Un año nuevo para diversificar en fondos, no para experimentar con avatares

Manuel Moreno Capa

Manuel Moreno Capa (Director de GESTORES) | Pocas veces he visto tanta unanimidad entre las previsiones para el año nuevo publicadas por los grandes bancos y entidades financieras. Inflación, recesión, persistente subida de tipos, incluso estanflación… Dan ganas de comenzar 2023 metidos en un agujero. Y es cierto que, pese a que el pesimismo general parece haberse moderado durante las últimas semanas, el nuevo ejercicio será complejo. ¿Cómo afrontarlo? Con la adecuada diversificación en fondos de inversión (la receta de siempre), pero también, evitando acercarse a experimentos virtuales que no tienen nada debajo. Y no me refiero sólo a las cripto pseudodivisas.

Ya hemos visto (como comentaba en esta columna a principios de diciembre) que las aportaciones netas a los fondos de inversión han seguido creciendo durante 2022, pese a que persisten los coletazos de la pandemia, pese a los más de trescientos días de la criminal invasión de Ucrania por parte de Putin, pese a que los bancos centrales del mundo han endurecido su política monetaria, pese a la inflación, pese a las dudas en torno al gigante chino y su incapacidad manifiesta para combatir la covid, pese al frenazo en el crecimiento en grandes economías como la de Alemania (que tanto se fió del gas barato ruso en otros tiempos) o la de la Menguante Bretaña (con los efectos suicidas del Brexit y su generación de políticos ignorantes)…

Es obvio que muchas de estas incertidumbres, sobre todo las derivadas de la guerra en Europa, persistirán durante 2023, lo cual justifica las pesimistas previsiones publicadas, por más que se confíe en que, antes o después, los halcones de los bancos centrales moderen su vuelo y sean menos intensos en las subidas de tipos de interés. Por todo ello, las mejores respuestas del inversor en fondos –como no me canso de repetir– deben ser las dos de siempre: visión de medio y largo plazo, combinada con una adecuada diversificación de la cartera.

Pero convendría insistir en una tercera recomendación, a la vista de lo que muchos han aprendido durante los últimos tiempos: nada de experimentos, cripto experimentos, meta experimentos y otras zarandajas virtuales.

Porque 2022 ha recordado que considerar inversiones alternativas a las modas sin fundamento suele derivar en masivas pérdidas. El bitcoin y las otras cripto calderillas siguen a la baja y con pocas perspectivas de recuperar el valor que otrora tuvieron, mientras, como comentábamos desde aquí hace un mes, persiste el amenazante efecto dominó que puede hacer caer a los “exchanges”, esos mercadillos que desde paraísos fiscales sin apenas control ni regulación permiten perder el dinero con facilidad al operar con criptos. Tras los hundimientos de Three Arrows Capital, Luna, Celsius y, sobre todo, FTX, se suma ahora el creciente ruido en torno al mayor de estos “exchanges”, Binance. Y todo se debe a que las pirámides se suelen desmoronar cuando los que entraron en ellas buscan recuperar el dinero cuando se encuentran agobiados por la necesidad (léase crisis económica y subida de tipos).

Algo parecido, aunque menos estruendoso, ha sido el auge y desplome de otro mercado de inversiones virtuales, el de los NFT (“Non -Fungible Token”), en el que hace apenas un año se pagaban auténticas barbaridades por activos digitales de dudoso valor, pero que ahora se enfrenta a una depuración intensa. De un volumen de transacciones de casi 18.000 millones de euros a principios de 2022, se ha caído hasta unos 400 millones. Por el famoso NTF del primer tuit se pagaron 2,9 millones de dólares en marzo de 2021, pero es poco probable que ahora valga más de tres o cuatro dólares, entre otras cosas porque nadie lo quiere. Quizás los NFT acaben repuntando si se ciñen al mercado del arte consolidado, a las firmas de artistas reconocidos y cotizados. Pero los productos lanzados alegremente y “tokenizados” sin fundamento alguno, ya vemos dónde pueden ir a parar.

La siguiente “invención” (con grandes comillas) que comienza a generarme dudas es la inmobiliaria en el metaverso… Leo previsiones según las cuales el mercado inmobiliario en este mundo virtual paralelo crecerá a tasas superiores al 30 por ciento anual durante los próximos seis años; se anuncia que algunas capitales de países desarrollados pronto tendrán sus correspondientes réplicas inmobiliarias en el metaverso, un supuesto mercado donde incluso compañías inmobiliarias de renombre ya venden inmuebles para que habiten o interactúen en ellos nuestros avatares digitales…

¿Es esto inversión? ¿Cuánto pagaría usted, por ejemplo, por un ático virtual en un rascacielos virtual en plena Plaza de España de Madrid, con vistas impresionantes a toda una ciudad virtual, a una Casa de Campo virtual, a una sierra virtual? ¡Qué bien se lo pasará allí su avatar virtual, tras aparcar su Ferrari virtual en el aparcamiento virtual del sótano y vestido con carísima ropa virtual de las mejores marcas! Yo, desde luego, no pagaría ni un euro… quizás porque prefiera esperar a que alguien comercialice apartamentos en Pandora, esa luna gigante en la que habitan los protagonistas de la película “Avatar”…

En fin, que si quieren jugar a las casitas y a los extraterrestres, acudan a los mercados de coleccionismo y juguetes antiguos. Ahí podrán invertir en activos reales, antiguos, de colección, que sin duda se revalorizarán con el tiempo. Pero si de verdad quieren diversificar su cartera, no incluyan en ella activos virtuales que hayan pagado con euros de verdad.

Y si buscan alternativas, exploren los nuevos tipos de fondos que llegan al mercado (como los de capital riesgo, más accesibles ahora a un inversor minorista), o incluso el mercado inmobiliario de verdad, que en este año nuevo ofrecerá oportunidades a precios razonables. Pero de eso hablaremos otro día. 

Que pasen una feliz Navidad, real, no virtual.