La gestión de valor gana aún más valor en tiempos de guerra

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | El eterno debate entre gestión de valor (“value”) o de crecimiento (“growth”) se ha recalentado por culpa de la guerra de Putin. ¿Es mejor apostar por fondos de inversión que busquen compañías “value”, es decir, con sólidos fundamentos, o bien por los que se decantan por las empresas “growth”, aquellas que prometen espectaculares, aunque inciertos, crecimientos? La respuesta fácil sería diversificar en ambos, aunque en estos tiempos la gestión de valor gana cada vez más puntos.

A mí, particularmente, siempre me ha atraído más la gestión de valor: gestores que se estudien las empresas en las que invierten, sus fundamentos, sus datos reales, su potencial lógico y, por supuesto, sus directivos. Este último punto me parece, además, especialmente relevante. En enero de 2019 titulé así esta columna: “Otros estilos de gestión: ¿hay algún impresentable al mando?”. Porque realmente me parece muy importante, entre los muchos datos fundamentales de una empresa, tener muy claro quién está al frente: ¿Un oligarca que lo tuvo fácil con el saqueo de las empresas rusas? ¿El coleguilla del político de turno, que le puso ahí para pilotar una privatización o para controlar una OPA? ¿Un iluminado que vomita todo el tiempo tonterías en las redes? ¿El heredero de una rica dinastía que le debe más a su apellido que a sus capacidades? ¿O, lo más deseable, un directivo serio y profesional que de verdad trabaja para la empresa y sus accionistas y no sólo para mejorar su bonus anual?

Coincidirán conmigo en que muchas veces no se da importancia al factor humano. Pero tanto este como los demás datos fundamentales de una compañía ganan relevancia cuando parece que todo el mundo se tambalea y suenan tambores de estanflación, crisis energética, subida de tipos, guerra en Europa… Además, tradicionalmente y viendo las medias históricas, la gestión de valor suele ganar a la de crecimiento, por más que esta última haya mostrado rendimientos espectaculares en determinados periodos. Por ejemplo, cuando el dinero barato y los tipos oficiales por debajo de cero facilitaban extraordinariamente el surgimiento de nuevos negocios con mayor o menor potencial, centrados casi siempre en el ámbito tecnológico.

Pero ahora el dinero ya no es tan barato, lo cual dificulta la financiación de empresas nacientes, al tiempo que una inflación no vista en las últimas décadas encarece los bienes de consumo, incluso los de consumo básico, como los alimentos o los combustibles. Y en este entorno, parece más recomendable la apuesta por compañías tradicionales (que venden cosas que suben de precio pero que la gente tiene que comprar), mejor que confiar en evanescentes proyectos de futuro que pueden salir bien, mal o regular.

Por supuesto que las compañías de valor, o “value”, también sufren con el enfriamiento económico, la subida de tipos, la guerra… Pero los gestores que las compraron a buenos precios, en ocasiones antes de que otros descubrieran su auténtico valor de mercado, sufren menos. E incluso aprovechan los recortes bursátiles puntuales para tomar nuevas posiciones, en la confianza de que esas buenas compañías, con sólidos fundamentos, gestión profesional y cotización razonable, aguantarán mejor cualquier envite. De hecho, algunos gestores de valor me comentaban recientemente que llega un momento en que tienes que renunciar a estar pendiente de todo lo que pueda pasar, sean pandemias, guerras o todo eso que antes se llamaba “cisne negro” pero que ahora se ve tanto que parece un pato común. En este entorno, el gestor de valor debe seguir centrado en analizar en profundidad las compañías en las que invierte tu fondo. Sólo así te aseguras que tu estilo de gestión será consistente y más resistente que otros, sea cual sea la próxima estúpida idea que tenga el desequilibrado del Kremlin, o sea cual sea la siguiente mutación del virus que ponga en jaque a los chinos (confiados, por nacionalismo económico, en su vacuna, claramente inferior a las que nos ponemos por aquí).

En tiempos de incertidumbre, que últimamente son casi todos, mejor confiar en los datos reales, en los fundamentos del “value”, que en las promesas del “growth”. Sobre todo si es usted un inversor en fondos con objetivos de medio y largo plazo, que son los realmente interesantes en estos productos.