La trampa americana

Philippe Waechter (Ostrum AM/Natixis IM) | A medida que se acerca el 9 de julio, los anuncios y las preocupaciones sobre los aranceles vuelven a los titulares. El 2 de abril, Día de la Liberación, Donald Trump anunció aranceles que iban del 10 al 50%, según el país, sobre los productos que entran en Estados Unidos. Una semana más tarde, solo se mantenía la tasa del 10% para todos menos China. La Casa Blanca dio entonces 90 días a todos los países para negociar un acuerdo comercial con Estados Unidos.

Esta estrategia no ha sido muy eficaz, ya que Gran Bretaña y, más recientemente, Vietnam firmaron un protocolo de acuerdo comercial.

El plazo de 90 días expira el 9 de julio, pero Washington ya ha indicado que se impondrán aranceles del 25% a Japón y Corea del Sur a partir del 1 de agosto. Los anuncios se harán de forma escalonada hasta el 1 de agosto, en función de la marcha de las negociaciones.

Esta estrategia de línea dura se creía descartada debido a las advertencias que habían aparecido en los mercados financieros en torno al 2 de abril y ante las enormes necesidades de financiación estadounidenses.

Sin embargo, Trump vuelve a las andadas. Y uno puede entender la razón de esta obstinación. Desde Ronald Reagan, el ciclo económico mundial depende del consumo de los hogares estadounidenses. Este gasto de los hogares representa el 70% del PIB estadounidense, el nivel más alto con diferencia entre los países desarrollados.

El mercado estadounidense se ha abierto a todo el mundo. China, cuya apertura económica al mundo se remonta a principios de los años 2000, se ha precipitado, generando un considerable superávit. Europa tiene un superávit espectacular con Estados Unidos. Otros países de Asia también han visto cómo sus ciclos dependían del Sr. Smith de Ohio y de la Sra. Suárez de Texas.


El ciclo económico de muchos países se ha hecho así dependiente del comportamiento del consumidor estadounidense.

La trampa estadounidense se cierra cuando, de repente, hay que pagar un impuesto para seguir exportando mercancías a EEUU. para poder seguir trabajando con Estados Unidos, porque es esencial para el ciclo económico de casi todo el mundo, los países aceptarán ser penalizados por este impuesto.
Esto se traducirá en transferencias en beneficio de Estados Unidos. Así lo demuestra el aumento de los derechos de aduana recaudados por el Tesoro estadounidense.
Esta estrategia, que no es necesariamente eficaz desde el punto de vista colectivo, refleja también la incapacidad del resto del mundo para ser autosuficiente. El mercado estadounidense, tan vasto y atractivo durante tanto tiempo, está atrapando al mundo entero.

Sin embargo, China, Rusia e India se han convertido en países económicamente poderosos que querrán escribir la historia de otra manera. Tendremos que escribir el futuro sin depender directamente del Sr. Smith y la Sra. Suárez. A corto plazo, los focos apuntan a Estados Unidos. A medio plazo, otras luces brillarán, dando testimonio de una economía más dispersa, menos dependiente del consumidor estadounidense. Este es el mayor trastorno.