Otro año para apostar por los fondos de inversión… pese a las burbujas, las amenazas de crack y los riesgos permanentes

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Llevamos más de tres años de pandemia mundial y pronto llevaremos uno de invasión de Ucrania, por no hablar de la consiguiente “guerra del petróleo” y del preocupante agravamiento de la emergencia climática planetaria. ¿Qué cosas peores nos pueden ocurrir en el año nuevo de 2023? Cualquiera sabe. Sólo hay un par de certezas: la primera, que la volatilidad y los sobresaltos seguirán agitando los mercados; la segunda, que los fondos de inversión continuarán estando entre los mejores destinos para nuestro dinero, hagan lo que hagan el covid (u otros virus por venir), Putin, su amigo chino, los políticos populistas/neofascistas, etcétera, etcétera, etcétera.

Estos últimos tiempos han cambiado la percepción de mucha gente: se impone actuar pensando sólo en el corto plazo, visto que el futuro es cada vez más imprevisible. Pero, como dijo ese jovenzuelo octogenario llamado Woody Allen, “me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”. Y nuestro futuro más inmediato –una vez superadas las agotadoras fiestas navideñas y sus típicas epidemias de consumismo y de “cuñaditis”– es ese inminente 2023 que llega cargado de pronósticos quizás más inciertos que nunca.

Pese a ello, los últimos y agitados años han dejado claro que el papel de los fondos de inversión es fundamental para ayudar a los inversores a diversificar su patrimonio y, en consecuencia, a hacer frente con relativa seguridad a todas las crisis. Cierto que los valores liquidativos han sufrido en prácticamente todas las categorías de fondos, pero, con perspectiva de medio y largo plazo (que es cómo hay que invertir en estos productos), los fondos han demostrado su capacidad para aguantar las turbulencias y para seguir convenciendo a los inversores. Los últimos datos lo corroboran, pues la inversión en fondos ha cerrado un noviembre muy positivo, en línea con la tendencia del mes anterior: según los datos de Inverco, los fondos españoles lograron en el penúltimo mes del año unas suscripciones netas de 2.110 millones de euros, lo que supone acumular casi 15.000 millones en todo el ejercicio. Esto significa que, pese a los retrocesos en los mercados este año y a su impacto en el patrimonio de los fondos, las aportaciones de los inversores y, por ende, su confianza en estos productos, han seguido aumentando, hasta alcanzar ese saldo neto de 15.000 millones.

También ayudó el relativo buen comportamiento de los mercados en noviembre. Tanto la renta fija como la variable se reanimaron, lo que sumó más de 6.600 millones de euros a los fondos, un incremento superior al 2% que sitúa el volumen total de activos en fondos españoles por encima de los 309.200 millones de euros.

Esto implica que prácticamente el 70% del aumento del patrimonio de los fondos se ha conseguido gracias a la recuperación de los mercados, mientras que el resto procede de las nuevas aportaciones de los inversores. Es cierto que estas aportaciones han sido bastante desiguales por categorías: no me convence mucho que hayan crecido en más de 1.300 millones las aportaciones netas a fondos de renta fija, pues estimo que, pese a lo que opinan algunos analistas, aún no parece el momento para confiar tanto en esta categoría. También han subido bastante las aportaciones productos de gestión pasiva (más de 1.000 millones de euros), lo cual va en la lógica de lo que ocurre en grandes mercados como el norteamericano, donde la gestión pasiva tiene un peso mucho mayor que en España. De hecho, en plazos largos es muy difícil batir a una gestión pasiva consistente, que refleje adecuadamente los índices, sobre todo los bursátiles, y lo haga, además, con bajas comisiones. Yo sigo prefiriendo los fondos de renta variable internacional activamente gestionados, capaces de batir sistemáticamente a los índices. Pero reconozco que no son tan fáciles de encontrar, pues requieren contar con gestores muy profesionales y muy comprometidos con sus productos, preferentemente aquellos que se “juegan la piel” en el empeño, es decir, que invierten su propio dinero en los mismos fondos de inversión que gestionan.

No me convencen los 376 millones de euros de aportaciones netas registradas en fondos garantizados. Aunque no sea una cantidad significativa, puede marcar tendencia, ya que las grandes entidades han aprovechado las turbulencias de los mercados para volver a promocionar estos productos que, a la postre, garantizan bien poco al inversor (aunque sí buenas comisiones para las firmas que los venden).

En todo caso, las últimas cifras demuestran que, pese a las guerras, las pandemias, los desastres ambientales y cualquier otro tipo de crisis, los fondos siguen siendo productos consistentes y capaces de ofrecer todo tipo de soluciones al ahorrador y al inversor. Y esto es la mejor noticia para enfrentarnos a las incertidumbres del año nuevo… de las que hablaremos próximamente.