Fuerte corrección

Thomas Lehr

Thomas Lehr (Flossbach von Storch) | Los mercados de renta variable mundiales volvieron a retroceder a finales de primavera, en particular los valores tecnológicos. En vista de la magnitud de la corrección registrada hasta ahora, aumenta el nerviosismo de los inversores, algo perfectamente comprensible. Pero ¿cuáles son las razones de la tendencia bajista? Y ¿qué implicaciones tiene?

Las explicaciones (conocidas) que se intentan dar abarcan desde la subida de los tipos de interés (y de la inflación), pasando por los cuellos de botella de la producción y las cadenas de suministro que persisten, hasta los temores de una recesión. A continuación, nos gustaría intentar por lo menos aclarar un poco las cosas.

Para estimar si algo tiene un precio atractivo, hace falta tener una idea lo más precisa posible de su valor. En la mayoría de las áreas de la vida cotidiana, las caídas de precios son un motivo para alegrarse, porque los compradores estiman el valor de un producto o servicio y pueden compararlo con el precio solicitado; por lo menos, mucho mejor que en la bolsa, porque en esta, a la mayoría de los inversores les falta un punto de referencia realista para el precio. A menudo, ni siquiera tienen claro qué han comprado o en qué han invertido.

Cuando luego se enfrentan a numerosas noticias, comentarios e informes, a menudo exagerados, sobre todo lo que podría pasar, el nerviosismo se convierte en miedo. Entonces, vender las acciones parece a menudo la única opción «segura» para proteger su patrimonio. Las ventas hacen caer aún más los precios, y así sucesivamente. Por otra parte, el mismo mecanismo funciona a la inversa: cuando las cotizaciones suben, esto hace que la «historia de éxito» subyacente sea aún más creíble. Aumenta la convicción de los inversores, compran más y los precios siguen subiendo. Al final, todo el mundo quiere participar.

Podría suponerse que hay tantos inversores profesionales en el mercado de capitales, que pueden estimar mejor el valor de los activos negociados. Sin embargo, como bastantes de ellos tratan de anticipar cómo actuarán los inversores menos informados, no es raro que refuercen el movimiento correspondiente, y a veces incluso lo desencadenen. Otros, en cambio, se limitan a tratar de aprovechar el impulso, es decir, la dinámica de un movimiento, lo que también amplifica la oscilación del precio.

No obstante, nos gustaría aclarar una cosa: las fuertes caídas de precios tienen en general unos motivos fundamentales. Es decir, no es todo psicología. Dicho esto, las tendencias pueden escalar muy rápidamente, lo que a su vez significa que el precio y el valor divergen durante un tiempo.

Un ejemplo de ello es el sector tecnológico. Muchos inversores han invertido en los últimos dos años en algo que era supuestamente muy prometedor, pero no tenían ninguna idea de cuál era su valor, incluso cuando su evolución era muy favorable. Si ahora se vende de manera tan indiscriminada, cae el precio de todas estas empresas que antes estaban irremediablemente sobrevaloradas. No obstante, también afecta a las empresas cuyo valor –desde una perspectiva futura– es superior a lo que indica su precio actual. Si el barco se hunde, bajan todas juntas.

Por eso, en lugar de conjeturar sobre la futura evolución de los precios, es esencial, en nuestra opinión, desarrollar una idea lo más clara posible del valor «razonable» de una inversión. Este debe tener en cuenta las oportunidades y los riesgos potenciales, y es el punto de referencia al que siempre vuelve el precio a medio y largo plazo. Para ello hace falta una investigación extensa y las hipótesis realizadas deben revisarse constantemente. Sin embargo, al final, esta es exactamente la forma de actuar que constituye la base de toda decisión de inversión y del éxito a largo plazo.

El entorno de inversión no ha mejorado en los últimos meses, no nos engañemos. Además de la guerra en Ucrania y los confinamientos que persisten en algunas partes de China, lo que preocupa a los inversores es sobre todo la combinación de una alta inflación y unos tipos de interés al alza, pero todavía demasiado bajos en comparación con los niveles históricos. Si para la mayoría de los inversores ya es casi imposible determinar cuál es el «nivel razonable» de los mercados (de acciones, de bonos, de materias primas y de divisas) con respecto a una sola de estas cuestiones, el cóctel de todas ellas hace que parezca imposible responder a esta pregunta.

A menudo, pueden ayudar un par de reflexiones aparentemente banales. Ni la guerra de Ucrania ni el confinamiento en China resolverán a corto plazo el problema actual de la inflación, sino todo lo contrario. A ello hay que añadir unos factores estructurales y de largo plazo. Los conflictos comerciales, la pandemia y, no menos importante, la guerra, hacen que las dependencias que existen se perciban cada vez más como un riesgo. La división global del trabajo ha abaratado muchos productos y servicios. Si ahora se invirtiera parcialmente, esto haría subir los precios. Incluso si la guerra y el confinamiento terminaran mañana, la inflación seguramente se mantendría.

Entender esto permite orientar mejor la composición de una cartera. Si, a pesar de la subida de los rendimientos de las últimas semanas, no es previsible que las inversiones nominales puedan mantener el poder adquisitivo de un activo en términos reales, no hay alternativa a los activos tangibles. Sin embargo, la fase actual también muestra la importancia de un horizonte de inversión a largo plazo. Esto requiere una capacidad de resistencia suficiente para no apresurarse a vender cuando los precios fluctúan fuertemente. Esto es más fácil para quienes invierten en acciones de empresas de cuya calidad están convencidos: empresas que tienen unos productos excelentes y una fuerte posición competitiva y que, por tanto, son muy rentables; empresas que pue- den afrontar el aumento de los costes mucho mejor que las empresas frágiles, con unos márgenes bajos y un endeudamiento elevado.

Observamos que la posición de partida de estas «buenas» empresas no ha empeorado en los últimos meses, sino que incluso ha mejorado. Es cierto que esto no excluye la posibilidad de que sus precios también bajen si resultan afectadas por el deterioro del sentimiento en la bolsa. Pero esto no condiciona para nada el atractivo a largo plazo de dicha inversión, al contrario: si los precios caen sin que nada haya cambiado en la calidad de una empresa, esto solo hace que la inversión resulte aún más atractiva.

Esto puede no ser reconfortante para los inversores que miran su cartera cada día, pero para aquellos que invierten con espíritu empresarial –y nosotros nos consideramos como tales– es algo tranquilizador. No podemos decir cuándo volverán a subir los precios de estas buenas empresas. Lo que sí podemos decir es que, a largo plazo, la calidad prevalece. Esta vez no será diferente.