Bankinter | Algo ha comenzado a cambiar, aunque aún no pueda cuantificarse ni su alcance, ni su profundidad. Pero no es mejor. Es obvio que no es posible extraer conclusiones fiables de una información errática, confusa e imprecisa… que es el denominador común de la nueva Administración Americana. Por eso admitimos que sabemos poco. Desde luego, menos que antes. Y que tal vez lo único cierto sea que los riesgos se mueven al alza, tras un largo periodo de contención.
Ni el crecimiento, ni la inflación, ni el riesgo implícito asumido al invertir son los mismos ahora que hace unos meses. Acaba de arrancar lo que podría llegar a ser una guerra arancelaria de gran alcance… o bien, por el contrario, tener consecuencias limitadas y disminuir en intensidad con el paso del tiempo, en función de las correcciones que se apliquen al comprobar que se trata de un proceso en el que todos pierden. Eso redunda en una disminución de los beneficios empresariales (tanto por la pérdida de vigor del Consumo Privado y la Inversión Empresarial, como por la absorción parcial del coste de los aranceles contra los márgenes empresariales), que son los que determinan, como factor principal, las valoraciones de las compañías y, por extensión, la evolución de las bolsas en el medio y largo plazo. Así que, obviamente, a menores beneficios, menores valoraciones y evolución más modesta de las bolsas. Además, tenemos la evidencia de que una inflación superior suele venir acompañada de tipos de interés también superiores (o menos bajos, en nuestro ciclo económico actual), factor que también hace que las valoraciones de las compañías sean inferiores. Y, por extensión natural, de las bolsas. Nuestras valoraciones actualizadas sólo otorgan potencial de revalorización positivo – y francamente modesto – a la bolsa americana, de manera que resulta inevitable reducir exposición a riesgo.
Si es necesario reaccionar, lo mejor es hacerlo cuanto antes. De lo contrario incurriríamos en una especie de “parálisis por el análisis”. Si los riesgos son superiores, el crecimiento y los beneficios se revisan a la baja, las perspectivas de inflación al alza y la información resulta difícilmente interpretable de forma fiable, lo más razonable es asumir algo menos de riesgo. Permanecer con niveles de exposición elevados como hasta ahora – y que tan buenos resultados nos ha dado – como si nada hubiera cambiado no se entendería fácilmente porque no sería coherente con el deterioro progresivo del contexto. En consecuencia, reducimos 10 puntos porcentuales lineales a todos los niveles de exposición recomendados para cada perfil de riesgo. Por lo tanto, nuestra escala actualizada queda de la siguiente manera: 70% Agresivo/50% Dinámico/40% Moderado/25% Conservador/20% Defensivo.
Precaución, pero no miedo. Adaptación y reducción riesgos. El giro geoestratégico americano vuelve vulnerable el ciclo económico y eso ya empieza a afectar a las perspectivas de inflación, crecimiento económico y de resultados corporativos. La situación se ha complicado algo más en el primer trimestre de 2025, así que conviene no infravalorar unos riesgos que se mueven al alza, incluso a pesar de que el reajuste esté tardando en llegar a Europa. No sería la primera vez que sucedería así. El mercado americano se adapta al cambio y alerta siempre antes. Controlar riesgos debe ser la prioridad, al menos hasta verano. Y, mientras tanto, realizar un seguimiento frecuente y exhaustivo de posiciones, reduciendo la exposición a riesgo de manera preventiva y táctica, que aún no estratégica.
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