Fondos de renta variable USA para vivir con la volatilidad

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Inflación, subida de tipos, pandemia aún sin controlar del todo, amenaza de guerra en Ucrania, elecciones de medio mandato en EE.UU. y presidenciales en Francia, gobierno novato en Alemania, congreso del Partido Comunista Chino, crecimiento económico desigual y con dudas… ¿Qué más puede pasar en este 2022? Pues de todo, como de costumbre, lo que está generando un entorno de mercados especialmente volátil. Pero hay algo que no debe cambiar para el inversor en fondos: visión de medio a largo plazo, calma para saber comprar en las rebajas y diversificación. Y dentro de esta diversificación, nunca debe faltar –sobre todo ahora– una decidida apuesta por la renta variable de Estados Unidos.

Hay que diversificar, por supuesto. Pero nunca olviden que la BOLSA por excelencia (así, con mayúsculas) en su cartera de fondos debe ser la norteamericana. Particularmente este año en el que asistiremos a un retorno a los fundamentales: los gestores de fondos que quieran ganar en un ejercicio tan volátil como este, deben fijarse sobre todo en los resultados de las compañías y en el entorno económico en que se producen. Y en esos dos aspectos, la renta variable norteamericana figura, sin duda, entre las apuestas ganadoras.

Empecemos por el entorno macro: mientras que en Europa vemos cifras de crecimiento en general convincentes pero desiguales, mientras que China se enfría y cambia de modelo (más volcado al consumo interior y menos a las exportaciones), mientras que los emergentes, como casi siempre, tienen dificultades para terminar de emerger, el crecimiento del PIB estadounidense alcanzó en 2021 –segundo año de la pandemia–, la tasa más vigorosa desde 1984, nada menos que un 5,7%. Fíjense bien en el último año que fue tan fuerte: 1984. Si no les parece alejado, recuerden que España, por ejemplo, ni siquiera era aún miembro de la Unión Europea (entramos en la entonces CEE en 1986).

Este 5,7% por ciento de 2021 es además especialmente reseñable si tenemos en cuenta que el ejercicio anterior, el primero de la pandemia, el PIB norteamericano había retrocedido un 3,4%, la peor caída en 74 ejercicios.

Y las previsiones de crecimiento del PIB para los próximos años, tanto de organismos como del FMI como de análisis de firmas privadas, son en general más optimistas para EE.UU. que para la zona euro (aunque aquí algunos países como España se anotarán tasas superiores a la media, por mal que les pese a tanto negacionista político).

El despegue económico del año pasado (refrendado también por magníficos datos de empleo y de evolución del consumo) sin duda ayudó a que numerosos índices bursátiles americanos se anotaran máximos históricos. ¿Que ahora se han desinflado por culpa de la inflación, la subida de tipos, el cierre del grifo monetario, las crisis geopolíticas, etc.? ¿A quién sorprende que pierdan fuerza? Históricamente, las subidas de tipos de la Reserva Federal han provocado pérdidas del 10 o el 12% en las bolsas USA durante los meses posteriores, pero los índices se han recuperado luego con cierta facilidad. De hecho, como subrayan numerosos analistas, índices como el S&P 500 no han sufrido nunca un solo lustro sin rentabilidad positiva, pese a padecer altibajos.

El enfriamiento bursátil reciente se justifica no sólo por el cambio de perspectivas en tipos y en inflación, sino porque también era buen momento para recoger beneficios y muchos gestores lo han hecho. Lo que da ocasión a otros para comprar a precios rebajados.

Pero, cuidado: cuánto más volátil está el entorno, más hay que afianzar las compras en los cimientos. Es decir, hay que invertir en compañías sólidas, que ofrezcan consistentes crecimientos de resultados y buenas perspectivas. Nada de tonterías especulativas. Ya he hablado varias veces de la criptocrisis: esa que ha provocado que en pocas semanas los más de tres billones de dólares en que estaban valoradas las criptomonedas hayan caído casi a la mitad, al esfumarse (sí, esfumarse) de golpe más de 1,3 billones de dólares de valoración… entre otras cosas porque en realidad las cripto, que no valen prácticamente para nada que no sea especular y lavar dinero, no tienen nada detrás, valen fundamentalmente cero y, además, han atrapado en su desplome a pequeños inversores indocumentados que nunca deberían haber apostado por eso y que en realidad ni siquiera pueden ser considerados “inversores”.

Sin embargo, los recortes en la renta variable norteamericana no son, ni de lejos, comparables al desplome de la criptobasura. Y además se producen mientras los fundamentales de las compañías siguen brillando: ahí tienen, por ejemplo, los beneficios del último trimestre fiscal (octubre-diciembre), respecto al mismo periodo de 2020, de Microsoft (+38%) o de Apple (+20%). Pero la lista de magníficos resultados entre las grandes cotizadas norteamericanas es larga y la tasa de aumento del 20% es considerada por numerosos analistas una media razonable y que muchas compañías incluso superarán. Y esto se aplica tanto a los valores tecnológicos como a los industriales (que antes o después superarán los problemas de cuello de botella en los suministros) e incluso a los bancarios (las entidades financieras tienen más margen de beneficio cuando suben los tipos). Sin olvidar sectores transversales como la sanidad, la nube o el metaverso (de los que también hemos hablado aquí), que disparan las perspectivas de compañías de otros muy diversos ámbitos.

Habrá volatilidad. Sin duda. Pero no tema un crack, ni siquiera aunque Putin –modelo de autócrata dinosaurio, nacionalista y decimonónico– decidiera invadir Ucracia. Ya comenté la semana pasada en esta misma columna que me parecía un farol. Putin sólo quiere seguir perpetuándose en el poder, pero lo hará mejor negociando con Occidente algo, lo que sea, que metiendo sus tanques en el barrizal ucraniano. ¿Puede haber otras sorpresas geopolíticas? Seguro. Pero tampoco creo que China invada Taiwán o que se recrudezcan los conflictos en zonas siempre sensibles como Oriente Medio.

Sin embargo, pase lo que pase, la Bolsa de Estados Unidos seguirá ahí, como una permanente referencia para los inversores en fondos a medio y largo plazo.