales” que se ponen de moda en cada momento: en los años noventa, ofrecían espectaculares rentabilidades mediante la inversión en divisas, luego hablaron de futuros y derivados financieros, más tarde de valores exóticos cotizados en las bolsas mundiales. En el verano de 2020, en plena primera ola de la pandemia, la Guardia Civil desarticuló una organización criminal que basaba su actividad en la manipulación de acciones cotizadas en sistemas multilaterales de negociación alemanes, franceses y austriacos.
En los últimos tiempos, como no podía ser de otro modo, el virus de los chiringuitos ha cíber mutado para utilizar el gancho más de moda, las criptodivisas, lo cual equivale a poner un anzuelo dentro de lo que ya es, de por sí, una gran trampa para los inversores más desinformados, avariciosos o ambas cosas a la vez.
Invertir en la cripto calderilla (como digo siempre, las cripto ni son monedas, ni son divisas, porque sólo valen para especular, no para lo que valen las monedas y divisas de verdad) ya tiene de por sí un riesgo elevado: la mejor prueba está en las espectaculares fluctuaciones que las cripto sufren a la más mínima. Altibajos que, además, cada vez están más ligados a los de los mercados tradicionales. Si las bolsas se hunden por culpa de las bombas de Putin y de la subida de tipos, el bitcoin y compañía no sólo se desploman también, sino que lo hacen con mucha más intensidad.
Otro gran riesgo es que la inversión en cripto sigue sin estar regulada y supervisada. Ahí está el proyecto de norma conocido como MiCA (por las siglas en inglés de Reglamento de los Mercados de Criptoactivos), presentado por la Comisión Europea en septiembre de 2020. El objetivo de esta normativa es que los emisores y proveedores de criptomonedas estén sometidos a un estricto control y supervisión, en paralelo a otras leyes que buscan identificar con claridad, sobre todo a efectos fiscales, al emisor y al receptor de cualquier transacción efectuada con monedas virtuales. Pero este control europeo no entrará en vigor, con suerte, hasta 2024, aunque en España tanto la CNMV como Hacienda intensifican sus labores para avanzar en este ámbito.
Mientras llega esta regulación, seguimos asistiendo a notorios ejemplos de los riesgos que supone adentrarse en este mercado. Unos riesgos no sólo para el inversor, sino también para los individuos que lo utilizan para mover dinero negro y realizar operaciones opacas ante el fisco y ante los reguladores financieros. “Las criptomonedas no son un refugio seguro para los delincuentes”, declaró a principios de febrero la fiscal general adjunta de Estados Unidos, Lisa O. Monaco. Sus declaraciones llegaron después de que las autoridades norteamericanas recuperaron 3.600 millones de dólares en bitcoins robados en en 2016 a la plataforma Bitfinex. El FBI ya dispone de las herramientas necesarias para seguir el rastro de las criptodivisas, por lo que parece dificultar uno de sus usos habituales: mover dinero negro de la delincuencia internacional. Así que si, como parece, Rusia, sus oligarcas y el mismísimo Putin (considerado por diversas fuentes el hombre más rico del mundo, por participar activamente desde hace dos décadas en el permanente saqueo de la economía rusa) pueden estar pensando en usar las cripto para saltarse el bloqueo financiero internacional, que tengan cuidado: quizás sea el momento en que las autoridades de medio mundo le pongan el candado definitivo al circo de las pseudo monedas virtuales.
Repito mi consejo habitual: si le gusta especular sin miedo, adelante, tírese al cripto charco como pueden estar haciendo sátrapa de Moscú y sus amigotes oligarcas… Los riesgos serán enormes, sobre todo si además se mete en realidad en la ciénaga de un chiringuito que ni siquiera opera con criptos, sino que sólo quiere quedarse con todo su dinero. Si, además, recibe por teléfono o por internet la oferta para operar en este mercado, desconfíe de inmediato. Los chiringuitos mutan en su apariencia y en sus supuestas ofertas, pero sus formas son las mismas de siempre. Y pueden ser tan letales para sus ahorros como las bombas de Putin para los pobres ucranianos.