Jacques-Aurélien Marcireau (Edmond de Rothschild AM) | La conducción autónoma está por fin a punto de industrializarse. Prometida desde hace casi una década, los numerosos retrasos y desilusiones de este periodo nos recuerdan nuestra propensión a sobrestimar el impacto de una tecnología a corto plazo y a subestimarlo a largo plazo. La conducción autónoma ha entrado ahora en su segunda fase y es probable que nos sorprenda. ¿Estamos reproduciendo el mismo patrón con la Inteligencia Artificial generativa (Gen AI)? Sería tentador establecer un paralelismo, aunque los problemas de seguridad no sean de la misma naturaleza y, por tanto, los plazos sean probablemente diferentes.
Tendencias de Google: El coche autónomo ha muerto, ¡vivan los robotaxis!

En varias grandes ciudades como Phoenix, San Francisco y Wuhan, los servicios de robotaxi ya son accesibles al público. Waymo, la filial de Google, ya ha realizado más de un millón de viajes con pasajeros. Otros grandes actores del sector no se quedan atrás: Tesla está a punto de desvelar su estrategia para entrar en el mercado, y Uber multiplica las asociaciones y adquisiciones para asegurar su posición dominante en la movilidad.
Sería tentador minimizar la importancia de estos anuncios, ya que sólo estamos hablando de unos pocos miles de vehículos que operan en territorios bien cartografiados y que el coste de un vehículo autónomo, según las estimaciones, sigue siendo superior al de un Bugatti Veyron y, por tanto, todavía caro para su despliegue masivo.
Sin embargo, probablemente sería un error.
El coste de la tecnología sigue disminuyendo, la fiabilidad mejora, lo que sugiere un punto de inflexión y un rápido avance que va de unas pocas ciudades a varias docenas, y luego a cientos de ciudades. Aunque los enfoques divergen entre los que utilizan Lidar (equivalente al radar, pero para la luz), cámaras o incluso operadores remotos para tomar el control del vehículo en caso necesario, todos están convergiendo y observando una reducción de sus costes. Recordemos lo que ocurrió con el precio de las baterías o los paneles solares que se dividió por 3 en 10 años.
Nuestra convicción:

Así pues, ha llegado el momento de abordar las posibles consecuencias sociales y económicas de la llegada de los vehículos autónomos. Teniendo en cuenta la siniestralidad vinculada a los errores humanos y, evidentemente, los efectos nefastos de la conducción bajo los efectos del alcohol, esta innovación constituye sin duda un paso adelante. Podemos interrogarnos sobre el impacto logístico, pero también medioambiental, que dependerá de la utilización de estos vehículos.
Para los inversores, el horizonte sigue siendo complejo y todavía pueden producirse accidentes. Sin embargo, las opciones de inversión aumentan rápidamente y los modelos de negocio son cada vez más claros. Ya sea Google, Tesla, General Motors, Mobileye, la tecnología Aura o incluso Xpeng en Asia.
Una cosa sigue siendo cierta, la competencia está a punto de comenzar, para bien.