Tesla: cuidado con las burbujas que siempre vuelven

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Ya hemos hablado del cambio de chip en las tecnológicas, del potencial de las realmente disruptivas y de las posibilidades de recuperación de las grandes del sector, castigadas durante el pasado ejercicio bursátil. Todo ello obliga a revisar las carteras de los fondos tecnológicos, a fin de comprobar si de verdad están apostando por compañías de calidad y no por reediciones de viejas burbujas, como la de Tesla, que en realidad ni siquiera es una empresa tecnológica, sino sólo un mediocre fabricante de coches dirigido por un tipo bastante tóxico para los mercados.

Si Tesla vendía al principio una innovación y un liderazgo incuestionables en el automóvil eléctrico, hasta el punto de obligar a todos los demás fabricantes a seguir su estela, durante los últimos tiempos ha vendido más que nada sueños. Y los sueños suelen ser el mejor combustible para generar burbujas… y pesadillas entre los inversores.

En enero de 2020 el valor bursátil de Tesla superó al de Volkswagen, lo cual provocó mi espanto desde esta misma columna. Pero la burbuja siguió creciendo. Hace algo más de un año, la compañía del desaforado (y pelín mentiroso) Elon Musk llegó a valer en Bolsa 1,2 billones de dólares, más que el resto de automovilísticas cotizadas juntas. Y eso que sólo producía uno de cada cien coches que salían al mercado. Pero en los últimos doce meses pinchó y perdió un 70 por ciento de su capitalización, coincidiendo no sólo con el incremento de la competencia en el coche eléctrico por compañías que llevan décadas fabricando automóviles (ya saben, gente como Mercedes, Volkswagen, Toyota, Ford…), sino con el enfriamiento económico, la subida de tipos y su impacto en Bolsa (sobre todo en los valores con flojos fundamentos y precios hinchados)… sin olvidar las veleidades de Musk con Twitter, etcétera, etcétera.

El mercado esperaba con ansiedad los resultados que Tesla debía presentar el pasado 25 de enero y, ¡bingo!, la burbuja vuelve a inflarse: el anuncio de unos beneficios récord en 2022, 12.556 millones de dólares (un 167,7 por ciento más que el año anterior), disparó su cotización más de un 22 por ciento en sólo las dos sesiones siguientes, una escalada que no se veía en este valor desde hace una década.

Pero bajemos de las nubes y volvamos a la carretera. Tesla sigue siendo un fabricante minoritario y que además pierde cuota en su propio terreno: en Estados Unidos vendía casi ocho de cada diez de todos los coches eléctricos comercializados hace tres años, pero algunos análisis ya auguran que dentro de un par de ejercicios venderá sólo dos de cada diez. Porque la competencia crece y además obliga a estrechar los márgenes. Los hasta hace poco exclusivos y carísimos Tesla ya no son ni lo uno ni lo otro.

En el tema precios, la compañía los ha bajado entre un 13 y un 24 por ciento en el mercado chino, según cálculos de Reuters. Lo cual ha provocado motines de los compradores chinos más recientes, los que adquirieron sus Tesla justo antes de la rebaja, que han acudido a los concesionarios para que se les aplique también a ellos. El recorte ha sido del orden del 20 por ciento en Estados Unidos y otros mercados, incluido el español. Estas rebajas, con el estrechamiento de márgenes que suponen, no son una buena noticia para la empresa.

Además, la competencia no se queda quieta. No sólo sigue lanzando modelos con imagen de marca mucho más exclusiva y de mayor reputación que Tesla (no se pierdan los últimos Mercedes, Audi, VW, Toyota, Volvo o Ford eléctricos, por citar sólo a la “primera división” del sector). Las grandes marcas también están bajando sus tarifas. La primera ha sido Ford. Su espectacular Mustang eléctrico (el Mach E) acaba de ser rebajado en 5.900 dólares en Estados Unidos, un recorte que se extenderá sin duda a Europa y otros mercados.

Todo ello indica que el reciente calentón bursátil de Tesla puede ser el inicio de otra burbuja. Como las que siempre resurgen tras los agudos pinchazos. Lo mismo está pasando con las criptomonedas o –lo que es más relevante para el inversor en fondos– con ese mercado de valores chino que, por mucho que vuelva a estar recomendado, sigue sin gustarme para tenerlo en la cartera de fondos. Pero de eso hablaremos más adelante.