Ofelia Marín-Lozano | «En países como España, donde la mitad de los perceptores de un ingreso mensual estable lo ven fijado por una decisión política, las alzas de sueldos de los empleados públicos (+4%), pensionistas (+8%) y perceptores de subsidios son determinantes de la inflación futura».
Iniciábamos el año 2022 con una inflación significativamente más elevada que la que habíamos tenido desde la crisis financiera de 2008. Empezamos a gastar el ahorro acumulado durante la pandemia, como consecuencia de la caída del consumo por las restricciones de actividad. A título indicativo, un americano medio en los últimos diez años solía gastarse cada mes el 93% del sueldo; durante la pandemia pasó a gastar solamente el 70%. Levantadas las restricciones, pasó a gastarse todo el sueldo y parte de los ahorros acumulados. Las cadenas de producción no habían recuperado todavía plenamente su normalidad y el súbito incremento de la demanda no pudo ser absorbido plenamente por un aumento de la oferta. Teníamos una inflación de demanda, que se creía limitada en el tiempo y no muy elevada en cuantía, que iría desvaneciéndose en cuanto el gasto excepcional para celebrar el final del confinamiento se agotara.
