Pese a todo, los inversores cada vez confían más en los fondos

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | ¿Qué más puede impactar sobre los valores liquidativos de los fondos de inversión y sobre el ánimo de sus partícipes? En los últimos cuatro años, cuando ya parecía que salíamos de los efectos de la crisis subprime, nos ha pasado de todo. Pese a ello, al mercado de los fondos de inversión se le podría aplicar la frase atribuida a Galileo: “Eppur si muove”… Y vaya si se mueve, hasta el punto de que incluso en este nuevo año complejo (el concepto de “año normal” ya no existe), las previsiones para el crecimiento de los fondos de inversión son razonablemente positivas.

Primero llegó la pandemia que impactó en las Bolsas y sobre todo en los fondos de renta variable; cuando estos productos estaban saliendo del agujero con cierta solvencia e incluso recuperando los niveles precovid, Putin inició su guerra criminal que ahora cumple un año y desató el consiguiente caos energético, con sus demoledores efectos sobre la inflación y el crecimiento: otro año negro para los fondos, también para los de la renta fija, que atravesó su peor periodo en décadas. Ahora, cuando los mercados quieren recuperarse, persisten las dudas, las incertidumbres, las subidas de tipos hasta que la inflación esté controlada y, sobre todo, la permanente inquietud sobre esta guerra en Europa y sus posibles derivadas en forma de conflicto global o incluso nuclear.

En este medio ambiente, ¿dónde invertir? Las colas para suscribir Letras del Tesoro en el Banco de España son ilustrativas del desconcierto de muchos ahorradores e inversores, dispuestos a conformarse con menos de un 3% de rentabilidad anual (apenas suficiente para cubrir la mitad de la inflación prevista) con tal de no asumir riesgos. Pero obviamente la Letra no es una alternativa a medio y largo plazo, sino apenas un levísimo flotador a corto. Menos interesantes todavía son los depósitos a plazo, que exigen bloquear el dinero durante dos o tres años a cambio de rendimientos que apenas compiten con los de las Letras. El inmobiliario ha podido ser una alternativa, pero con dos requisitos importantes: haber comprado en los mínimos que marcó la pandemia, pero para mantener la inversión a medio y largo plazo. Ni siquiera quien compró ladrillos a precios de saldo pudo sacarle partido a corto, a no ser que vendiera durante la primera mitad de 2022, el mejor periodo para el sector inmobiliario desde la burbuja de hace quince años. Pero ni así: considerando los costes derivados de la compraventa, mucho tiene que haber subido un inmueble después del susto pandémico para que la operación sea rentable a corto plazo. Alquilarla es otra buena alternativa a medio y largo, pero exige paciencia, asegurarse frente a posibles impagos y conformarse con rentabilidades anuales que tampoco pueden superar la inflación actual.

De las otras supuestas “alternativas” a los fondos, como las cripto u otros inventos, ya hemos hablado de sobra. Parece que ahora los reguladores a ambos lados del Atlántico quieren poner coto a esos cripto depósitos que ofrecen rentabilidades del 40 por ciento anual. En fin: la avaricia es ciega, tanto como la ignorancia de quien invierte en un casino que, por cierto, cada vez más voces autorizadas reclaman regular como los juegos de azar y no como las inversiones de verdad.

Por todo ello, no sorprende que los inversores sigan apostando por los fondos de inversión, incluso en épocas como esta, de crisis sucesivas. Ya los datos del cierre del año pasado eran razonablemente positivos: cierto que el patrimonio  gestionado bajó un 10,4%, pero debido básicamente al pésimo comportamiento de las Bolsas y de los mercados de bonos, pese a lo cual las suscripciones netas fueron superiores a los 17.000 millones de euros en los fondos españoles. Es decir que, aunque los valores liquidativos en descenso daban miedo, el año pasado los inversores metieron más dinero en los fondos de lo que sacaron.

Pero el mercado de los fondos va a mejorar notablemente este año, como indican las previsiones presentadas hace pocos días por Inverco. La asociación que agrupa a las entidades de inversión colectiva (gestoras de fondos y de planes de pensiones) estima que los activos bajo gestión (incluyendo las firmas internacionales y en las sicavs) aumente un 8,3% durante 2023, hasta alcanzar los 616.000 millones de euros.

Crecer más de un 8% en un ejercicio no es algo al alcance de muchos sectores de la economía española. Una prueba más de que los fondos de inversión, pese a la que está cayendo, continúan siendo un producto atractivo y con mucho futuro.