SVB y la ESG: ¿Podría la conducta de un banco dictar el destino de todos?

Deepshikha SINGH

Deepshikha Singh (La Française) | Cuando SVB colapsó y empezaron las reflexiones sobre por qué y cómo, muchos críticos de la ESG aprovecharon la oportunidad para culpar del colapso a su enfoque ESG y a la «wokenomics». Se culpó al Consejo de Administración de SVB por centrarse en sus políticas de diversidad e inclusión (DII) en lugar de en la gestión de riesgos.

¿Puso SVB demasiado empeño y atención en la ESG y la diversidad, inclusión e igualdad (DII)?

La tesis original de la ESG es combinar beneficio y propósito. En cuanto al propósito, SVB desempeñó un papel fundamental en el apoyo al ecosistema de las start-ups a escala mundial y atendió como clientes predominantemente a start-ups y empresas en fase pre-OPI. El banco permitió a las jóvenes empresas, la mayoría de las cuales trabajaban para ofrecer soluciones a problemas sociales y medioambientales muy necesarios, operar sin trabas. En cuanto a la estrategia ESG, SVB sí se centraba en la DII  pero iba más allá del género o la raza y se aplicaba entre empleados y clientes.

Cabe señalar que los bancos, las empresas tecnológicas y, en especial, la comunidad de start-ups a la que SVB prestaba sus servicios son conocidos por su falta de diversidad y tienen un largo historial de discriminación sistémica. Según el Informe de Representación de 2022, el 38% de los altos cargos de SVB eran mujeres (en todo el mundo) y el 38% no eran blancos (en EE.UU.).

¿Habría ayudado una normativa más estricta?

Aunque la historia de SVB es más complicada, uno de los factores importantes parece haber sido el retroceso de varias normativas establecidas tras la crisis financiera mundial para evitar la implosión de los bancos. Desde entonces, la normativa ha obligado a los bancos a mantener más capital que antes y a desapalancarse en gran medida, al tiempo que les ha obligado a mantener grandes cantidades de «activos líquidos de alta calidad» para satisfacer los estrictos requisitos de liquidez. Sin embargo, estos requisitos regulatorios se dirigen principalmente a los bancos globales y sistémicos, más que a los actores regionales. En 2018, el Congreso de Estados Unidos flexibilizó la normativa Dodd-Frank posterior a la crisis financiera mundial, que habría exigido que un banco como SVB se sometiera a pruebas de resistencia más frecuentes. Una implicación directa de estas consecuencias podría ser la necesidad de endurecer la normativa bancaria. Algunos senadores de Estados Unidos ya están exigiendo una legislación que derogue la desregulación financiera de la era Trump. Los legisladores también podrían ampliar los requisitos mínimos de capital a los bancos regionales más pequeños y a los que operan en la banca en la sombra, y desincentivar los comportamientos de riesgo reformando los sistemas de remuneración de los banqueros. Sin embargo, aunque se hubieran llevado a cabo, estas pruebas de resistencia sólo habrían detectado riesgos inusuales o extremos. Lo que podría haber ayudado en este caso es una supervisión sistemática mejorada. El banco tenía claros fallos de control de riesgos y reveló pérdidas, aunque no realizadas, en sus declaraciones a la Comisión de Valores. La Reserva Federal de San Francisco, que regulaba la empresa matriz, y los reguladores de California, que supervisaban el propio banco, podrían haber exigido al SVB que aumentara su capital el año pasado, cuando era menos vulnerable. También podrían haber exigido al banco que aumentara los intereses de sus cuentas de ahorro. Eso habría erosionado los beneficios, pero podría haber preservado la liquidez y mantenido la confianza.

¿Habrían podido preverlo los gestores de proyectos y los analistas de ESG?

El SVB fue defendido por sus credenciales sostenibles como empresa, ganando elogios y reconocimiento por la igualdad de género en el lugar de trabajo, la filantropía y la inversión responsable. Según datos de Morningstar, de un total de 900 fondos, el 3,3% de los fondos artículo 9 según la SFDR y el 2,6% de los fondos artículo 8 estaban expuestos a SVB.

Si nos fijamos bien, había algunas señales de alarma en relación con la gobernanza de SVB que deberían haber alertado tanto a los inversores como a los reguladores. SVB tuvo los mismos auditores durante más de 30 años. El número de miembros del Consejo de Administración con experiencia en gestión de riesgos disminuyó de 11 a 8 en 2022 y la dirección no tomó ninguna medida después de que un informe encargado por la rama de consultoría de BlackRock a principios de 2022 calificara sus prácticas de gestión de riesgos como deficientes.

SVB no contó con un director de riesgos durante la mayor parte de 2022, pero sí con un equipo de gestión de riesgos, un Marco de Gestión de Riesgos Empresariales, un Comité de Riesgos presidido por el presidente del Consejo, un Comité de Crédito y un Comité Financiero. Según Bloomberg, el Comité de Riesgos, compuesto por siete miembros, se reunió 18 veces en 2022, más del doble de las siete reuniones de 2021. Se desconoce por qué el equipo de Gestión de Riesgos y los comités del Consejo del banco no previeron ni cubrieron el creciente riesgo de liquidez.

Desde la crisis financiera mundial, SVB habría gastado más de 2 millones de dólares en actividades de lobby federal en favor de la desregulación bancaria. En 2015, Greg Becker, CEO de SVB, presentó un testimonio ante el Congreso argumentando que SVB, «al igual que nuestros comparables de tamaño medio, no presenta riesgos sistémicos» – y por lo tanto no debería estar sujeto a las regulaciones más estrictas, pruebas de estrés y requisitos de capital requeridos en ese momento. SVB creció exponencialmente en los últimos años, convirtiéndose en el 14º mayor banco de EE.UU. en 2022, con más de 200.000 millones de dólares en activos. Las presiones a favor de la desregulación chocaban con el crecimiento y el aumento del riesgo que estaba experimentando.

No obstante, decir que la crisis se produjo porque el banco se centró en los objetivos de la DII, o que cualquier analista o gestor de ESG podría haberlo previsto, es bastante exagerado. En nuestra opinión, para cualquier institución financiera habría sido imposible sobrevivir al tipo de retirada de fondos que sufrió SVB. Su base de depositantes estaba concentrada y su gestión del riesgo obviamente no estuvo a la altura de un entorno de riesgo de tipos sin precedentes. La regulación podría haber ayudado, pero sólo si se aplicaba a los extremos más amplios del sistema bancario y si se ejecutaba eficazmente.