Tecnologías más allá de las MAANG para 2022

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Cuando a principios de noviembre desgrané en esta columna las principales ideas que el inversor debería seguir en el año nuevo, recordé que los fondos tecnológicos son hace tiempo indispensables en cualquier cartera bien diversificada. Las FAANG (los cinco colosos americanos a los que desde ahora deberíamos denominar MAANG, ya que Facebook se ha rebautizado como Meta) seguirán siendo protagonistas, pero hay otros valores y sectores tecnológicos enteros que deben ganar peso en las carteras de los fondos.

Las grandes tecnológicas americanas –Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google– son las protagonistas estelares del espectacular despegue del sector tecnológico en las últimas décadas. Y posiblemente en 2022 volverán a ayudar al índice S&P 500, en el que tienen una gran ponderación, a batir nuevos máximos históricos. De entrada, sus previsiones de beneficios continúan al alza y no parecen muy afectadas ni por la subida de tipos ni por la inflación algo descontrolada. La subida de tipos no impacta mucho en su valoración por fundamentales, mientras que la inflación les preocupa poco, ya que las que a partir de ahora deberíamos llamar MAANG (aunque suene mal en español) pueden combatirla fácilmente con subidas de precios a su enorme (y muy cautiva) clientela.

Pero, como ya comentamos en noviembre, el inversor en fondos debe tener en cuenta que no sólo de las cinco grandes vive el sector. Al margen de fenómenos curiosos como la alocada revalorización de ese fabricante de coches eléctricos que vende más ilusión que automóviles, y de valores burbujeantes con niveles de PER (número de veces que la cotización refleja el beneficio) muy superiores a 100, no hay que olvidar que hay otros grandes sectores tecnológicos al margen de las MAANG.

Uno de ellos es el de semiconductores, que nuestra revista GESTORES ya recomendó en su número cuatro, de octubre de 2020, antes de que todo el mundo descubriera que el suministro de chip sería insuficiente para satisfacer la acelerada demanda post-pandemia de multitud de sectores (ya saben que sin semiconductores no se puede fabricar casi nada que requiera electrónica, desde coches a juguetes, pasando por infinidad de aparatos domésticos, de comunicaciones, etc.).

Como dijimos en esta columna en noviembre, hay que seguir la pista a la tecnológicas centradas en transformación digital, inteligencia artificial, robótica, biotecnología y salud (aún queda mucho recorrido en la batalla contra el virus y sus variantes), así como a las grandes compañías de gestión centros de datos (la famosa nube aún tiene que crecer mucho más) y a otras empresas que también podríamos considerarse tecnológicas aunque estén muy relacionadas con la agricultura y la alimentación: en el último número de la revista GESTORES (el seis, publicado en octubre de 2021) analizamos el futuro de la llamada agricultura inteligente, que engloba técnicas tan revolucionarias como la agricultura de precisión, la vertical y la acuicultura. Nuestra colaboradora Paula Mercado (directora de análisis de VDOOS Stochastics y de la web quefondos.com) subrayaba que este mercado de la agricultura inteligente alcanzará un valor aproximado de 23.000 millones de dólares este mismo año nuevo. Y ahí, como en todo lo relacionado con la nutrición, también hay bastante tecnología.

Otro factor que nos obliga a seguir buscando alternativas a las tecnológicas de siempre es la creciente importancia de los factores ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno) en los criterios de selección tanto de los gestores de fondos, como de los inversores particulares, cada vez más proclives a comprobar que los fondos en los que invierten siguen efectivamente los dictados de esta sigla. Y es obvio que la ASG debe tener un peso creciente en la actitud y en la actividad de los grandes valores tecnológicos, sobre todo en los que en ocasiones parecen querer convertir las grandes redes sociales simplemente en redes de pesca de ciudadanos crecientemente condicionados. Esto apunta sobre todo a valores como Facebook, ahora Meta. Todavía queda mucho por saber de cómo una de sus marcas, Instagram, se ha convertido en un problema de adicción y condicionamiento para miles de sus seguidores; la compañía de Mark Zuckerberg también tiene aún mucho que hacer para evitar que su red siga difundiendo mensajes de odio (recuerden su tráfico para transmitir noticias falsas que alimentaron el genocidio de 25.000 rohinyás en Birmania en 2018); incluso hay ya grandes accionistas institucionales de Facebook (como el fondo de pensiones del Estado de Nueva York) que quieren promover cambios radicales en el gobierno de la compañía, sobre todo a la vista de lo que puede llegar con el famoso Metaverso. Vistos los precedentes nocivos de Instagram y otras redes, donde la búsqueda insaciable de “likes” ha generado grandes trastornos sobre todo en los más jóvenes que caen en la red, ¿qué pasará para quienes acaben confundiendo el futuro metauniverso con la realidad y crean estar viviendo todo el tiempo en una película estilo “Matrix”?

Lo mismo debe aplicarse el inversor: tecnología, sí, por supuesto, pero sin caer en la adicción de invertir sólo en las MAANG. Hay otros universos ahí fuera, incluso más allá de las redes, que también pueden ofrecer rentabilidad a medio y largo plazo. Y aunque algunos analistas ya consideren al tecnológico un sector refugio, hay tanta diversidad en él que también incluye valores y subsectores de alto riesgo, por lo que conviene seguir la máxima de diversificar.

….