Tressis | Las elecciones de 2024 en Estados Unidos presentan varios escenarios con implicaciones directas para los mercados financieros. Aunque el resultado presidencial en sí mismo no suele tener un impacto duradero en los mercados, los antecedentes sugieren que la composición del Congreso podría ser aún más determinante. Un gobierno dividido —en nuestra opinión, el escenario más probable— suele ser favorable para los mercados, ya que limita cambios abruptos, reduce la incertidumbre y fomenta la estabilidad. En este contexto, el control del Congreso será clave para definir el alcance de las políticas a implementar, con posibles implicaciones en sectores como energía, tecnología, sanidad y finanzas.
En cuanto a las propuestas fiscales, Kamala Harris ha expresado su intención de aumentar los impuestos y ofrecer créditos fiscales a nuevos propietarios y a familias con recién nacidos, mientras que Trump defiende la continuidad de los recortes fiscales de 2017. Los aranceles y la política comercial también representan áreas de posible divergencia significativa entre ambos candidatos.
La afirmación de que las políticas de ambos candidatos presidenciales en Estados Unidos podrían tener consecuencias inflacionistas es incorrecta. La inflación es exclusivamente un fenómeno monetario; es decir, surge cuando la cantidad de dinero crece más rápido que la producción. Si las políticas propuestas por los candidatos no implican un aumento significativo de la oferta monetaria, no deberían generar presiones inflacionarias. La única política inflacionista es la que propone Harris, que implica un aumento de gasto público financiado con emisión de deuda de casi 2 billones de dólares.
Las bajadas de impuestos no implican mayor cantidad de dinero en el sistema; es la misma cantidad, solo que una mayor parte en el bolsillo de quien lo gana. Los aranceles no aumentan los precios agregados y no suponen más cantidad de dinero. De hecho, implican una mayor demanda de dólares, por lo que la inflación en EE. UU. no aumenta, sino que baja, como ya ocurrió con Reagan o el propio Trump.
Los aumentos de gasto sí son inflacionistas, ya que se financian con emisión de nueva moneda a través de la creación de déficit fiscal. Incrementar la demanda agregada no significa necesariamente aumentar la inflación si la velocidad del dinero no aumenta; es decir, si las bajadas de impuestos vienen acompañadas de una reducción de gasto.
Los aranceles, por otro lado, pueden afectar a los precios unitarios al encarecer las importaciones, pero la inflación implica un aumento generalizado y sostenido de los precios agregados en toda la economía. Aunque los aranceles puedan elevar los precios de productos específicos, no necesariamente provocan inflación generalizada y, además, implican una mayor demanda de dólares, lo que reduce la presión inflacionaria en EE. UU.
En general, podríamos decir que las políticas fiscales, como la reducción de impuestos o la imposición de aranceles, no son inflacionarias, ya que no implican cambios en la oferta monetaria. Por lo tanto, afirmar que las políticas de ambos candidatos tendrán consecuencias inflacionistas es incorrecta y ha sido demostrado a lo largo de la historia.