Fondos de renta variable contra la volatilidad

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | En estos tiempos turbulentos, los dos grandes enemigos del inversor son la inflación y la volatilidad. La primera hace perder dinero a cualquier cartera de fondos cuyo rendimiento no sea capaz de superar, siquiera levemente, al IPC; la segunda dificulta la toma de posiciones, particularmente en la Bolsa, dónde en teoría sí sería posible encontrar retornos superiores a la inflación anual. Pero, ¿qué fondos de renta variable elegir para combatir los efectos de la acusada volatilidad?

Ya comenté a principios de abril que el eterno debate entre gestión de valor (“value”) o de crecimiento (“growth”) se estaba reavivando por culpa de la guerra de Putin. Parece obvio que es mejor apostar ahora por fondos de inversión que busquen compañías “value”, es decir, con sólidos fundamentos, capaces de ofrecer beneficios estables, dividendos anuales (que son además un antídoto contra la inflación) y que, sobre todo tras los últimos recortes bursátiles, cotizan a precios nunca vistos desde hace años.

Diversos análisis aparecidos durante los últimos tiempos ponen de relieve lo que ya se sabía: que los inversores buscan protección en la renta variable más defensiva en periodos previos a una desaceleración o depresión económica, como los que podemos vivir ahora. Otra cosa es que, ya en plena recesión, si los tipos de interés vuelven a bajar para frenarla, las compañías de crecimiento, las llamadas “growth”, recuperen terreno frente a las “value”. 

Pero aún no estamos en recesión. Ni siquiera en estanflación, aunque ese fantasma ya asusta a los mercados. En consecuencia, las compañías de valor deberían hacerlo mejor, deberían ser más defensivas. Por lo mismo, un fondo de inversión que busque valores de calidad a buenos precios (en algunos casos, inmejorables tras el pésimo primer semestre de los grandes índices bursátiles), deberían convertirse en la mejor protección contra la volatilidad. Y también contra la inflación, suponiendo que esta variable acabe moderándose, al tiempo que las cotizaciones bursátiles de las compañías más sólidas también salen del agujero al que las ha arrojado la guerra. Muchos gestores “value” están aprovechando ahora para comprar acciones de calidad a precios bajos y algunos de los más implicados en sus fondos –aquellos que se juegan su propio dinero en el mismo producto que gestionan– incluso están incrementando sus posiciones en esos mismos fondos, convencidos de que las cotizaciones y, por tanto, los valores liquidativos, se recuperarán a medio e incluso a corto plazo.

Esta preponderancia de las acciones de valor, en detrimento de las de crecimiento, ya se vio a finales de 2020, cuando las primeras vacunas contra la covid dejaban entrever una pronta recuperación de la economía, así como el principio del fin del dinero barato impulsado por la relajación monetaria de los bancos centrales. Además, las compañías de crecimiento, que venían de años gloriosos, estaban en muchos casos sobrevaloradas.

Esta rotación hacia el “value” se ha acentuado ahora, sobre todo desde la invasión rusa de Ucrania. Con una inflación nunca vista en las últimas cuatro décadas y con los bancos centrales subiendo tipos, las compañías de valor vuelven a ganar preferencias entre los gestores de fondos. Sobre todo si siguen ofreciendo dividendos a sus accionistas. Y en la esperanza de que los bancos centrales no se pasen con sus subidas de tipos y comprometan demasiado el crecimiento económico con la excusa de enfriar de golpe la inflación.

Otra cuestión es acertar con los sectores cíclicos que pueden tener más futuro. Ya hablé aquí, hace un par de semanas, del tirón de las acciones petrolíferas, animadas por el sobrecalentamiento del crudo y del gas propiciado por la guerra, pero parece que a medio y largo plazo serían más recomendables los fondos en energías renovables, llamadas a reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y, por tanto, de las locuras de tiranos como Putin. Las infraestructuras (un sector que ya recomendamos en el número 6 se la revista GESTORES, publicado en octubre del año pasado) constituyen otro negocio con gran potencial, incluso aunque la economía modere sus ritmos de crecimiento. Y ahí también abundan las compañías de valor, acostumbradas a tratar bien a sus accionistas.

Por cierto que, antes o después, habrá que reconstruir Ucrania una vez que Rusia pierda la guerra (que la acabará perdiendo, no lo duden). Y ahí van a hacer falta masivas inversiones en infraestructuras, alimentadas por ayudas europeas y norteamericanas que comienzan a organizarse. Para ese objetivo de reconstruir Ucrania, ya se estudia cómo utilizar buena parte de los 600.000 millones de dólares de reservas rusas congeladas en bancos occidentales. Sería justo que quien se ha dedicado a bombardear sin piedad a un país y a sus habitantes, se vea obligado a pagar su reconstrucción.

A corto plazo, en cualquier caso, los efectos de la acusada volatilidad seguirán provocando serios movimientos en los valores liquidativos de los fondos de renta variable. Pero con la vista puesta en el medio y largo plazo, apostar por las estrategias de valor da algo más de tranquilidad al inversor.