Michael Krautzberger (Allianz Global Investors) | Los banqueros centrales de la eurozona siguen disfrutando de “una posición cómoda”. A diferencia de sus homólogos de EE. UU., Reino Unido y Japón, que afrontan presiones inflacionarias persistentes, o del Banco Nacional Suizo, que lidia con una inflación demasiado baja, la inflación europea se ha mantenido cerca del objetivo durante varios meses. El crecimiento también sorprende al alza: el PIB de la eurozona aumentó un 0,3% en el tercer trimestre, muy por encima de la previsión del BCE del 0,0%. Además, el mercado laboral sigue mostrando fortaleza, lo que indica que la economía opera cerca de su potencial.
En este contexto, no anticipamos un nuevo recorte de tipos en la próxima reunión del BCE. Las actas de octubre muestran que varios miembros del Consejo abogan por ignorar pequeñas desviaciones respecto al objetivo y reservar los ajustes de política monetaria para shocks más relevantes. Incluso las voces tradicionalmente más dovish, como Fabio Panetta (Banco de Italia) o François Villeroy de Galhau (Banco de Francia), han evitado pedir recortes recientemente. No se descartan ajustes, pero el BCE tampoco parece dispuesto a contradecir las expectativas del mercado, que contemplan como escenario más probable una subida antes que una bajada.
Aun así, podría haber margen para un recorte en el primer semestre de 2026. La inflación general podría situarse en torno al 1,5% en el primer trimestre debido al efecto de la energía. El crecimiento salarial ha descendido por debajo del umbral del 3%, compatible con el objetivo del 2%, y tanto los indicadores del BCE como nuestros análisis apuntan a que permanecerá en estos niveles. En un plano estructural, la economía de la eurozona sigue un 5% por debajo de su tendencia prepandemia, lo que plantea interrogantes sobre la debilidad de la demanda y el potencial crecimiento a largo plazo.
Pese a ello, las perspectivas a corto plazo muestran cierta mejora. Los efectos de los shocks recientes, como la crisis energética y el ciclo de subidas del BCE, se están disipando, y el ambicioso plan de inversión en infraestructuras de Alemania podría extender el impulso inversor financiado por la UE desde la periferia hasta las economías centrales. En España, la economía europea con mejor desempeño, comienzan a apreciarse señales de un posible repunte inflacionario, aunque previsiblemente compensado por la persistente debilidad de los precios en Francia. Si no surgen nuevos shocks externos, como cambios significativos en la política comercial de EE. UU. o episodios de volatilidad financiera, la ventana para un nuevo recorte podría cerrarse rápidamente, reduciendo la probabilidad de una bajada de tipos en 2026.
Como inversores, actualmente mantenemos una posición corta en el euro frente a una cesta de divisas asiáticas procíclicas (AUD, NZD, KRW). De hecho, China está transmitiendo una presión desinflacionaria a Europa, lo que afecta a la competitividad y limita las expectativas de política monetaria del BCE de cara a 2026. A su vez, el crecimiento global resiliente, la reducción de riesgos arancelarios, un entorno político favorable y la infravaloración de estas divisas configuran un escenario más propicio para las divisas asiáticas en el próximo año.



