Infraestructuras: cómo invertir en los cimientos de la economía

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Ahora que vuelven a deslumbrar espejismos como las previsiones de que un bitcoin cueste medio millón de dólares en pocos años (supongo que quien lo anuncia ya habrá vendido todos sus activos para convertirlos en la cripto), es momento de hablar de inversiones absolutamente sólidas pero imprescindibles: las infraestructuras, el auténtico cimiento de la actividad económica.

Cuando hablamos de infraestructuras, lo primero que se nos viene a la cabeza son los grandes equipamientos de carácter público, como las carreteras, los ferrocarriles, los puertos y los aeropuertos. Pero también son infraestructuras las redes de distribución de agua, gas y electricidad, las instalaciones para la gestión de residuos (imprescindibles en la lucha contra el cambio climático) y algo tan importante para la digitalización de la economía como las redes de telecomunicaciones. Sin olvidar otros equipamientos vitales para la sociedad, como las escuelas, los hospitales o los diversos servicios comunitarios.

Ya hemos comentado en esta columna que en un país como Alemania se estima que el déficit en infraestructuras podría situarse entre los 450.000 y los 500.000 millones de euros, ya que las décadas de estricto control de las cuentas públicas han conseguido que las otrora deslumbrantes autovías –por poner un ejemplo– parezcan ahora obsoletas. En España, beneficiaria más reciente de los grandes fondos europeos, contamos con redes viarias bastante más modernas, aunque quede mucho por hacer en la red secundaria. Cierto que nos sobran aeropuertos (de hecho, tenemos más que la propia Alemania), pero ya vemos las importantes inversiones necesarias en ampliaciones como el de Madrid Barajas… o en la paralizada, por ahora, del Prat barcelonés.

En general, la necesidad de mejorar las infraestructuras es global, tanto en los países en desarrollo que apenas han comenzado a construirlas, como en los Estados ricos que deben optimizarlas, también como parte del masivo esfuerzo inversor puesto en marcha para relanzar las economías tras el zarpazo de la pandemia.

“Las infraestructuras constituyen un sector de crecimiento y de futuro, pues la necesidad de las mismas no para de crecer y hay muchos países donde el déficit es muy elevado, incluyendo algunos muy avanzados como Estados Unidos”, subraya Alejandro Scherk en un análisis sobre este sector que publica la revista GESTORES (recién publicada junto a la edición de octubre del mensual CONSEJEROS). De ahí que este analista considere apuestas muy claras algunas de las grandes compañías de infraestructuras cotizadas tanto en Europa como en Estados Unidos, ya que las inversiones públicas a ambas orillas del Atlántico van a ser masivas para desarrollar todos estos equipamientos, imprescindibles para que la actividad económica recupere impulso.

Para que el inversor particular saque también partido a este ímpetu, nada mejor que los fondos de inversión. En el mismo número de la revista GESTORES, la analista Mar Barrero apunta que “en el mercado español se comercializan actualmente cerca de 25 fondos especializados en empresas cotizadas del sector de infraestructuras”. Unos productos que ya han comenzado a despegar con fuerza. “Tras las fuertes pérdidas cosechada en 2020, durante lo peor de la pandemia, los fondos en infraestructuras se apuntan ahora una rentabilidad media del diez por ciento”, subraya este mismo análisis. Y no conviene olvidar que numerosas de las masivas inversiones públicas en infraestructuras, tanto en Europa como en Estados Unidos, tienen también mucho que ver con uno de los grandes desafíos de nuestra era: la lucha contra la emergencia climática.

Hay pocas inversiones más sólidas, nunca mejor dicho, para cimentar una cartera bien diversificada de fondos de inversión… siempre y cuando usted no prefiera jugarse su dinero en apuestas nada sólidas, sino etéreas por naturaleza, como las cripto, que creo que no sirven ni para conducir sobre ellas, ni para que aterricen los aviones, ni para que nos atiendan en un hospital público.