Sin la IA, no hay empleo en EEUU

Enguerrand Artaz (La Financière de l’Échiquier) | Tras experimentar una revisión al alza del crecimiento del PIB hasta el 3,8 % en tasa anualizada en el segundo trimestre, sobre todo gracias a una contribución mayor previsto del consumo, se diría que la economía estadounidense marcha bien. Lo cierto es que el crecimiento en el conjunto del primer semestre de 2025 fue de apenas el 1,6 % en tasa anualizada, un nivel claramente inferior al que nos tiene acostumbrados EEUU en los últimos años, pero que no resulta anómalo si nos atenemos a la historia.

Sin embargo, este crecimiento resistente viene acompañado de una ralentización del mercado laboral. La creación de empleo ha sido a duras penas positiva durante los últimos meses y netamente negativa si tenemos en cuenta los sectores privados sensibles al ciclo económico [1]. La tasa de desempleo registró un aumento moderado, pero esta evolución se debió sobre todo a que numerosas personas dejaron de trabajar sin pasar por la ventanilla del paro. Los despidos no están disparándose en estos momentos, pero eso no quiere decir que las plantillas de las empresas no sufran presiones, ya que no están realizándose nuevas contrataciones y no se cubren las bajas.

El auge de la inteligencia artificial brinda algunas respuestas sobre esta aparente incoherencia y, en primer lugar, sobre la resistencia del crecimiento estadounidense. Los equipos informáticos han representado, en volumen, el 70 % de la inversión total realizada en EE. UU. en el primer semestre de 2025 y han supuesto casi el 50 % del crecimiento del PIB real. Estas inversiones han aportado ellas solas casi tanto como el consumo privado, el gran motor de la economía estadounidense, lo que no deja de ser simbólico. Dicho de otro modo: sin las inversiones informáticas, orientadas en su mayor parte hacia la IA, la economía estadounidense habría bordeado el estancamiento estos dos últimos trimestres.

Este fenómeno es coherente con la atonía del mercado laboral, ámbito en el que la IA influye directamente. Según un estudio realizado recientemente por la Universidad de Stanford [2], la adopción de la IA ha frenado considerablemente la contratación de jóvenes titulados en los sectores y los empleos más expuestos a ser sustituidos por la IA. En estos sectores, la contratación de jóvenes entre 22 y 25 años ha descendido un 13 % frente a los sectores menos expuestos desde finales de 2022. Esta observación es especialmente llamativa entre las empresas que desarrollan software y en las actividades de atención al cliente, mientras que no se ha constatado ningún retroceso en los empleos no amenazados por la IA, como los auxiliares sanitarios.

Este estudio corrobora los comentarios vertidos por algunas empresas, que afirman que prefieren entrenar un modelo de Gen-AI[3] antes que formar a un trabajador sin experiencia. Sobre todo, pone de relieve los datos sobre el empleo juvenil procedentes de los últimos informes oficiales sobre el mercado laboral estadounidense. Mientras que la tasa de desempleo nacional aumentó ligeramente del 4,1 % a finales de 2024 hasta el 4,3 % a finales de agosto, entre los jóvenes se incrementó en el mismo periodo del 8,4 % al 10 %. Es indudable que la incertidumbre del entorno económico, sobre todo la relativa a la política comercial estadounidense, está pesando en las intenciones de contratación de las empresas, pero es muy significativo que el descenso más acusado de las ofertas de empleo se observe en los puestos sin experiencia en los sectores más expuestos a la IA.

Esta situación atípica puede percibirse positivamente: un crecimiento sólido sin creación de empleo sugiere un fuerte aumento de la productividad. Sin embargo, cabe preguntarse por la sostenibilidad de esta explosión de las inversiones informáticas, principal motor del crecimiento reciente, sobre todo porque tarde o temprano se planteará la cuestión de la rentabilidad de este ingente gasto. Además, la concentración de las inversiones en un único sector no traerá necesariamente una difusión al conjunto de la economía y, de este modo, enmascara bajo una apariencia de crecimiento resistente las debilidades subyacentes, entre ellas la del empleo y, por extensión, del consumo. Si la marea de la IA termina retirándose, la economía estadounidense debería evitar aparecer desnuda.