David Rees (Schroders) | Las últimas noticias del órgano decisorio clave del Gobierno chino, el Politburó, no cambian el rumbo del probable estímulo fiscal.
Una vez asentada la polvareda de las decepcionantes cifras nacionales chinas del segundo trimestre, los responsables políticos se han puesto manos a la obra con la adopción de medidas. El anuncio realizado recientemente por el Politburó del Gobierno, en el que se comprometía a apoyar la economía, sigue a las medidas adoptadas por el banco central para apuntalar la moneda. En particular, las medidas de apoyo a la demanda interna reveladas en el comunicado del Politburó son positivas. Sin embargo, a falta de detalles sobre la magnitud del estímulo, es difícil prever un impulso inmediato y significativo de la actividad o los mercados a corto plazo. En consecuencia, es probable que el crecimiento no alcance nuestras previsiones para 2023, que actualmente son de un 6,5%.
Estaremos atentos a cualquier nuevo anuncio en las próximas semanas y a la emisión de bonos del sector público en los próximos meses para obtener pistas sobre la magnitud del apoyo fiscal. Pero tal como están las cosas, hay pocos indicios de que este último paquete de anuncios vaya a proporcionar el tipo de estímulo que impulse inmediatamente la actividad y el rendimiento de los mercados financieros.
La actividad económica cayó en picado desde abril
Las cifras nacionales del segundo trimestre publicadas resultaron curiosas. La producción superó ligeramente las expectativas en términos intertrimestrales desestacionalizados, con un aumento del 0,8% frente a las expectativas de un incremento intertrimestral del 0,5%. Sin embargo, la tasa anual de crecimiento del PIB no alcanzó las expectativas (6,3% frente a 7,3%) tras las revisiones de los datos anteriores.
Estos ajustes revelaron que la producción se contrajo menos de lo previsto durante los confinamientos de Shanghái. Además, las fuertes revisiones a la baja de los datos intermensuales de las ventas al por menor cambiaron el cariz del consumo durante el pasado año.
En cualquier caso, los últimos datos son decepcionantes y muestran que, tras un buen comienzo de año, la actividad cayó en picado a partir de abril. No esperábamos que el «subidón de azúcar» de la reapertura durara mucho, dado que los hogares no habían acumulado grandes ahorros durante los anteriores confinamientos. Sin embargo, suponíamos que se prolongaría durante el segundo trimestre. Sólo las revisiones a la baja y los cambios en los efectos de base restan aproximadamente un punto porcentual a nuestra previsión de crecimiento del 6,5% para este año.
Mientras tanto, el desplome de las ventas inmobiliarias pone en entredicho nuestra previsión de que el sector dejaría de ser un lastre para el crecimiento en el segundo semestre. Analizaremos estas cuestiones durante las revisiones de nuestras previsiones para el tercer trimestre que se publicarán a principios de septiembre, pero es evidente que tendremos que rebajar nuestras expectativas de crecimiento.
El banco central toma cartas en el asunto
La respuesta de los responsables políticos a los datos económicos puede ser igual de importante para las perspectivas de crecimiento. La serie de datos más débiles ha animado a los responsables políticos a actuar en las últimas semanas. Hemos visto nuevas medidas destinadas a estabilizar la economía y la moneda, que culminaron con la lectura de la reunión del Politburó de julio, el principal órgano decisorio del Gobierno.
En cuanto al renminbi, tras debilitarse alrededor de un 5% frente al dólar estadounidense desde principios de año, los responsables políticos del banco central parecen haber trazado una línea roja para el tipo de cambio en torno a los 7,20 dólares. El Banco Central ha venido fijando diariamente el tipo de cambio a tasas superiores a las previstas, al tiempo que anunciaba ajustes en su gama de instrumentos anticíclicos y macroprudenciales para la gestión de la divisa.
A principios del ejercicio, esperábamos que el renminbi se mantuviera débil a mediados de año, en consonancia con la caída de las exportaciones, antes de recuperar el terreno perdido a finales de año, a medida que el dólar estadounidense se suavizaba y las perspectivas comerciales empezaban a mejorar un poco.
El renminbi ha mostrado más debilidad de lo que suponíamos a mediados de año, pero ya hay indicios de que un repunte en el ciclo de los bienes podría ofrecer cierto alivio en los próximos meses.
Las implicaciones de los recientes anuncios de medidas de estímulo son menos claras. La lectura del Politburó fue claramente pesimista al señalar que la recuperación económica será «tortuosa», dado que la demanda interna es insuficiente y el entorno exterior es duro y complejo.
Se comprometió a aumentar la demanda interna, pero no dio muchos detalles sobre cómo lograrlo ni sobre la magnitud del paquete de estímulo fiscal. El Gobierno pretende impulsar el consumo de vehículos de motor y electrodomésticos, mientras que la línea de que «la vivienda es para vivir en ella, no para especular» brilló por su ausencia tras el importante endurecimiento de la política en el sector en los últimos años.
Siguiendo la tendencia de los últimos años, el anuncio de medidas políticas se ha centrado hasta ahora en el apoyo a la oferta más que en el estímulo directo, y hasta ahora no hay nada que sugiera que esto vaya a cambiar. Y es difícil creer que el Gobierno vaya a promulgar un gran programa de vivienda, dadas las difíciles perspectivas a largo plazo del sector.