Ignacio Resusta (UBS AM) | Las infraestructuras desempeñan un papel fundamental en las sociedades modernas, ya que son un motor del crecimiento económico y mejoran la calidad de vida de los ciudadanos. Su importancia rara vez es cuestionada por nadie y, sin embargo, las inversiones en infraestructuras suelen quedarse cortas con respecto a las necesidades reales.
Según el Global Infrastructure Hub (una iniciativa del G20), el mundo necesitará casi 100 billones de dólares de inversiones acumuladas en infraestructuras entre 2015 y 2040, aun así actualmente vamos camino de incumplir esta cifra por unos 15 billones de dólares (Gráfico 9).
El aumento de la deuda pública (Gráfico 10) y las restricciones fiscales que se han agravado durante la pandemia de COVID-19 limitan aún más los fondos disponibles por parte de los gobiernos para infraestructuras. Por ello, el capital privado para infraestructuras, con su amplia capacidad de financiación, se ha convertido en la solución más inmediata para reducir esta brecha.
El gran debate se centraría en responder a la pregunta, ¿quién paga las infraestructuras? En el pasado, los gobiernos eran responsables de gran parte de las inversiones, especialmente en proyectos más tradicionales y sencillos como carreteras y puentes. Sin embargo, a medida que aumenta su complejidad, la mayoría de los gobiernos simplemente carecen de la experiencia necesaria para explotar o incluso construir estos activos.
Además, cuando hay política de por medio, se suele dar prioridad a otros programas de gasto público como la sanidad, el bienestar, la educación y la defensa, ya que proporcionan una gratificación más instantánea a los votantes durante los breves ciclos electorales. Esto es especialmente cierto en los mercados desarrollados, donde la tentación de aplicar arreglos rápidos y temporales a infraestructuras obsoletas es políticamente más conveniente que construir algo nuevo desde cero.
Los gobiernos reconocen estas oportunidades, por lo que muchas de las recientes políticas históricas, como el acuerdo verde de la UE y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA por sus siglas en inglés) y la Ley Bipartidista de Infraestructuras de EE.UU., se centran en facilitar las inversiones de capital privado. Esto se consigue mediante el uso de subsidios, créditos fiscales, subvenciones, garantías financieras o mecanismos de riesgo compartido y, la aceleración de los procesos de aprobación de proyectos a través de la racionalización de las burocracias.
Por último, el sector de las infraestructuras está expuesto a una serie de interesantes tendencias seculares que proporcionan a lo que ya es una clase de activos estable unos atractivos vientos de cola de crecimiento.
Estas tendencias seculares se conocen comúnmente como las tres Ds: descarbonización, digitalización y cambio demográfico, aunque, en nuestra opinión, también hay una «cuarta D» que está emergiendo rápidamente como una tendencia importante. Analizaremos todas ellas con más detalle a continuación.
Descarbonización
Posiblemente uno de los temas de inversión más importantes en cualquier clase de activos, los esfuerzos del mundo por descarbonizarse han creado una de las mayores oportunidades de inversión en una generación. En los últimos 20 años, el cambio climático ha pasado de ser una mera teoría académica a ser algo que todo el mundo experimenta ahora con fenómenos meteorológicos extremos y catástrofes naturales.
El impacto económico del cambio climático también se ha hecho más tangible, ya que las pérdidas mundiales aseguradas han tendido al alza en la última década (Gráfico 11). En Estados Unidos, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica informó de que el número de catástrofes de miles de millones de dólares ha aumentado de una media de 6 al año entre 1990 y 2010, a 15 al año entre 2011 y 2022.
Los costes tecnológicos de energías limpias han descendido considerablemente en la última década (Gráfico 12), mejorando así la rentabilidad de los proyectos y permitiendo la rápida expansión de las energías renovables.
Digitalización
La digitalización es una temática universal. Gartner, empresa estadounidense de investigación tecnológica, prevé que el gasto mundial en IT alcance los 4,6 billones de dólares en 2023, un 5,5% más que en 2022. El crecimiento del consumo de datos sigue impulsando las inversiones en infraestructuras digitales.
El internet de alta velocidad también se convirtió en una necesidad para la mayoría de los hogares durante la pandemia con el trabajo y la escuela a distancia, consolidando la infraestructura digital como un servicio absolutamente esencial (Gráfico 13).
Los inversores en infraestructuras seguirán apoyando el crecimiento de este sector, aunque existen algunas diferencias regionales en la forma de desplegar la infraestructura de Internet de alta velocidad (fibra frente a 5G, financiación privada frente a financiación pública para la fibra). Por ejemplo, la inversión europea sigue yendo hacia la fibra total con un fuerte apoyo gubernamental, ya que se espera que el número de abonados a la fibra hasta el hogar (Fiber-to-the-home en inglés) se duplique con creces entre 2021 y 2026. Por otro lado, el despliegue de internet de alta velocidad en Estados Unidos es una mezcla entre 5G y fibra.
Para los inversores, las infraestructuras de telecomunicaciones en torres, fibra y centros de datos son inversiones atractivas, dado el largo recorrido del crecimiento del consumo mundial de datos.
Sin embargo, la pandemia también ha puesto un gran foco de atención en el sector. Esto puede verse como un arma de doble filo: por un lado, podría atraer más liquidez del mercado y apoyo gubernamental, pero por otro, también podría atraer más competencia y escrutinio a nivel regulatorio.
Cambio demográfico
La población global envejece rápidamente en todo el mundo, tanto en los mercados desarrollados como en los emergentes. Además, la reciente pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de las infraestructuras sociales relacionadas con la asistencia sanitaria y las residencias de la tercera edad. Estos negocios tienden a ser más de nicho para los inversores en infraestructuras, ya que a menudo se presentan en forma de asociaciones público-privadas o implican el arrendamiento de equipos médicos.
La trayectoria del envejecimiento de la población es mucho más segura que las tasas de crecimiento de las dos primeras Ds (crecimiento de las energías limpias y crecimiento del consumo de datos), lo que aumenta el atractivo de la temática de la inversión en el cambio demográfico.
Sin embargo, el sector también está muy sometido a escrutinio y conlleva importantes riesgos operativos y de reputación. Por tanto, es más adecuado para inversores especializados en el sector.
Desglobalización (¿una posible cuarta D?)
Las tres Ds son temáticas de inversión bastante generalizados en las que ya se centran muchos inversores. En nuestra opinión, una cuarta D más infravalorada y menos debatida es la desglobalización.
Las tensiones geopolíticas y los recientes problemas de la cadena de suministro han revitalizado la demanda de capacidad de fabricación nacional en el mundo desarrollado. Por ejemplo, el gasto de capital en capacidad manufacturera estadounidense ha alcanzado un máximo histórico en 2022 (Gráfico 14).
Esto se ve acelerado por la IRA, que es tanto política industrial como energética, ya que proporciona generosas subvenciones a las energías limpias nacionales y a la fabricación nacional. Por ejemplo, hay más de 50.000 millones de dólares previstos en inversiones para la fabricación de baterías en Estados Unidos. Otros sectores, como el de los semiconductores, también han anunciado inversiones en fabricación por valor de más de 150.000 millones de dólares. Del mismo modo, la UE también está tratando de poner en marcha un «Green Deal Industrial Plan» para revitalizar su fabricación nacional.
Esto podría suponer un viento de cola para las infraestructuras, ya que la deslocalización de la fabricación requerirá mejoras en las actuales redes de transporte, como carreteras, ferrocarriles y puertos, así como otras infraestructuras adyacentes que apoyarían el crecimiento de la población en las nuevas zonas industriales.