La inversión de STC en Telefónica: un movimiento políticamente delicado

Jacques de Greling

Jacques de Greling (Scope Ratings) | En un sector europeo de las telecomunicaciones aún dominado por antiguos monopolios nacionales como BT, Deutsche Telekom, Orange y Telecom Italia, la nacionalidad sigue siendo importante, por lo que la inversión de Saudi Telecom Co en Telefónica plantea muchas dudas.

Es probable que una inversión de este tipo no sólo resulte políticamente delicada, sino que la historia ha demostrado que los beneficios de las inversiones transfronterizas en el sector de las telecomunicaciones son difíciles de obtener, si no imposibles, sobre todo en una industria tan madura como la europea.

Para los gobiernos, los operadores nacionales europeos siguen siendo activos estratégicos sobre los que puede resultar difícil aceptar la influencia extranjera, por no decir el control, incluso cuando el Estado ya no es accionista, como ocurre en el caso de Telefónica.

En los últimos años ha cobrado cada vez más relevancia la importancia de garantizar el control político nacional sobre la infraestructura de telecomunicaciones, partiendo de las revelaciones de espionaje del denunciante de la NSA Edward Snowden hasta la conmoción económica que supuso la pandemia del virus Covid, que llevó a generalizar el trabajo a distancia.

La política ha complicado hasta ahora los acuerdos transfronterizos en Europa

A los promotores de operaciones transfronterizas les ha resultado difícil convencer a las autoridades europeas de sus buenas intenciones. Por ejemplo, el intento fallido de la mexicana América Móvil de adquirir KPN en los Países Bajos, a pesar de que el Gobierno ya no era accionista. Los tímidos planes de fusión urdidos por KPN y Belgacom (ahora Proximus), así como por Swisscom y Telekom Austria, quedaron en nada. En Austria, América Móvil tuvo que firmar un acuerdo especial de participación con el Gobierno austriaco para convertirse en el principal accionista de Telekom Austria.

Mientras tanto, operadores de Oriente Medio como STC y la emiratí Etisalat están controlados por sus Gobiernos (64% y 60%, respectivamente). Sería poco realista pensar que un operador europeo de telecomunicaciones pudiera acabar cayendo bajo el control de los Gobiernos saudí o emiratí.

La segunda e importante razón por la que consideramos que hay poco futuro en las transacciones transfronterizas es que no hay sinergias en este tipo de operaciones.

La falta de sinergias perjudica la rentabilidad de las fusiones y adquisiciones transfronterizas

Los servicios de telecomunicaciones se caracterizan por su estructura nacional: diferente regulación nacional incluso en Europa, diferentes competidores nacionales, diferentes hábitos/preferencias de los consumidores nacionales, diferentes redes nacionales, diferentes estructuras de red… todo ello juega en contra del ahorro de costes y el aumento de ingresos. En pocas palabras, un minuto de servicio de voz móvil o un gigabyte de datos móviles producido en Arabia Saudí no puede venderse en España, y viceversa, aunque STC poseyera el 100% de Telefónica.

Estas dos características del sector europeo de las telecomunicaciones han dado lugar a escasos beneficios, como puso de manifiesto la inversión de América Móvil en KPN. La cotización de Vodafone ha bajado un 45% desde que Etisalat hizo pública su participación inicial del 10% en Vodafone en mayo de 2022. A los operadores tradicionales europeos no les ha ido mucho mejor, como demuestra la inversión de Deutsche Telekom en la griega OTE o, más recientemente, en BT. Las inversiones en países vecinos no han tenido más éxito. Por ejemplo, la inversión del magnate francés de las telecomunicaciones Xavier Niel en Telecom Italia, las adquisiciones del operador sueco Telia en Finlandia y Noruega, y las inversiones de Orange en España (Amena, Jazztel), que provocaron una pérdida de valor de 4.000 millones de euros en 2021.

Estas dificultades, junto con las limitadísimas posibilidades de consolidación de la telefonía móvil nacional por motivos regulatorios, nos hacen pensar que el riesgo de fusiones y adquisiciones sigue siendo limitado en Europa desde el punto de vista crediticio, incluso a medida que los nuevos inversores buscan diversificación fuera de sus mercados de origen.